La Odisea de M.J

536 79 10
                                    

Está será una pequeña historia de las aventuras del prota en Mumbattan antes que Pravithra lo encontrara. Espero que les guste.

Bien debo calmarme y hacer una lista mental.

El primer paso es salir de esta masa de gente e ir contracorriente no es la opción.

Lentamente me orillé mientras seguía avanzando con el grupo hasta llegar a una reja por la que subí.

Me dolía todo, pero eso no iba a arreglar mi problema.

Escalé hasta un balcón encontrando otro desafío. Habían miles de personas rodeando todo el edificio para escapar.

Seguí subiendo por la escalera de emergencia hasta llegar al techo. Desde ahí pude ver un pequeño cerro. Seguro desde ahí puedo ubicar la dichosa universidad.

Tomé aire mirando al edificio de enfrente y salté.

No llegué bien, mis manos apenas habían rozado el borde, pero por suerte una chica me agarró del brazo un piso más abajo.

-Eso fué estúpido -reclamó -casi te matas y a otras muchas personas cayéndoles encima.

-Lo sé, pero a veces solo debes dar un salto y esperar no morir -me reí, pero a ella no le pareció tan gracioso.

-Si piensas así solo harás que te maten -declaró -mejor te hubiera dejado caer.

"Que buen genio".

-Mira -suspiró -hay un policía arriba ayudando a la gente a deslizarse por una cuerda entre edificios. Si le dices que te mando Gayatri te va ayudar.

-¿Y todas las personas abajo? -cuestioné -¿No se van a asfixiar?

-Hay muchos policías ayudando -aclaró -lo último que necesitan es un idiota haciendo las cosas peor.

-Gracias -dije por cortesía -supongo.

Subí las escaleras y efectivamente había un policía.

-¿Señor oficial? -me le acerqué -¿Podría por favor ayudarme? Con mi amigo nos separamos y me habló de una fuente en una universidad, conocí a una chica llamada Gayatri y me mandó con usted.

Él me miró seriamente unos segundos y luego me sonrió.

-Claro niño -me puso el arnés antes que pudiera decir algo -este calle te va a llevar d edificio a edificio hasta el monte de allá -me señaló el cerrito -en la punta de este está la universidad que buscas.

-Muchas gracias -me lanzó hasta el edificio cercano.

Fueron 25 cables, pero lejos es la mejor forma de viajar.

Ya habían pocas personas abajo tratando de llegar a sus casas.

Yo miré hacia arriba y me dí cuenta lo mucho que tendría que subir. Y no traje ninguna botella de agua.

A la mitad del camino ví un Kiosco y como estaba más seco que escupo de momia fuí corriendo a comprar.

Al frente mío estaba una señora mayor que se veía pensativa.

-Disculpe joven -se dió vuelta -¿Me podría ayudar? Mi sobrino va a traer a alguien que no es de la zona. ¿Cuál le gustaría más a un chiquillo de tu edad?

-Bueno, esos espirales se ven divertidos y sabrosos -comenté -son brillantes y de un color parecido al caramelo.

-¿Me da tres bolsas de Yalebi? -pidió la señora y después de pagar pasé yo.

Me entregaron dos botellas de agua y me iba a sentar a descansar cuando la señora de antes se me acercó.

-¿Quieres probarlos? -me mostró uno de los paquetes abierto -no eres de aquí, los comas tú. Yo ya he comido muchas veces.

-No podría aceptar, son para su sobrino y su amigo -me negué con una sonrisa a lo que ella puso una cara más dura.

-Al menos pruebalos -me los acercó más a la cara -o vas a deshonrar mi amabilidad y mis dulces favoritos.

-De acuerdo -suspiré -pero solo uno.

-¿Como te llamas hijo? -preguntó sentándose.

-Marcos, pero mis amigos me dicen M.J -tomé uno de los espirales y me lo comí, era bastante  dulce, pero también tenía azafrán -está muy rico, muchas gracias.

-Me alegro que te hayan gustado, compro estos dulces hace 56 años aquí mismo -se rió -solo pensé que a los jóvenes de hoy les gustan más esos Kulfi, mi sobrino siempre los come.

-Seguro también son ricos, pero estos saben muy distinto a lo que había probado antes -acepté -muchas gracias, pero debo seguir mi camino.

-Fué un gusto conocerte pequeño -sonrió.

-Igualmente señora...

-...Maya -comentó ella.

-Gracias señora Maya -le sonreí de vuelta y seguí mi camino.

Ya en la punta había mucha gente corriendo, por lo que no pude ver qué pasaba hasta que estaba en frente de un puma andino.

En estos momentos agradezco haber vivido al lado de la reserva en dónde los soltaban después del veterinario.

Me agaché con las rodillas como se me había indicado hace tantos años para hacerme ver más pequeño.

Respiré profundo tratando de mantener la calma y le miré a los ojos para dos segundos después romper esa vista parpadeando lo más lento que podía.

El puma hizo lo mismo. Como es de día quiere acabar con la amenaza y dormir.

Volví a mirarlo, pero como acto seguido agaché la cabeza mirando el suelo y extendí suavemente la mano.

Debía mantener la calma mientras rogaba para que los pumas de esta dimensión fueran iguales a los de la mía.

El animal se acercó lento y olfateó mi mano. Podía escuchar a las personas soltar suspiros de miedo y angustia.

La criatura puso su cabeza debajo de mi mano dándome el permiso de acariciarlo  y de que era confiable.

Le hice cariño detrás de la oreja manteniendo la posición que tenía antes.

Cuando se puso debajo de mi brazo me senté en el suelo y le seguí acariciando hasta que se echó en mis piernas.

Me rodeó con su cola y se quedó dormido mientras yo seguía acariciando su cabeza.

Realmente encontrarlo de día fue lo mejor que me pudo pasar. De noche solo hubiera sido su cena.

¡Hola!

Espero que se encuentren lo mejor posible y que les hayan gustado estas dos partes.

Muchas gracias a todos los que han llegado hasta aquí. Realmente lo aprecio.

¡Nos leemos luego!

En Cada UnaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora