Capitulo 40

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Gemma

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Gemma

— Eres muy tonta Gemma ¿lo sabias? Renunciar a tu apellido, darle la espalda a tu abuelo. Leonardo Ferreti estaría muy decepcionado de su nieta —responde ella.

—No voy a discutir asuntos como este con usted señora —replico.

—Le diste el poder a Santo, convertiste en enemigos a mis hijos y luego Marcello fue llevado por tu culpa lejos de mí, ni siquiera puedo estar a su lado y todo es tu maldita culpa —aprieta sus labios al decirlo con furia—. Eres la maldición de esta familia.

—¿Una maldición? —la encaro sin miedo—. Me dice que soy una maldición, pero no sabe cuánto agradezco que Santo no hubiese asesinado a Marcello, él era solo una marioneta de su juego y de Raffaelle, Marcello fue empujado por el odio y la rabia a cometer errores que su hermano jamás perdonaría, sin embargo vi en los ojos de Marcello arrepentimiento, a pesar de todo vi aquello en sus ojos, de usted no puedo decir lo mismo.

Ella dibuja una media sonrisa.

—Dime Gemma ¿Santo lo sabe? Sabe la verdadera razón por la que has renunciado al apellido, ¿Cuánto tiempo crees que le lleve a tu marido saber la verdad? —inquiere.

Me quedo en silencio ignorando lo que ha dicho.

—¿Sabe que es posible que te mueras? —pregunta.

—Usted no sabe nada.

—Claro que lo sé —dibuja una media sonrisa—. Sé lo que le ocultas, lo que a todos a decir verdad le ocultas. El médico me lo dijo todo, solo es cuestión de tiempo para que Santo lo sepa, y ese será un pésimo momento para él, se quebrará al saber que su querida esposa va a morirse, al final cometió la estupidez de enamorarse de ti, desde ese momento Santo Cappelleti se convirtió en un hombre débil.

—Fuera de mi casa —respondo con enojo.

—No seas tonta y cédele el poder a mi padre. Solo así la camorra podrá dejarnos en paz.

—¿Cree que voy a darle el poder al hombre por el cual he pasado los peores momentos de mi vida? ¿Cree que voy a ceder por sus estúpidas amenazas contra mí? —la tomo fuerte del brazo—. No tengo miedo de lo que diga o haga, usted y Raffaelle son idénticos.

—Mi casa fue destruida, no tengo a donde ir, y por ley me corresponde esta mansión.

—Yo soy la esposa de Santo, y en mi casa no hay sitio para personas podridas como usted, así que es mejor que se vaya ahora mismo antes de que cometa una locura.

Ella se logra zafar de mi agarre en cuanto ve la figura de santo atravesar el jardín.

—Creí ser claro con Roberto en no dejarte pasar —dice furioso en cuanto la ve.

—Ya me iba —me gira a ver.

Aprieto mis labios pensando en que en cualquier momento aquella mujer soltara la lengua revelando la verdad sobre mi salud.

La Tentación de lo ProhibidoWhere stories live. Discover now