Capítulo 23

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Un lobo la sacó de un tirón y le dio una patada para que se pusiera en la fila. Sophie abrió la boca para protestar, pero vio que el niño comadreja nadaba hacia ella y suplicaba:

—¡Espérame!

Presurosa, se sumó a la fila de jóvenes sombríos que arrastraban sus baúles en medio de la niebla. Si alguno se entretenía, uno de los lobos le daba un golpe seco con la fusta, de manera que Sophie marchaba a buen ritmo mientras se limpiaba el vestido, se sacaba las lombrices y lloraba por su hermoso equipaje, que quién sabe dónde estaría.

El portal del castillo estaba hecho de puntas de hierro entrecruzadas con alambre de púas. Cuando se acercó se dio cuenta de que no era alambre, sino un mar de víboras negras que arremetían y siseaban en su dirección. Sophie chilló y entró corriendo y, al mirar hacia atrás, vio unas palabras talladas y oxidadas sobre el portón, entre dos cisnes negros:

ESCUELA PARA LA EDIFICACIÓN DEL MAL Y LA PROPAGACIÓN DEL PECADO

Más adelante, la torre de la escuela se alzaba como un demonio alado. La estructura principal, hecha de piedra negra repleta de agujeros, despedía nubes de humo, como si fuera un torso descomunal. De los costados sobresalían dos chapiteles anchos y torcidos, de los que surgían enredaderas rojas y venosas, como alas sangrientas.

Los lobos condujeron a los jóvenes hasta la entrada de la torre principal, un túnel largo y dentado con forma de hocico de cocodrilo. Sophie se estremeció mientras el pasadizo se hacía cada vez más estrecho, tanto que apenas podía ver al alumno frente a ella.

Se abrió paso entre dos piedras recortadas y se encontró en un vestíbulo con goteras y olor a pescado podrido. Gárgolas demoníacas sobresalían de unas vigas de piedra, con antorchas encendidas en las mandíbulas.

Bajo la luz amenazante de la chimenea había una estatua de hierro que representaba a una bruja calva y sin dientes con una manzana en la mano. A lo largo de la pared había una columna que se caía a pedazos, con una enorme letra N pintada de negro, y con diablillos, trolls y arpías de aspecto siniestro que subían y bajaban por ella como si fuera un árbol. La siguiente columna tenía una U pintada de color rojo vivo, embellecida con gigantes y duendes danzantes. Mientras avanzaba lentamente en la fila interminable, Sophie dedujo la palabra que formaban las letras (N-U-N-C-A) y de repente se encontró en un lugar del salón desde donde pudo ver cómo la fila serpenteaba frente a ella. Por primera vez pudo observar con claridad a los otros alumnos y faltó poco para que se desmayara.

La escuela del bien y el malWhere stories live. Discover now