Capítulo 30

234 29 10
                                    

Este capítulo es 🔥🔥, ¡espero que os guste!


Capítulo 30

Sandra llegó a la casa de Minerva por la mañana y su amiga contestó al telefonillo con su habitual tono de voz despreocupado. Cuando Sandra llegó a su piso, la puerta se encontraba entreabierta y el sonido de alguien enredando en la cocina le llegaba claro.

—¿Estás cocinando algo? —preguntó.

La sonrisa de Minerva se iluminó al verla y dejó la bandeja que tenía en la mano sobre una mesa.

—Un bizcocho. Gracia no deja de comer, me siento como la bruja malvada de Hansel y Gretel, todo el día preparando pasteles y lasaña. Te juro que cuando yo esté embarazada, dentro de treinta años, Gracia va a tener que devolverme el favor.

Sandra estalló en una carcajada.

—¿Dentro de treinta años? ¿No vas a ser un poco mayor entonces?

—La tecnología está avanzando mucho, Sandrita —contestó su amiga con una fingida sonrisa de suficiencia—. Hoy en día una puede vivir su vida por completo y, cuando se aburre de tanta rutina, puede comenzar una familia.

—Yo creo que Poncho querrá tener una familia antes de ser un anciano.

Minerva abrió mucho los ojos. Después le bufó a Sandra.

—¡Oye! Eso no tiene gracia...

La rubia alzó las manos, haciéndose la inocente.

—¿Qué? No he dicho nada. No quiere decir que vayáis a tener una familia juntos... pero ya sabes, al menos ya habéis hecho el primer paso.

Minerva enrojeció de pies a cabeza y cerró el horno con rapidez. Después se llevó las manos a la cara, cubriéndosela por completo.

—Ay, no me lo recuerdes, por favor. ¿Qué he hecho?

Sandra se acercó a ella, de pronto su voz fue más baja y su gesto más curioso.

—¡Pero dame detalles! No me has dicho nada...

—¡No!

Con confianza, Sandra le dio un par de golpecitos en el brazo con su mano. Su amiga enrojeció aún más.

—En serio, ¡tía! No es que yo me lo haya preguntado... ¿pero qué tal es Poncho? ¿Te imaginas que es una fiera en la cama? Y nosotras como dos imbéciles, siendo sus mejores amigas.

Minerva no supo si lanzar una carcajada o esconderse dentro del armario para no tener que responder esa pregunta. Después rememoró, por enésima vez, lo que había sucedido en esa fiesta. Joder, la verdad es que había sido bueno, demasiado bueno. Se estremeció al recordar el modo en el que su cuerpo se había estremecido, en cómo se había sentido al tener un orgasmo entre los brazos de Poncho, sintiéndolo dentro, sintiendo sus labios sobre los suyos.

Suspiró.

—Es bueno —contestó en un susurro—. Joder, muy bueno.

Y Sandra dejó de reírse por un momento. Quizás porque no esperaba ninguna respuesta o, quizás, porque esperaba que Minerva comenzara a bromear y a reírse del modo en el que Poncho no se quitaba los calcetines a la hora de hacerlo, o de que solo había durado cuarenta segundos. Lo que no pensó que oiría fue una respuesta tan seria, que su amiga miraría al suelo y pronunciaría esas palabras con tanta contundencia, casi con miedo.

Sandra apartó la vista. De pronto no sabía cómo reaccionar, no sabía qué decir.

—Ayer hice algo alucinante —dijo al cabo de unos segundos—. No te lo vas a creer.

Cada centímetro de ti.Where stories live. Discover now