Capítulo 19

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—Nos volvemos a casa ya mismo.

La rama se meció, se tensó como una honda y las lanzó hacia arriba como si fueran balas. Antes de que alguna pudiera gritar, aterrizaron en otra rama. Agatha intentó hacer equilibrio para buscar otro fósforo, pero la rama volvió a tensarse y a arrojarlas hasta la siguiente rama, que a su vez las lanzó hacia otra.

—¡QUÉ GRAN ALTURA TIENE ESTE ÁRBOL! —chilló Agatha. Lanzadas de una rama a otra como pelotas, chocaron una contra la otra. Los vestidos se engancharon en las espinas y ramitas y se dieron la cara contra las rodillas, hasta que, por fin, llegaron a la rama más alta.

Allí, en la copa del olmo, había un gigantesco huevo negro. Ambas lo miraron, perplejas. El huevo se quebró y la yema, oscura y pegajosa, las salpicó cuando un pájaro colosal, formado solo por huesos, rompió el cascarón. Miró a ambas y soltó un colérico chillido capaz de romperles los tímpanos.

Luego el pájaro las atrapó en sus garras y salió volando mientras ellas gritaban, finalmente de acuerdo en algo. El pájaro óseo penetró en el bosque siniestro y Agatha encendió rabiosamente un fósforo tras otro en las costillas del ave, con lo cual pudieron ver ojos rojos y sombras que se erizaban en las tinieblas.

Por todas partes, los árboles larguiruchos intentaban atraparlas mientras el pájaro se inclinaba y alzaba vuelo para evitarlos, hasta que oyeron un trueno más adelante y dieron de lleno con una terrible tormenta eléctrica.

Los rayos partieron algunos árboles, que volaron hacia ellos, y ambas se taparon la cara para protegerse de la lluvia, el lodo y las ramas. Esquivaron telarañas, colmenas y víboras, hasta que el pájaro cayó en unos brezos mortíferos y ellas palidecieron y cerraron los ojos para resistir el dolor. Después se produjo un silencio.

—Agatha...

Agatha abrió los ojos y vio que el sol brillaba. Miró hacia abajo y contuvo el aliento.

La escuela del bien y el malWhere stories live. Discover now