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Camila C.

—No puedo creer que ya tengan seis. —Hice un puchero mientras me sentaba en la mesa de la cocina. Mamá me entregó una taza de café.

—Lo sé, ¿a dónde va el tiempo?

—En serio. Se siente como si acabara de tenerlas.

—Me siento de la misma manera contigo. —Sonrió con tristeza mientras se sentaba frente a mí—. Ahora mírate. Te fuiste y creciste y tuviste tus propios hijos cuando no te estaba mirando.

—Sabes, nada de esto habría sido posible sin ti.

—Por supuesto que lo habría sido, Camila. Eres una chica fuerte, mucho más fuerte de lo que te das crédito.

—No estoy segura sobre eso, mamá.

—Bueno, yo sí y una madre lo sabe todo mejor, así que silencio.

Le sonreí mientras sorbía mi café.

—Ha sido un infierno de semana, ¿uh?

—Eso, mi querida, es un eufemismo. —Mamá miró hacia afuera y su mente se fue a otro lugar. Había pasado casi una semana desde que ese bastardo le pasó por encima a mi bebé en el lago, y aunque Piper se estaba sanando, aún no estaba completamente de vuelta a la normalidad. Sus moretones se habían desvanecido a un amarillo oscuro y ya no tenía dolores de cabeza, pero sus pesadillas estaban por las nubes. Cada noche desde que habíamos estado en casa del hospital, se despertaba con
un espeluznante grito perforador de orejas que casi me hacía saltar de mi piel. Lo único que la hacía sentirse mejor era dormir conmigo y eso hizo que Lucy se sintiera mal, así que también dormía conmigo. No es necesario decir que estaba más allá de agotada.

Mamá había sugerido posponer su fiesta por un par de semanas, pero esa no era una opción. La escuela empezaba en un par de semanas, para las tres, y ya había sido una mala semana, quería que tuvieran algo bueno que esperar de este fin de semana. Sin embargo, lo hice todo tan rápidamente, esperaba no haber olvidado nada.

—Está bien, así que hoy… la comida ha sido ordenada, y debería estar aquí al mediodía. Alexa está trayendo las flores y los globos más tarde, tú te encargaste del pastel… ¿había algo más? —pregunté.

—Nop, creo que lo tienes todo. ¿A qué hora viene todo el mundo?

—A las dos.

—Bien. Deberías tener una siesta, Camila. —Se alejó de la mesa y llevó nuestras tazas al fregadero de la cocina—. No has estado durmiendo bien y hoy podría ser un día largo.

—No tienes que decírmelo dos veces. —Bostecé solo de pensar en lo cansada que estaba.

Dejé a las niñas acurrucadas en el sofá viendo Blancanieves bajo la atenta mirada de mamá mientras iba de puntillas por el pasillo a mi habitación por una siesta rápida. Mi cuerpo estaba completamente relajado en esa última etapa justo antes de que realmente te quedaras dormida, donde todavía eras consciente de tu entorno, pero tus brazos y piernas se sentían pesados y fuera de control. Mi mente empezaba a ir a la deriva, cuando escuché abrirse la puerta de mi habitación y luego volver a cerrarse.

Ni siquiera abrí los ojos.

—Chicas, vuelvan con Gigi, mami necesita una siesta.

—Están viendo Blancanieves, pero tú te pareces más a la Bella Durmiente.

Mis ojos se abrieron de golpe, y me senté derecha ante el sonido de la voz de Lauren. Estaba apoyada contra la puerta de mi habitación, con las manos metidas en los bolsillos de sus pantalones, su habitual sonrisa matadora acentuada por esos irresistibles hoyuelos pegados en su rostro.

Room For YouWhere stories live. Discover now