Capitulo 23

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Gemma

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Gemma

Observo con detalle el vestido blanco que está encima de la cama, Santo lo ha escogido para nuestro matrimonio, tiene detalles plateados y pequeños adornos que simulan plumas en la parte de las mangas, es más que hermoso. Es un vestido bellísimo, en sueños imagine usar algo tan bonito como esto.

—¿Te ha gustado? —pregunta mientras apoya su cabeza en mi hombro y sonríe.

—Me ha encantado, es hermoso.

—Y espera a que lo lleves puesto.

Me giro para darle un beso en los labios, adelantamos la boda por obvias razones, no podíamos dejar que la familia interviniese, y menos que se enterase de que ahora estábamos viviendo en esta casa aislada de la maldad de los Cappelleti.

—Roberto se ha encargado del jardín, el notario llegara en menos de dos horas.

—Dos horas para que me convierta en tu esposa —le rodeo el cuello con los brazos—. ¿Nervioso?

—Un poco, me caso con la mujer que amo. ¿Tu estas nerviosa? —pregunta.

—Mucho, me caso con el capo de la camorra. Aunque para mí siempre serás el hombre que quiero, no me importa lo que seas.

—Y tú siempre serás la única mujer que puede mandar en este corazón —responde con una sonrisa.

Le regreso una de vuelta.

—¿Qué hay de tu traje futuro esposo? ¿Qué color es?

—No te lo diré.

—Has visto mi vestido de novia, merezco ver el tuyo ¿no crees?

—Lo dejaré a tu imaginación —une sus labios a los míos y el maullido de los gatos nos hace separar. Ellos se friegan en mis piernas buscando cariño

—Esos animales —rueda los ojos.

—Les he encontrado un lugar para que duerman todos juntos —me bajo a su altura para acariciarlos—. También les he puesto nombres, este de aquí es bigotes, pelusa, ébano, y rufus.

—Vaya, eres creativa con los nombres.

—No te molestes porque los deje en la casa, voy a conseguirles una casa a cada uno de ellos, quizás no tengan a donde ir.

—No he dicho que no se pueden quedar.

—¿Vas a dejar que se queden todos?

—Si te hacen feliz ¿Quién soy para impedir tu felicidad? Voy a dejar que se queden con tal de verte feliz, habrá espacio para todas esas pequeñas bolas de pelos.

—Gracias.

—¿Dónde has dejado mi recompensa? —señala su mejilla.

Le regreso un beso ligero en la mejilla.

La Tentación de lo ProhibidoOù les histoires vivent. Découvrez maintenant