En Cada Una

Capítulo 27

Ya frente a los departamentos mi amigo paró a lo que volteé hacia arriba tratando de ver su cara.

-¿Está mal si ya no quiero ser Spiderman? -soltó.

-Claro que no -afirmé de inmediato -serlo siempre fué, es y será una decisión tuya.

-Lo de hoy... -puede escuchar como apretaba las manillas de mi silla -no quiero estar en una situación así nunca más.

-Completamente válido -admití -en un trabajo de alto riesgo y exposición. Algo así no está hecho para todos y está bien.

-¿En serio? -dió la vuelta a mi silla y se arrodilló frente a mí.

-Te lo juro -tomé su mano -por ejemplo. Un conductor de autobús en mi antiguo colegio no estaba hecho para esa responsabilidad. Tenía dos trabajos y sin medir consecuencias se quedó dormido causando un accidente y que 9 niños murieran.

Él me miraba fijamente como si esperara algo.

-Si tú no te sientes bien en tomar esa responsabilidad está bien -sonreí -lo importante es que estés cómodo dejando el cargo y saber que si algún día estás dispuesto a aceptar esa clase de consecuencias, siempre estará disponible para tí.

-¿Cómo eres así? -su pregunta me confundió -¿Cómo es que después de todo sigues sonriéndome?

-Algo que he aprendido a lo largo de los pocos años que tengo -suspiré -es que la forma en cómo te tomas las situaciones hace una enorme diferencia entre una persona feliz y una desdichada.

Trataba de encontrar las palabras para explicarme, pero era difícil. No se pueden transmitir experiencias.

-Mi abuela por ejemplo -recordé -ella siempre fué considerada como una genio por sus padres y le dieron todo lo que podían ofrecer. Pero como ella pensaba que eso es era el mínimo y sufría por lo que no tenía se volvió un monstruo. Mató a decenas de personas por celos de las cosas que ella ya tenía, pero no disfrutaba como los demás.

-¿Ella mató personas? -parecía asombrado.

-Sí, claro -respondí simple -tan poca vergüenza que cuando atropelló a alguien cruzando por los Andes, lo enterró bajo la nieve y nunca lo encontraron. Pero eso no es lo importante. El secreto para una vida feliz es poder agradecer las oportunidades que has tenido y las cosas que has experimentado.

-¿Y está en la cárcel? -se distrajo, ¿Qué se le va a hacer?

-Nunca pisó una en su vida y decenas de situaciones así son las que me enteré yo -me reí por lo absurda de la situación -siempre me llamó la atención que ningún detective estuviera tras ella. Pero se murió hace años, así que no debería haber mayores problemas.

-¿Y la viste matar a alguien? -me miraba a los ojos esperando respuestas.

-Por su puesto -admití -incluso yo estaba en su "lista negra".

Entramos y volvimos a parar frente a la puerta del departamento.

-¿Me puedes prestar tu chaqueta por favor? -pedí -lo mejor sería poder contar lo que sucedió y después mostrar el brazo.

-Te la puedes quedar -me la puso por los hombros -te queda mejor que a mí.

-No digas eso, luces muy guapo con ella -ambos nos quedamos en silencio hasta que Miles abrió.

-Supongo que fué un éxito -sonrió tomando mi silla para entrar los tres.

-Bueno, está en la cárcel -comenté tanteando terreno.

-Genial, quiero que me cuentes todo -pidió llendo de un lado a otro -estoy buscando mi traje para mañana, pero te juro que prestaré atención.

-Hubieron algunas complicaciones -mencioné -el cazador se había infiltrado a la estación de policía y tuve la mala suerte de encontrarme con él.

Pravithra se quedó parado detrás de mí con sus manos delicadamente en mis hombros.

-¿Te lastimó? -preguntó volteando a verme mi mejor amigo.

-¿Tuvieron problemas? -cuestionó su mamá desde la cocina entrando a la sala con su esposo.

-Una cosa llevó a la otra y pensé que iba a morir -elevé sus miedos para que el impacto no sea tanto -pero gracias a la ayuda de Pravithra solo terminé con una pequeña marca que debo cuidar unos días.

-Que alivio -sonrió la señora Morales -yo te ayudaré, no te precupes. ¿Puedo verla?

-Claro -descubrí ese hombro de la chaqueta dejando ver lo que quedó de mi brazo.

Los tres se quedaron mirando el vendaje unos segundos que parecieron una eternidad.

-¡¿A eso le llamas "pequeña marca"?! -el primero en hablar fué el policía -¡No tienes brazo!

-¿Por qué siempre te metes en situaciones peligrosas? -Miles estaba muy molesto, se le notaba en la cara -solo tenías que ayudar con el plan.

Me sentía fatal. No por el brazo, sino porque los hice enojar.

No era mi intención que nada de esto pasara. Pero igual tendré que comerme que mi mejor amigo no me hable por el resto del día. Claro que después de gritarme.

-¡¿Por qué demonios siempre sales herido?! -se puso frente a mí.

No tengo idea, pero contestar no es una opción viable.

-Verte así es horrible -declaró -no puedes caminar, tiritas todo el tiempo y ahora no tienes brazo.

Lo de tiritar sí que no lo había notado. Faltan como siete cosas a esa lista de todos modos, pero solo las sabemos el libro y yo.

-Por favor detente -me miró fijamente -un día de estos en lugar del brazo y lo que tienes en la cara, podrían traerte muerto.

-No puede evitarlo -interrumpió la tía por primera vez en toda la conversación -todas las personas de su familia pasaron por lo mismo ¿Verdad?

Asentí. Nunca he tratado de justificar mis acciones con eso, pero si ella quiere...

-Su bisabuela, abuela y su madre pasaron teniendo accidentes -relató -igual de graves a los que él tiene. Pero cuando dejaron de exponerse así empezaron a tener cáncer, cinco, tres y siete veces.

-¿Tienen una maldición? -cuestionó mi amigo.

-No es una maldición -mencioné obvio -según las "brujas" que fué a ver mi abuela cuando su madre murió, tenemos tanta energía que cuando no la gastamos haciendo algo o recuperandonos, nos carcome. De ahí supuestamente que todas murieran a los cincuenta con un corazón de ochenta años. Pero eso es una estupidez.

-Marcos -me llamó Pravithra -casi todos los seres que peleé en mi dimensión son demonios. No pienso que sea imposible.

-Lo sé, pero no creo en esas cosas -comenté -no me gusta pensar que hay algo que hay algo por lo que debo moldear mis acciones y restringe mi vida.