Capítulo 18

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—Pensé que vendrían sirvientes—le dijo a la sombra—. O por lo menos una calabaza convertida en carroza.

Agatha siguió corriendo a toda velocidad, pero Sophie casi había desaparecido entre los árboles. Por todos lados, el fuego crecía cada vez más, listo para devorar la aldea entera.

Al ver las grandes llamas, Sophie sintió alivio porque ya nadie podría rescatarla. Pero ¿dónde está el otro niño? ¿Dónde está el alumno de la Escuela del Mal? Se había equivocado con respecto a Agatha. Mientras era arrastrada hacia los árboles, Sophie observó el esplendor del fuego y lanzó un beso de despedida a la maldición de una vida común y corriente.

—¡Adiós, Gavaldon! ¡Adiós, vulgaridad! ¡Adiós, mediocridad! Entonces vio a Agatha arremeter contra las llamas.

—¡No, Agatha! —gritó.

Agatha saltó sobre ella y la sombra las arrastró a ambas hacia la oscuridad. Al instante las llamas que rodeaban a los aldeanos se extinguieron. Corrieron hacia el bosque, pero por arte de magia los árboles crecieron gruesos y espinosos, impidiéndoles el paso.

Era demasiado tarde.

La escuela del bien y el malWhere stories live. Discover now