Hace veinte años dos familias juraron lealtad con un trato que ni el mismo diablo podría disolver, ahora que el patriarca de la familia Ferreti ha muerto ha llegado el momento de hacerlo cumplir.
Santo Cappelleti no tendrá más opción como líder de...
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Gemma
Me he quedado en aquella enorme habitación junto a Roberto que no ha dejado de estar alerta a la puerta tal como se lo ha pedido Santo, han pasado las horas y no ha regresado. La lluvia se ha detenido sin embargo no tengo ninguna noticia de él ni menos el castaño quien parece algo preocupado por la ausencia de su jefe.
—Roberto —lo llamo y él vuelca su vista hacia mí
—¿Si señorita Ferreti?
—¿Puedo preguntarte algo y prometes responderme con honestidad?
—No puedo prometerle nada, pero si estoy en capacidad de responderle a su pregunta con la verdad lo haré responde el castaño—. ¿De qué se trata?
—Marcello, el hermano menor de Santo. ¿Cómo es él? Santo no parece muy cómodo hablando de él cuando le toco el tema, quizás tu si puedas darme una idea de cómo es.
—Ambos son muy diferentes —dice con total serenidad—. El señor Santo, es autoritario, recto y se preocupa por la familia. Puede ser bastante rígido cuando se lo propone e intransigente ante algo, sin embargo es muy leal y firme ante toda la familia. El joven Marcello, por el contrario a su hermano, es despreocupado de la vida, está acostumbrado a su libertad, a la vida de lujos, se deja convencer muy fácil y a diferencia, de su hermano no conoce de responsabilidades, es un espíritu libre y que no le gusta ser dominado.
—Ya veo, parece que Marcello posee un genio más llevadero que el de su hermano, al que lo único que lo llevan es los demonios cuando se enfurece.
Aquello logra una sonrisa en Roberto.
—No le vayas a decir que me estoy quejando de su malhumor.
—Usted es bastante distinta a ambos, para ser honesto su personalidad no es ni parecida a la de ninguno de la familia Cappelleti y tampoco a la de su abuelo.
—¿Conociste a mi abuelo? —inquiero.
Él parece algo sorprendido con mi pregunta, casi como si hubiera revelado algo indebido.
—Bueno...
—¿Lo conociste? Dime ¿Cómo era su amistad con el señor Raffaelle? ¿Tan bien se llevaban?
—Quizás deba bajar a la recepción por si el señor Santo ha dejado un recado para algunos de nosotros.
Roberto intenta cambiar la conversación de repente pero no se lo permito.
—¿Por qué no se es es permitido hablar de mi abuelo? ¿Acaso hizo algo malo en su pasado? Por favor Roberto respóndeme.
—No, no es eso. Es solo que fue hace mucho que lo vi, usted era apenas una niña, de hecho el señor Santo y usted a se habían visto antes —dice—. El señor Leonardo y el señor Raffaelle eran buenos amigos, pasaban las tardes jugando ajedrez, mientras usted se quedaba jugando con las flores del jardín, no puedo decirle más tengo mu vagos recuerdos señorita Ferreti.
