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Ya están muy cerca...
—¡Y esas sonrisas falsas! —señaló Hester.
—¡Y qué obsesión por el rosa! —soltó Anadil.
¡Las hadas están en la puerta de al lado!
—No veo la hora de matar a mi primera princesa—dijo Hester.
—Hoy es un día tan bueno como cualquier otro —propuso Anadil.
¡Ya llegaron! Sophie estallaba de felicidad: ¡escuela nueva, amigos nuevos, vida nueva! Pero las hadas pasaron de largo por su habitación.
A Sophie el corazón le dio un vuelco. ¿Qué había ocurrido? ¡Cómo pudieron olvidarla!
Pasó junto a Anadil al dirigirse hacia la puerta, la abrió de golpe y todo lo que vio fue piel de lobo. Sophie se sobresaltó y Hester cerró la puerta con fuerza.
—¡Vas a hacer que nos castiguen a todas! —gruñó Hester.
—¡Pero estaban aquí! ¡Me estaban buscando! —insistió Sophie.
—¿Estás segura de que no podemos matarla? —quiso saber Anadil, viendo cómo las
ratas devoraban al ratón.
—¿De qué parte del bosque vienes, encanto? —Dot preguntó a Sophie, mientras olía
una rana de chocolate.
—No vengo del bosque —respondió Sophie con impaciencia, mientras espiaba por la
mirilla. No cabía duda de que los lobos habían espantado a las hadas. Tenía que volver al puente para encontrarlas, pero ahora había tres lobos de guardia en el pasillo. Estaban comiendo nabos asados en platos de hierro fundido.
¿Los lobos comen nabos? ¿Con tenedor?
Pero había otra cosa extraña en los platos de los lobos.
Eran hadas, que hurgaban entre la comida de las bestias.
Sophie abrió los ojos de par en par.
Un atractivo hada varón la miró. ¡El hada puede verme! Sophie juntó las manos y
movió los labios en silencio, como diciendo «¡Ayúdame!» a través del cristal. El hada sonrió, comprensivo, y murmuró algo al oído del lobo. Este miró a Sophie y dio una salvaje patada a la mirilla. Sophie cayó hacia atrás, entre un coro de risitas y carcajadas displicentes.
Las hadas no tenían ninguna intención de rescatarla.
A Sophie le temblaba el cuerpo y estaba a punto de estallar en sollozos. Luego oyó que alguien se aclaraba la garganta y se dio vuelta.
Las tres chicas la miraban confundidas.
—¿Qué quieres decir con eso de que «no vienes del bosque»? —quiso saber Hester. Sophie no estaba de humor para responder a preguntas tontas, pero ahora, estas
pánfilas eran su única esperanza de encontrar al Director.
—Vengo de Gavaldon —explicó, reprimiendo las lágrimas—. Ustedes tres parecen
conocer este lugar, así que les agradecería que me dijeran dón...
—¿Eso es cerca de las Montañas Murmuradoras? —interpeló Dot.
—Solo los Nuncas viven en las Montañas Murmuradoras, tonta —refunfuñó Hester. —Apuesto a que es cerca del Vendaval del Arcoíris —aportó Anadil—. De allí vienen
los Siempres más fastidiosos.
—Disculpen, estoy perdida —objetó Sophie—. ¿Qué significa Siempres? ¿Y Nuncas? —Ella es una especie de Rapunzel que vive en un mundo aparte —añadió Anadil—.
Eso lo explica todo.

La escuela del bien y el malWhere stories live. Discover now