Capítulo 27

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¡Hola, de nuevo, amores! Espero que os guste el capítulo <3


Capítulo 27


Más de una hora después, tras recibir el entrenamiento, se encontraban preparados para volar. La avioneta tenía capacidad para diez personas, además del piloto, aunque solo había dos chicos más, de aproximadamente dieciocho años, que volarían en tándem, como Sandra. Krystian tenía licencia para saltar solo desde hacía tiempo, pero Sandra debía hacerlo con una instructora, Sara.

Sara era morena, con el cabello tan negro como sus ojos. Tenía una sonrisa blanca y amplia, además de un cuerpo extremadamente atlético. Saludó a Krystian con un abrazo e hizo lo mismo con Sandra, sin que siquiera las hubieran presentado antes. Vestía un mono deportivo negro y con cremallera, y también una mochila ancha donde se encontraba su paracaídas.

—¡Así que tú eres Sandra! —exclamó al alejarse de ella, teniendo una visión completa de la joven—. Qué guapa eres, ¡qué ojazos!

Sandra se ruborizó, sin saber qué demonios le había contado Krystian de ella. No lo había pensado hasta ese momento pero, igual que ella había hablado con sus amigos sobre él, era lógico que también él lo hubiera hecho con los suyos. En la mirada de Sara vio que sabía mucho más de lo que ella imaginaba, aunque ella nunca había oído nada sobre ella hasta ese momento.

—Está un poco nerviosa —comentó Krystian, posando su mano en su nuca, por encima de la mochila de la joven.

—¿Primera vez? —preguntó Sara.

Sandra asintió con la cabeza. Trataba de controlar su respiración, y tenía que admitir que se encontraba cómoda con ese mono de salto azul que le habían prestado, el sol calentando sus cabezas y el ambiente de camaradería que había en el recinto.

—La primera vez es la mejor y la peor —comentó uno de los chicos que saltaría en tándem, Sandra recordó que se llamaba Manuel—, yo creía que iba a vomitar por el miedo, pero se me pasó en el instante en el que dejamos el avión.

—¿Cuántas veces has saltado? —le preguntó.

Él tuvo que pararse un momento para pensar. Su cabello era castaño rojizo y su rostro pecoso le recordó ligeramente a Poncho. Finalmente, Manuel esbozó una sonrisa.

—Creo que ocho.

Sara se adelantó hacia él con familiaridad y le golpeó el brazo suavemente.

—La primera vez no dejaba de preguntarme cuántas posibilidades había de que el paracaídas no se abriera.

Todos se rieron en el círculo, pero Sandra abrió mucho los ojos.

—¿Y cuántas hay?

Pablo y otra chica llegaron en ese momento y él entró en la conversación.

—Ninguna, Sandra. Contáis con dos paracaídas, uno de reserva. Ambos se abren manualmente, pero por si acaso también lleváis un sistema automático de activación que hace imposible que el paracaídas no se abra —explicó, aunque esta última información ya se la habían dado durante el entrenamiento—, ¿estamos listos?

Todos asintieron entre gritos de júbilo y nervios. Sandra apretó los labios, preguntándose si no se arrepentiría después de eso. Ella siempre había dicho que algún día saltaría en paracaídas, pero tampoco había estado en el centro de su mente en ningún momento. Era algo que esperaba hacer, pero que quizás pasaría dentro de diez o veinte años. Pero no, gracias a Krystian, sucedería en la próxima media hora.

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