Capítulo 29

216 28 15
                                    

Os dejo una foto de Nando en multimedia 😜

Capítulo 29


Eran casi las tres de la mañana cuando Armando Rubio, el jefe de oncología del hospital de San Julián, miró a su hijo y reparó en su semblante cansado y sus ojeras. Nando no había descansado bien en los últimos cuatro o cinco días, algo le decía que estaba a punto de desarrollar uno de esos resfriados que te dejan planchado durante una semana.

—¿Estás bien, Nando? —preguntó Armando.

Se encontraban en una de las salas de descanso para médicos en el hospital. Nando se estaba bebiendo un café de la máquina y su padre sabía a ciencia cierta que era el tercero que se tomaba en las últimas dos horas. La sala no era muy grande, contaba con una mesa y media docena de sillas, además de un sofá de cuerpo y, en las paredes, un par de puertas conducían a sendas habitaciones equipadas con camas individuales destinadas al descanso de médicos y enfermeros.

—Sí, muy bien.

—Tienes una cara terrible.

Armando era un hombre grande de cincuenta y ocho años. Tenía el cabello blanco, aunque antaño había sido rubio como el de su hija pequeña, y conservaba su altura de metro noventa, así como una salud increíble. Sus ojos eran color miel y muy expresivos, heredados tanto por Nando como por Sandra.

—Tengo la garganta un poco reseca.

Su padre lo miró con desaprobación. Sabía que él, como jefe suyo que era, jamás lo trataría con ningún tipo de diferencia al resto de personal médico del hospital, pero aun así Nando siempre había sentido la necesidad de probar ante todos que ser el hijo de uno de los médicos más cotizados de la ciudad no afectaba en absoluto a su trabajo individual y que no obtenía ningún beneficio profesional ante los demás.

Quizás por eso se mantenía en el hospital a esas horas, bebiendo café y tratando de ignorar el punzante dolor de cabeza que le provocaba sudores desde hacía horas.

—Nando, ¿cuántas horas llevas trabajando?

—Catorce —respondió él—, salgo a la una.

—No puedes trabajar en este estado. Vete a casa, es una noche muy tranquila y no me sirves de mucho si te desmayas en mitad de una emergencia.

—Oh, vamos, no voy a desmayarme...

—Catorce horas estando enfermo son treinta estando sano, Nando. Vete a casa y llámame mañana para contarme cómo estás y si puedes venir a trabajar.

Nando asintió con la cabeza. No quería discutirle a su padre porque sabía que era un hombre de ideas fijas y, siendo objetivo, tenía razón; la noche estaba siendo muy tranquila y había personal suficiente, sorprendentemente. A veces, era muy duro trabajar sabiendo que, si alguien faltaba, era imposible sacarlo todo adelante. Gracias al cielo, ese no era el caso.

Nando se puso en pie para recoger sus cosas.

—Gracias —le dijo a su padre.

Armando asintió con la cabeza y salió de la sala con pasos elegantes.

***

El aire de la calle le despejó un poco durante el trayecto a casa, el cual realizó con las ventanillas abiertas para ver si el dolor de cabeza remitía un poco. Aparcó el coche frente al portal de su apartamento, comprobando que a pocos metros se encontraba estacionado el coche de Krystian. Su amigo no había estado en casa por la mañana, cuando él había salido a trabajar.

Subió a su piso en ascensor, preguntándose si tendría un poco de fiebre. La verdad es que la falta de sueño repercutía muy negativamente en él y en esos momentos se sentía como un saco de escombros. Abrió la puerta, accediendo al piso, completamente en silencio. Vio las llaves de Krystian en la puerta, nada fuera de lo previsto.

Esperaba que Krystian siguiera despierto, pues era sábado y él era un ave nocturna. A veces lo escuchaba en su habitación, viendo series o películas hasta las cuatro o las cinco de la mañana. No así entre semana, cuando Krystian se despertaba antes de las siete para ir a trabajar.

Nando pensó que a él también le gustaría tener un horario regular, para variar un poco. Llevaba casi siete años ejerciendo como médico y reconocía que las cosas que había vivido en las guardias nocturnas no podrían haberle sucedido en ningún otro trabajo.

El sonido de su móvil lo sobresaltó y leyó que su teléfono le recordaba que tenía un mensaje de WhatsApp de Tania sin leer. Lo abrió de inmediato y le contestó a su novia que había regresado a casa antes de lo previsto, pero que iba acostarse ya porque no se sentía bien.

Caminó hasta su habitación, pero se quedó parado un instante frente a la puerta de Krystian. ¿Estaría durmiendo? Ya eran las tres y veinte, quizás sí. Siguió directo hasta su habitación, pasando de largo por la puertade Krystian.

Casi había llegado cuando le pareció escuchar un ruido proveniente del cuarto de su amigo. Quizás, después de todo, sí estaba despierto.

Nando regresó a la puerta y llamó suavemente; conociendo a Krystian, estaría viendo una película. Quería contarle que se sentía hecho una mierda y que su padre lo había mandado a casa, que no se asustara si al día siguiente escuchaba ruido en la casa. Estaba incluso pensando una broma para hacerle al abrir la puerta, quizás pegarle un pequeño susto.

Nadie contestó al otro lado de la puerta, pero aun así Nando abrió ligeramente para asegurarse de que su amigo estaba despierto. Lo encontró tumbado sobre la cama y estuvo a punto de cerrar la puerta, casi decepcionado por no poder tener una pequeña charla nocturna con su mejor amigo. Pero, entonces, distinguió un cabello rubio y unas piernas largas reposando también sobre la cama. Abrió mucho los ojos, sorprendidísimo porque su amigo estuviera con una chica en la habitación.

No encajaba con lo que había imaginado, pero reconocía que Krystian se encontraba muchísimo mejor últimamente respecto a su divorcio. Llevaba semanas sin siquiera mencionar el nombre de Paula, como si no existiera. Había creído que se trataba de un mecanismo de defensa que su amigo estaba construyendo, o algo por el estilo, pero... ¿y si se debía a algo más?

Ya estaba cerrando la puerta cuando la visión, tenuemente iluminada, que acababa de observar le resultó familiar. Una voz le dijo «esa chica se parece un poco a Sandra».

Entonces Nando abrió la puerta de nuevo y por fin observó con claridad las dos figuras que dormían sobre la cama, ajenos por completo a todo lo que estaba sucediendo en su cabeza.


Aquí comienza el tsunami...

Mil gracias por leer :) Si estáis ociosas, pasaos por Lo llaman Karma!! Estoy reeditando la historia y estoy segura de que os van a encantar las (des)aventuras de mi pobre Mel Ortiz ❤️.

¡Mil besos y nos vemos pronto!

¡Mil besos y nos vemos pronto!

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Cada centímetro de ti.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora