SANTO
Observo a Gemma dormir profundamente junto al bebé. La había logrado convencer de regresar juntos a Roma, sabía que no estaba gusto en esta ciudad después de lo que sucedió todos estos meses, no puedo retroceder el tiempo y borrar aquellos momentos de su vida, me lamentaba día y noche de lo que había sucedido.
Me había logrado librar del demente de Marcello enviándolo junto a mi padre a un lugar lejano de nosotros, y allí se mantendría por el resto de su vida. Tenía en mente solo ahora una sola cosa en mi cabeza y era hacer feliz a Gemma y a mi hijo, pero aquello no podría ser posible sin deshacerme del principal mal de todo esto, mi abuelo.
Aún quedaban cuentas por saldar.
Me asegure antes de regresar a Roma de conseguir junto a Roberto una casa segura y blindada para mi familia, una fortaleza que ni el mismo presidente podría atravesar, ahora mi poder en la camorra había aumentado, pero todo aquello tenía un costo. Un costo que estaría depuesto a pagar si con eso me libraba de todo el mal posible en mi vida.
Me alejo de la cama mientras acomodo a Gemma en las sabanas y la cubro para darle un beso de despedida a ella y a Santino. Nunca creí que a mi vida llegase alguien que pudiera darle un giro como aquel, en todos estos años nunc ame preocupe por ninguna otra persona que no fuese mi madre, pero incluso ella ahora me ha traicionado.
—No saben como me cuesta dejarlos —susurro antes de salir de la habitación.
Un nudo se crea en mi garganta, calmo los sentimientos que se revuelven en mi interior en aquel instante. Cruzo las puertas de la habitación y bajo los escalones para reunirme junto a Roberto y el grupo de hombres que he reunido para ir en busca de mi abuelo a su nuevo hogar, un sitio no muy alejado de la antigua mansión.
—Mi señor los autos están preparados, lo hombres esperan indicaciones —responde Roberto.
—Gracias Roberto.
—He dispuesto a un hombre de confianza para que cuide de la familia, no se preocupe por ello.
—¿Qué?
—Me encargué de buscar a un hombre en el que usted puede confiar, créame.
—Roberto dije que serias tú quien se quedaría con mi familia.
—Lo siento señor Santo, pero mi deber es permanecer a su lado brindándole seguridad —dice serio—. No olvido las reglas de la camorra. Honor, lealtad, hasta el final.
—Y a mí no me interesa aquello, me interesa mi familia y sé que esta mas segura contigo que con un desconocido.
—No pienso quedarme en la casa, voy a ir detrás suyo.
—Eres un pésimo empleado ¿lo sabes? ¿Qué clase de empleado no sigue las ordenes de su jefe?
—¿Aun cuando estas son descabelladas y lo llevan a una muerta segura? —pregunta sarcásticamente.
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La Tentación de lo Prohibido
RomanceHace veinte años dos familias juraron lealtad con un trato que ni el mismo diablo podría disolver, ahora que el patriarca de la familia Ferreti ha muerto ha llegado el momento de hacerlo cumplir. Santo Cappelleti no tendrá más opción como líder de...