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Camila C.

—Te ves como el infierno. —Me quedé con los ojos abiertos en Laure  mientras cerraba la puerta de atrás y se arrastraba a través de la habitación familiar, colapsando en la mesa de la cocina.

—Me siento así —respondió cuando su cabeza cayó sobre sus antebrazos cruzados.

—¿Has estado con Fred toda la mañana? —Me acerqué y me paré al otro lado de la mesa con ella. Levantó su cabeza y se frotó los ojos.

—Sí, desde eso de las seis. Probablemente nos hubiéramos quedado más tiempo, pero comenzó a llover sobre nosotros.

Miré por la ventana de la habitación familiar de gran tamaño hacia la lluvia, disgustada con que las chicas y yo estaríamos atrapadas en el interior el resto del día.

—¿Atrapaste algo?

Ella se echó a reír, pareciendo divertida por mi pregunta.

—¿Qué? —le pregunté a la defensiva.

—Nada —dijo, sacudiendo su cabeza, una leve sonrisa siendo evidente en su rostro—. Sí, cogimos unos pocos robalos y hablamos... mucho.

El pánico se extendió en mí.

—Uh-oh, ¿qué significa eso?

Me miró sin decir nada, y sus ojos bailaron alrededor de mi cara. Cuando me miraba de esa manera, me hacía sentir como si estuviera bajo un microscopio. En lugar de clips de metal manteniéndome atrapada, eran sus dos penetrantes ojos verdes.

—Esto significa que Fred realmente se preocupa por ti. Eres una chica con suerte. —Me tomó la mano, besando suavemente la parte superior de la misma. Mi  piel se estremeció cuando me besó, incluso después de que ella alejara sus labios.

—Mamá, ¿qué hay para desayunar?

Saqué mi mano de nuevo rápidamente cuando Lucy entró en la habitación. En cuanto a Lauren, me sentí aliviada cuando sonrió y me guiñó un ojo, en absoluto ofendida por no haber querido que ella viera su afecto por mí.

—No lo sé. ¿Qué debemos hacer hoy? —Recogí Lucy y la senté en la isla, frente a frente conmigo.

Los ojos marrones de su padre levantaron la vista hacia el techo mientras contemplaba lo que quería comer.

—¡Panqueques con trocitos de chocolate! —respondió ella con entusiasmo.

—En seguida. —Ella se movió para bajar, pero atrapé su rodilla antes de que pudiera escapar—. Uh... paga el peaje.

Ella se rió y me dio un gran beso antes de saltar fuera de la isla y desaparecer por el pasillo.
Agarré la mezcla para panqueques y chispas de chocolate de la caja y los tiré en la isla, observando a Lauren que seguía sentada en la mesa con los codos doblados, manos juntas, mirándome.

—¿Qué estás mirando?

Sin mover las manos cruzadas desde el frente de su boca, levantó una ceja en respuesta a mi tono sarcástico. Se levantó de la mesa y lentamente caminó hacia mí, deteniéndose a escasos centímetros de mi pecho. Su mano izquierda se apoyó en la isla, a mi derecha, mientras con la otra mano a propósito rozó mi codo mientras se inclinaba, a buscar la bolsa de chips de chocolate y fijó mis caderas a la isla.

—Solo quería ayudarte a hacer panqueques. —Su tono de burla era ronco con significado subyacente cuando se inclinó, sus labios casi tocando los míos—. Mi especialidad es lamer la cuchara... cuando hayas terminado.

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