Capítulo 1

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Os dejo una foto se Sandra en multimedia :)


Capítulo 1

—Seguro que me dice que sí. He mirado su calendario de trabajo y tiene guardia nocturna en el hospital el sábado, ¡no va a estar en casa!

Sandra exhibió una brillante sonrisa al decir estas palabras y siguió caminando por la calle, casi dando saltitos de alegría. Su amigo Poncho, que andaba lentamente tras ella, se encogió de hombros.

—Si tú lo dices... —murmuró—. Pero no creo que le haga gracia que metas a treinta personas en su casa y les des la suficiente cantidad de alcohol como para que alguno de ellos se ponga a correr desnudo por el edificio...

—Mientras esa persona no sea yo... —participó Minerva, que caminaba a su lado sin soltar su teléfono móvil ni un instante, mirando sus redes sociales, aunque sin apartar la mente de la conversación que se estaba desarrollando entre sus amigos.

—No seas agonías, Poncho. Que mi hermano me adora... además, tampoco tenemos por qué decirle que vamos a ser treinta personas, puedo decirle que solo somos nosotros tres...

—¿Y cuando vea los destrozos?

Sandra soltó una carcajada.

—¿Ves cómo eres un agonías? ¿De qué destrozos hablas, Poncho? ¡Si la fiesta todavía no se ha celebrado!

Poncho suspiró y de repente su teléfono móvil sonó dentro del bolsillo de sus pantalones azules y elegantes. Apenas unos segundos después el sonido se repitió, pero en el móvil de Sandra.

—Listo —dijo Minerva, guardando su smartphone dentro de su mochila—. Ya he avisado de que el sábado celebramos tu cumpleaños. He invitado a toda la clase.

—¿A toda? —preguntó Poncho, abriendo mucho los ojos, escandalizado.

—¡A toda!

Sandra lanzó un grito de júbilo que atrajo las miradas de algunas personas que caminaban por la calle en ese momento. Un par de ancianas sonrieron con dulzura al observar a esa hermosa joven de cabello rubio que parecía tan optimista. Tenía un rostro dulce, redondeado, pero con una barbilla fina y elegante. Su piel era clara y lisa, tan sólo adornada por una pequeña peca oscura bajo su ojo derecho y dos hermosos hoyuelos que aparecían en su rostro cada vez que sonreía —lo cual sucedía la mayor parte del tiempo—. El cuerpo de Sandra era delgado y más bien menudo, ese día vestía unos pantalones vaqueros y una sudadera que le daba un aire aún más aniñado. Ni siquiera aparentaba sus casi veinte años.

—Entonces me temo que tendremos que limpiar muy bien la casa de Nando en cuanto acabe la fiesta.

—Si seguimos conscientes, sí —comentó Minerva con una sonrisita, recolocándose con un ligero movimiento el pañuelo rojo que llevaba atado a la cabeza y que le daba un aspecto de lo más hippie.

—¿Me acompañáis a la casa de Nando para pedirle permiso ahora? —preguntó Sandra.

—¿Por lo menos le vas a pedir permiso? Ya que habéis mandado las invitaciones y tenéis todo planeado para el sábado, cualquiera diría que lo que menos importa es la aprobación de Nando... —intervino Poncho.

Sandra abrazó a su amigo por la espalda, sin dejar de reírse, y le dio un sonoro beso en la mejilla. Poncho puso los ojos en blanco.

—Desestrésate, mon amour, no tenemos exámenes próximamente, comienza a hacer calor y el domingo es mi cumpleaños. ¡Todo es felicidad!

Cada centímetro de ti.Where stories live. Discover now