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Agatha miró el pergamino, estupefacta.
—Pero...
Una ninfa de cabellera verde le entregó una canasta con libros, de la cual algunos
sobresalían:
El privilegio de la belleza
Cómo conquistar a tu príncipe
Libro de recetas para ser bella
Vocación de princesa
Lenguaje animal 1: ladridos, relinchos y piadas

Luego, una ninfa de pelo azul le entregó su uniforme: un vestido rosa cortísimo con claveles en las mangas abullonadas, sobre una blusa de encaje blanco a la que parecían faltarle tres botones.
Atónita, Agatha observó cómo las futuras princesas que la rodeaban se ajustaban los vestidos color rosa. Miró los libros que le decían que la belleza era un privilegio, que podía conquistar a un príncipe hermoso, que podía hablar con los pájaros. Contempló el horario, pensado para alguien hermoso, elegante y amable. Levantó la mirada y vio al profesor atractivo, que seguía sonriéndole, como si esperara grandes cosas de Agatha de Gavaldon.
Agatha hizo lo único que sabía hacer cuando se esperaba algo de ella.
Subió corriendo la escalera azul de la torre Honor y atravesó pasillos color verde mar, seguida por hadas que tintineaban furiosas detrás de ella. Al pasar a toda velocidad por los pasillos y subir corriendo las escaleras, no tuvo tiempo de asimilar lo que veía: pisos hechos de jade, aulas de caramelo, una biblioteca hecha de oro, hasta que llegó a la última escalinata e irrumpió por una puerta de cristal esmerilado que daba a la cima de la torre. Frente a ella, el sol iluminaba una galería al aire libre con imponentes setos recortados como esculturas. Antes de que Agatha pudiera ver siquiera qué formas dibujaban, las hadas irrumpieron a través de la puerta, lanzando de su boca telarañas doradas y pegajosas para atraparla. Se agachó para esquivarlas y se arrastró como un gusano en medio de los colosales setos.
Cuando logró ponerse de pie, siguió corriendo y saltó sobre una elevada escultura de un príncipe musculoso con su espada en alto sobre un estanque. Escaló por la frondosa espada hasta la punta, mientras se defendía a patadas del enjambre de hadas. Pero las hadas siguieron acumulándose, y en el momento en que escupían sus brillantes redes, Agatha cayó al agua del estanque.
Al abrir los ojos, notó que estaba completamente seca.
El estanque debió haber sido un portal, pues ahora estaba del otro lado, en un pasaje abovedado de cristal azul. Agatha miró hacia arriba y se quedó paralizada. Estaba en la punta de un estrecho puente de piedra que se extendía a través de la espesa niebla hacia la torre putrefacta del otro lado del lago. Era un puente entre las dos escuelas.
Los ojos se le llenaron de lágrimas. ¡Podía salvar a Sophie!
—¡Agatha!
Agatha entrecerró los ojos y vio que Sophie venía corriendo entre la neblina.

La escuela del bien y el malDonde viven las historias. Descúbrelo ahora