48

30 4 0
                                    

                                                                                                                                 Miércoles, 14 de febrero de 2024


Atrás quedaron las navidades y las grandes y copiosas comidas. He empezado a ir al gimnasio para bajar los kilos de más que cogí durante esas fechas.

Superé el carnet de conducir, me costó dos intentos en el práctico, pero al fin podía decir que ya era una conductora. Álvaro me dejaba practicar con su coche, pero tenía miedo de rallarlo o darle un golpe.

Zaida ya se entendía muy bien con el español, aunque le pasaba como a mi madre, tenía un fuerte acento. La relación con Rubén iba al ritmo que marcaba ella, él no se quejaba, simplemente la respetaba y eso me gustaba.

Hoy cenaríamos los cuatro fuera y Álvaro me dijo que me tenía una sorpresa para después. Los dos solos. Estaba muy intrigada y emocionada.

Mi madre estaba relajada y feliz. En el trabajo todo el mundo la respetaba, con mi padre se llevaba cada vez mejor. Hablaban como dos adultos, sin rencores.

Salimos las tres de casa, Zaida en dirección al instituto y nosotras hacia el trabajo.

—Mamá, podrías sacarte tú también el carnet —propuse.

—¿Yo? —Se llevó una mano al pecho—. ¿Tú crees?

—Claro, ¿y por qué no? No es muy difícil.

—No sé, ya veremos...

—Anda, anímate, eres joven. —Pasé mi brazo por detrás de su espalda—. En la autoescuela había gente bastante más mayor que tú.

Llegamos sin darnos cuenta al edificio y entramos con rapidez. Estos días habían bajado bastante las temperaturas a raíz de una borrasca y hacía más frío de lo normal en estas fechas.

—¿Hija, nos vemos para comer?

—Claro, como siempre mamá. —Le di un sonoro beso en la mejilla y se alejó.

Aproveché para coger unos documentos que la chica de recepción tenía para mí y les fui echando un vistazo mientras esperaba el ascensor.

Alguien tocó mi espalda y di un respingo del susto. Me di la vuelta para ver de quién se trataba.

—Bernardo, ¡me has asustado!

—No era mi intención, hija. ¿Cuándo me llamarás papá?

—No lo sé, todavía no me acostumbro.

—Pues ya van siendo horas —contestó riendo.

Entramos en el ascensor y pulsó el botón del número dos.

—Yo me bajo en el uno —anuncié.

—No, tienes que venir conmigo a mi despacho.

—¿Por qué? —pregunté muy extrañada.

—Tengo que hablar contigo.

—Bueno... —Me encogí de hombros.

Llegamos a su planta, salimos del ascensor y caminamos por el pasillo hacia el final, donde estaba su despacho. Abrió la puerta y se hizo a un lado para que entrase yo primera.

—Gracias.

—Siéntate ahí, por favor. —Señaló los sofás.

Esperé los pocos segundos que tardó en coger unos papeles y llegar hasta a mí, con nerviosismo, casi con desesperación.

—¿Me vas a despedir? ¿He hecho algo mal?

—¿Despedir? —Empezó a reír a carcajadas—. Para nada, hija. ¿Por qué iba a hacerlo?

—No sé, quizás...

—Mira esto. —Me ofreció los papeles, que acogí con las manos temblorosas.

—¿Qué es?

—Son los papeles donde reconozco la paternidad. Solo tienes que firmarlos, si quieres claro. Pero me encantaría que tuvieses mi apellido.

—¿Qué? Yo... No Necesito... —No me salían las palabras.

—Si te quedas más tranquila, puedes hablarlo con tu madre y pensarlo.

Me miraba con los ojos llenos de amor de padre y yo me conformaba con eso, no necesitaba un papel que lo confirmase.

Cogí un bolígrafo que había encima de la pequeña mesa que tenía delante y firmé antes de arrepentirme.

—Hija, me acabas de hacer el hombre más feliz del mundo. —Se puso en pie, me animó a hacerlo y me abrazó con fuerza.

—Papá, muchas gracias por todo. —Respondí a su abrazo.

Nos separamos y volvimos a sentarnos, esta vez lo hizo a mi lado.

—En unos días, podrás cambiar el documento nacional de identidad y el resto de documentos que tengas con tu antiguo apellido.

—Pero va a ser muy complicado, ¿no?

—Para nada, si quieres, los abogados lo arreglarán todo.

—Como tú quieras. —Le dediqué mi mejor sonrisa.

Alguien tocó la puerta y mi padre lo hizo pasar. Álvaro hizo acto de presencia.

—A ti te estaba buscando.

—¿A mí? —Me señalé con el dedo índice a la altura del pecho.

—Sí, quería hablar sobre lo de esta noche, pero si interrumpo...

—Para nada, hijo. Le estaba dando los papeles a Aisha para firmar.

—¿Los de la paternidad? —Papá contestó con un movimiento leve de cabeza—. ¡Qué bien!

—¿Tú lo sabías? —pregunté poniéndome en pie.

—Claro.

—¿Y estás de acuerdo?

—Por supuesto. Eres su hija y tienes derecho a llevar su apellido.

—Bueno, chicos, yo voy a hablar con los abogados y vosotros tendréis que hablar de vuestras cosas.

Bernardo se acercó a mí y me dio un beso en la mejilla y una palmada en la espalda a Álvaro.

Salimos del despacho y bajamos por las escaleras hacia nuestras oficinas.

—¿Y qué me querías decir?

—Que avises a tu madre por si no vas a dormir.

—¿Pero a dónde vamos?

—Ahhh... es una sorpresa, ya lo sabes.

Puse morritos como una niña pequeña. Álvaro me dio un rápido beso en los labios y cada uno se fue a su oficina.

Me senté en mi silla y encendí el ordenador. Mientras esperaba, pensaba en todo lo acontecido en desde que conocí a Álvaro y tuve la sensación de que habían pasado muchos años. 

AishaWhere stories live. Discover now