Capitulo 12

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Gemma

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Gemma

¿Cómo podría confiar en Santo? Le tenía miedo, no sabía que esperar de él. Sin embargo había sido la única persona que me había protegido desde que puse un pie en esa casa, pero mi abuelo me enseño a no confiar en los demonios, y este no era cualquier demonio. Así que cuando me ha dado su voto de confianza para creer en el prefiero guardar silencio.

—Está bien, es normal que no me tenga confianza. Después de todo mis acciones no le han demostrado algo de lo cual me sienta orgulloso.

—Qué bueno que lo tenga claro —le respondo con total seriedad.

Él dibuja una media sonrisa.

—Baje a comer señorita Ferreti —se levanta de donde se encuentra—. Mi abuelo está muy preocupado por usted estos días, y no quisiera que se enfermara.

—¿El señor Raffaelle está enfermo?

—Del corazón, pero es de esos hombres que no les gusta verse débiles ante los demás.

Me siento pésimo por lo que ha sucedido, me he resguardado en esa enorme habitación tratando de ignorar lo que sucedió como si aquello pudiera ayudarme en algo.

—Sé que la pregunta ya no viene al caso, pero... —se queda pensativo unos cuantos segundos—. ¿Se siente bien después de lo que sucedió esa noche? Yo no debí pasar desapercibido el estado en la que lo encontré, permítame extenderle mis disculpas.

Santo no era de los que admitía una equivocación o del cual se le escuchara una disculpa de esa forma y ahora lo estaba haciendo conmigo.

—Fue un error dejarla sola en medio de las calles de Roma, y por ese error casi sucede una tragedia. Si le sirve de alivio puede insultarme, me lo merezco.

Me suelto a reír con aquello.

—No necesita decirme eso señor Cappelleti, si deseo decirle que es un imbécil con letras mayúsculas se lo diré de frente y sin miedo a lo que me responda —él abre sus ojos de par en par con lo que le he dicho aun así no me detengo—. Algo es claro, usted no me soporta, yo menos, pero por no causarle un disgusto al señor Raffaelle simularé que me llevo de maravilla con su nieto estúpido y amargado. Pretenderé que me encanta estar pegada a usted aun cuando me fastidie más que la comezón.

—Señorita Ferreti —aprieta los dientes.

Le hago un ademán para que se calle.

—Si no desea que su abuelo se entere de lo que sucedió aquel día es mejor que me mantenga de buen humor señor Cappelleti, porque sé que usted de Santo no tiene sino el nombre.

—Creí que eso había quedado claro desde la primera vez que nos vimos.

—Si me pidieran describirlo diría que es solo un hombre de traje con un matón al lado que obedece órdenes.

La Tentación de lo ProhibidoWhere stories live. Discover now