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Camila C.

Hace unas semanas, antes de que Lauren y yo... termináramos, me preguntó acerca de ir a una segunda cena benéfica. Le dije que sí. Esa cena fue ayer por la noche y estaría mintiendo si no admitiera que estuve silenciosamente mirando mi teléfono todo el día de ayer, con la esperanza de que Lauren me llamara y me dijera que estaba en camino para venir a buscarme. Por desgracia, mi teléfono se quedó en silencio durante todo el día. Hoy, no quería salir de la cama. Quería recostarme allí, ponerme de mal humor y sentirme mal por mí misma a pesar de que sabía que había causado mi propio dolor. Todos los días durante las últimas tres semanas tuve por lo menos un momento, o veinte, donde quise coger el teléfono y decirle que fui estúpida, que lo sentía y que por favor me perdonara, pero nunca lo hice. El orgullo es una perra del demonio. Mi teléfono sonó en mi mesita de noche.

—Oye, ¿cómo estás hoy? —preguntó Alexa después de contestarle.

—Estoy bien. Sintiendo lástima por mí misma, pero bien —bostecé.

—¿Has dormido algo en toda la noche?

—Sí, eso es todo lo que hice, en realidad. Me fui a la cama temprano, así no podía pensar en ello.

—¿Te has levantado hoy? —preguntó lentamente, con cautela.

—No, todavía estoy en la cama. ¿Por qué?

—Solo por curiosidad.

—Mentirosa. ¿Qué?

—Nada, en realidad. Llámame después de que estés levantada y en movimiento.

—Alexa Renee... Te escuché mentirles a tus padres todos los días mientras crecías. No tires esa mierda de “nada” conmigo.

Permaneció en silencio durante un minuto antes que dejara escapar un profundo suspiro.

—Ella fue.

—¿Ella fue a dónde?

—A la cena.

Me eché a reír.

—Sabía que lo haría, Alexa, era para una de las organizaciones benéficas que patrocina.

—Ella... no fue sola.

—Oh.

Una bomba estalló dentro de mi estómago, los temblores alcanzando hasta el final de las puntas de mis dedos. La idea de ella llevando a otra mujer a la cena que se supone tenía que ir, caminar por la alfombra roja con ella, sosteniendo su mano... me hizo enfermar. Colgué el teléfono y cogí mi portátil, tratando de convencerme de no buscar todo el tiempo que escribí “LAUREN JAUREGUI” en la barra de búsqueda. El link más reciente era de anoche. Y como soy una masoquista, hice clic en el. Mi corazón se hundió. Lauren lucía deliciosa todo el tiempo ya sea que estuviera en ropa de
entrenamiento, pantalones de pijama azul a rayas, o con un esmoquin negro, como en esta imagen. Tenía el cabello más corto, por lo que su sonrisa se veía más grande, más definida. Sonrió a las cámaras y me di cuenta por esta imagen que estaba “en juego”. Ella estaba en modo de superestrella. Una pelirroja hermosa estaba a su lado, sonriendo como si acabara de ganar la lotería. Ella estaba con Lauren, así que supongo que lo hacía. Llevaba un vestido largo
color verde oliva y tenía tetas para morirse. Sus labios estaban pintados de rojo fuego para que coincidiera con sus uñas. Sus dedos estaban entrelazados con los de ella y ambas coquetearon con las cámaras como un par de modelos. Ella sin duda sacudió la alfombra roja mucho mejor que yo. Era hermosa y la odiaba.
No quería ver nada más de ellas juntas, pero ¿que hice? Hice clic en la siguiente imagen y ahí fue cuando mi corazón dejó de latir. Ella tenía su cabeza echada hacia atrás ligeramente, riéndose de lo que Lauren estaba susurrando en su oreja. Tenía el brazo alrededor de su cintura, acercándola. Sin duda ellas se conocían, estaban cómodas juntas. Muy cómodas. No podía aguantar más, cerré la laptop y salí pisando fuerte de mi habitación.

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