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Camila C.

La boda de Louisa estaba a solo seis semanas y la lista de cosas que todavía tenía que hacer era nada menos que de una milla de largo. Sumándole mi trabajo de la escuela, el cual estaba fallando miserablemente, quedando atrás, intentado evitar que las chicas se quejasen de que era el “verano más aburrido de todos los tiempos” y regando mi incipiente relación con Lauren, era una mamá agotada. Simplemente no existían suficientes horas en el día para todo lo que necesitaba realizar, así que cuando Louisa tocó por la mañana mi puerta con lágrimas cayendo por su cara, sabía que las cosas estaban a punto de volverse más frenéticas.

―¿Qué pasa? ―La alcancé y tiré de su manga, sacándola de la lluvia.

Gruesas rayas acuosas de rímel bajaban por sus mejillas y seguía limpiándose su nariz hinchada y roja con un pañuelo de papel arrugado y manchado de lágrimas.

―Me estoy volviendo loca, Camila, como, perdiendo totalmente mi mente ―soltó.

―Oh Dios, ustedes chicos no rompieron, ¿verdad? ―pregunté, completamente en pánico―. Las invitaciones justo se enviaron ayer… Lo siento, pero tienen que hacer las paces.

Extendió la mano y golpeó la mía.

―No hemos roto, mocosa, pero me llamó y me dijo que la Universidad le está consiguiendo esta beca caliente a través de nosotros y tenemos que ir a alguna cena de lujo con la élite de los miembros del consejo o alguna mierda. Trató como el infierno sacarnos de eso, pero ellos insistieron. Al parecer, es un gran negocio para su programa. Nos están pagando para volar allí y todo.

―¡Eso es genial! ¿Un viaje pagado a Italia? Suena como buenas noticias para mí ―exclamé―. No entiendo por qué estas triste.

―¡Es la semana que viene! ―gimió en su pañuelo mocoso otra vez.

Oh, mierda.

―Si fuese en cualquier parte de E.E.U.U. no sería un gran problema. Podría trabajar en mi planificación a través de llamadas telefónicas o correos electrónicos o algo, pero estando al otro lado del océano Atlántico lo hace todo un poco más difícil ―divagó.

Suspiré, en busca de un resquicio de esperanza.

―Está bien, relájate. Podemos hacerlo. Te irás, qué, ¿cómo tres días o algo así?

―¡Son nueve! ―Sus palabras fueron apagadas por más sollozos.

Puso su cabeza en mi regazo y aulló un poco más mientras le acariciaba el cabello, pensando desesperadamente en una solución para su problema. Mi tiempo estaba tragado por completo como para esto, pero no podía permitirse poner la planificación en espera durante nueve días. Ya estaba tratando de hacerlo todo en movimiento rápido.

―Siéntate ―ordené.

―No ―negó obstinadamente, abrazando mis piernas más fuerte.

―Está bien, bebé grande, quédate allí, solo llora callada por un minuto así podrás escucharme. Vas a tener la boda más increíble de todos los tiempos. ¿Me entiendes? Serás la novia más impresionante de todos los tiempos y todo va a ser absolutamente perfecto ese día. ¿Esto limita las cosas? Sí, un poco, pero por suerte para ti, Alexa y yo podemos realizar múltiples tareas muy bien. ―Se sentó, un atisbo de esperanza en sus ojos―. Iremos rápido y conseguiremos lo que podamos hacer antes de que te vayas, y aunque te hayas ido, esa perra malhumorada y yo intervendremos y seremos tu novia sustituta. Lo que necesites hacer, dalo por hecho. Tenemos esto.

Lanzó sus brazos alrededor de mis hombros y empezó a llorar otra vez. Esta vez, por suerte, eran lágrimas de felicidad.

―Gracias, Camila. Gracias, gracias, gracias.

Room For YouWhere stories live. Discover now