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Camila C.

No pude pegar un ojo en toda la noche. En realidad, en toda la mañana. Lauren  y yo nos quedamos despiertas hasta que salió el sol, acurrucadas en los brazos de la otra en el sofá, hablando más acerca de su pasado. Es cierto que la había juzgado cuando me contó cómo había estado teniendo relaciones en los últimos años
y yo estaba equivocada por eso. Nunca entendería su situación, porque nunca había
sido una atleta profesional con mujeres persiguiéndome, pero podría aceptarlo. No era
justo de mi parte criticarla por la forma en que había estado viviendo, sobre todo cuando ni siquiera nos habíamos conocido aún.
Fue tan honesta anoche, tan sincera, y por no mencionar, irresistible. Cuando hablaba, la forma en que su boca se movía, la forma en que se humedecía los labios, la forma en que sus ojos traían a la vida a todo lo que dijo.

Embriagadora.

Se veía demasiado linda cuando dormía también. Me di la vuelta y la miré, tendida boca abajo junto a mí, profundamente dormida, con los brazos tirados debajo de la almohada. Su espalda firme subía y bajaba con cada respiración, acentuando cada músculo individualmente. Me quedé mirando su tatuaje; era vibrante y claro. Sentí como si estuviera mirándome de regreso, desafiándome a dudar de su sinceridad y carácter. Nunca fue su plan dormir aquí conmigo, pero después de haber terminado de hablar en las primeras horas de la mañana, me había levantado para ir a la cama
cuando saltó frente a mí y bloqueó el pasillo.

—Escucha. —Había dicho—. Después de hoy, sé que estás cansada y tienes mucho para procesar. Te lo dije, soy paciente y no quiero presionarte a nada que no estés lista, pero... ¿dormirías conmigo esta noche? Dormir, nada más. Solo no estoy lista para dejarte ir todavía. —Sus ojos eran francos sin significado subyacente, difícil
de resistir.

—Sí —le respondí, señalando al final del pasillo—. Ahí.

No discutió, simplemente se giró y se dirigió hacia la habitación de invitados mientras yo la seguí.

Aquí estábamos, unas horas más tarde y no había dormido en absoluto. Sabía que iba a pagar por ello más tarde, pero descansar allí, mirándola, simplemente se sintió perfecto. Estudié cada movimiento que hacía, la forma en que sus ojos parpadeaban mientras dormía, la forma en que las comisuras de sus labios se
torcieron en una leve sonrisa cuando algo en su sueño le gustó.

Esperemos que fuera yo.

Me escabullí silenciosamente de la cama y de puntillas me fui al cuarto de baño.

—Ugh —murmuré, mirando mi aspecto en el espejo.

Mi cabello estaba yendo a mil direcciones diferentes, mis ojos estaban hinchados por la falta de sueño y mis mejillas no tenían color.
Espero que le gusten los zombis.
Domestiqué mi cabello en una coleta baja e hice un enjuague bucal rápido, pensando en arrastrarme a la cocina y sorprenderla con el desayuno en la cama y con esperanza de conseguir un beso a cambio. Tenía la mano en el pomo de la puerta del dormitorio cuando la oí revolverse detrás de mí.

—¿Escapándote?

Se había volteado sobre su espalda y gruñó mientras se estiraba. Su cuerpo era delgado y largo, cada musculo contrayéndose mientras extendía su mano.

—No, iba a prepararte el desayuno —respondí, tratando de no babear mientras miraba.

—Uh-uh, ven aquí. —Levantó la esquina de la manta, insistiéndome a subir a la cama.

No discutí.

Enroscándome en su costado, metió su brazo debajo de mi cabeza y tomó mi mano en la suya, apoyándolo sobre su pecho.

Room For YouWhere stories live. Discover now