CAPITULO 54

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Salvatore.

Ella se fue de Palermo.

Mis hombres dejaron de escoltarla cuando llegó a Catania.

Y yo no tengo ni puta idea de dónde se encuentra.

Alegando a mi cordura, creí que lo mejor sería eso, no saber dónde se encuentra para no pensar en ella, pero lo cierto es que, con cada segundo que pasa, el vacío solo crece dejando un hueco de locura al que estoy por caer ante la rabia que me da no saber dónde o cómo está.

Ella no aceptó el dinero que la administradora quiso darle tampoco, incluso aunque Sandro amenazó a la mujer para que insistiera. Nada. Alessia solo se fue con los pocos ahorros que tenía en dirección a un futuro lejos de aquí.

Pensé que la rabia se mantendría, que estaría bien con ella lejos de mí, pero no es así y la ansiedad está ocupando un lugar en mi vida donde no es bienvenida.

¿Por qué demonios no me la saco de la maldita cabeza y ya?

Sin embargo, tras lo que pasó en España hace unos días, me es imposible evitar que su rostro aparezca en mi mente una y otra vez, negándome la posibilidad siquiera de dormir sin pensar en ella.

—¿Está en Catania? —indaga Demetrio desde su asiento frente a mí.

No lo invité a venir aquí, pero tras enterarse de lo que pasó con Raphael, se plantó aquí para hacerse cargo de todo. El hombre está destruido luego de todo lo que sucedió y no hay nada que alguno de nosotros pueda hacer para sacarlo del abismo de miseria donde se encuentra.

—Eso fue lo último que supe —respondo, aún cuando no quiero seguir la conversación.

Me mantengo con la vista en la pared, evitando mirar a mi hermano menor que está tratando de sacar un tema con el que no estoy a gusto. Demetrio no sabe lo mucho que estoy tratando de contenerme aquí, encerrándome y saliendo solo para sacar la furia que invade mi cuerpo por las noches al saber que ella no está.

Y no está porque yo la saqué de mi vida.

Pero no de mi puta cabeza.

—Pensé que si nunca te enamoraste de Anastasia luego de tantas folladas, no te clavarías de nadie —alega de la nada y yo no tengo ni idea de a dónde va con sus palabras—. Te puedo asegurar que no creí que Alessia...

—¿Qué demonios quieres, Demetrio? —siseo con los dientes apretados, hastiado de su intento de interrogatorio.

No estoy de humor y las ganas de clavarlo en la pared con varios cuchillos enterrados en su ropa palpitan con fuerza en mi mano porque sé que, independientemente de lo que diga, me voy a molestar aún más.

Y no precisamente con él, sino conmigo.

Por no dejar de pensar en ella, por sacarla de aquí aún cuando mi cabeza me dijo que lo hiciera y por resistirme al impulso bestial que me asaltó de buscarla cuando lloró en mi oído en ese teléfono, suplicándome que fuera tras ella.

—Que dejes de comportarte como un imbécil, hermano —establece con rudeza sin matizar ni un poco su disgusto—. Sí, el hijo de puta sin sentimientos se enamoró, ¿y qué?

—No tienes ni idea de lo que es sentirte traicionado, Demetrio —le advierto—. Alessia...

—Se equivocó —me corta, enojándome aún más. Me sorprende lo mucho que me contengo para no golpearlo aún cuando quisiera hacerlo para tratar de sentirme culpable por algo que no sea Alessia—. Y tú fuiste un santo cuando ella llegó, ¿no?

—Eso no tiene...

—Alessandro y yo le tendimos la mano, somos nosotros los que deberíamos sentirnos traicionados por ella y no lo hacemos. —Se inclina hacia el frente, reposando las manos sobre los muslos—. Te empeñaste en alejarla desde que llegó hasta que la metiste en tu cama e incluso entonces no te veo como el hombre más receptivo, Salvatore.

SALVATORE [+21]Where stories live. Discover now