CAPITULO 20

56.1K 5.9K 2.2K
                                    

Alessia.

No es fácil acoplarse a las miradas siguiéndote. Tampoco a que esas miradas recaigan sobre ti como si tuvieses dos cabezas saliendo del cuello y no una sola como todo el mundo.

Y eso es lo que he obtenido en los últimos días por parte de los hombres que ni siquiera se me acercan, solo se miran entre sí, buscando respuestas a cada interrogante que seguro cruza por sus mentes ante la forma en que de un momento a otro, el animal de cuatro patas al que tanto miedo le tenía, no se me despega.

Yo también busco esas respuestas en el fondo de mi mente, y la única explicación que encuentro son los dulces que a Cesare parecen encantarle y que evitaron que me mordiera las primeras veces que se los di.

—Nadie se le acerca al perro de Salvatore, Alessia —insiste Julia terminando de maquillarse. Saldrá otra vez por lo que veo, y de nuevo, mi respuesta a su invitación fue un rotundo no—. Ese hombre te matará cuando regrese de Colombia.

Paso saliva con fuerza y obtengo una mirada curiosa de la mujer que sostiene en alto un brillo de labios sin aplicárselo. Julia es impresionante también, ya le he dicho que no necesita ni un poco de maquillaje para lucir radiante y ella solo se ríe como si le estuviese diciendo un chiste. Su belleza es tan juvenil y brillante que es imposible no mirarla.

—¿Regresará pronto?

Me tengo que armar de valor para exigirle a mi voz no caer mientras veo por el rabillo del ojo al perro en el umbral de la puerta, impidiendo el paso y la salida de cualquiera a nuestra habitación.

—Mi tía Beatrice no tiene idea, y eso que ya le pregunté para saber cuando te van a arrancar la cabeza por apropiarte de la mascota ajena —intenta bromear, pero la sonrisa se desvanece de su animado rostro una vez nota que me enderezo y sostengo con fuerza el juguete de plástico que le compré a Cesare y que suena cada que lo presionan.

—Yo no tengo la culpa de que él... —Inspiro profundo, robando más aire del que necesito. O tal vez mucho menos de lo que necesito porque siento que me falta ante la sola idea de estar en presencia de ese hombre—. Es solo un perro.

—Uno con el que te has encariñado en cuestión de días, Alessia —me recuerda y tengo que morderme la lengua para no decir algo contra ello.

No podría hacerlo porque Julia tiene la boca llena de razón. Puede que al principio, cuando ese neandertal me encerró, le tuviese miedo a Cesare, no quería que se acercara a mí y siempre traté de evitarlo, pero ahora, es linda su presencia cuando trabajo.

La señora Ricci solo se ríe al verme haciendo los quehaceres mientras Cesare aguarda en una esquina a que termine para que le dedique un poco de tiempo antes de pasar a la siguiente tarea. Se ha vuelto una rutina para nada incomoda que sé que está por desvanecerse entre mis manos una vez él vuelva.

Aun si no lo quiero, las palabras que lanzó anoche en mi dirección golpean en la parte trasera de mi cabeza animando a las de Julia a causar mella profunda.

Me lo advirtió, y yo fui en su contra.

Seguro me vio en las cámaras, Sandro me lo dijo y yo no quise prestar atención porque me enojé. Cesare es un perro, no tiene la culpa del idiota que le tocó por dueño y que no le presta atención. El perro quiere cariño, y...

Ese hombre me va a matar de la misma forma en que mató a ese hombre en el bar. He escuchado oculta entre las sombras, los hombres hablan de más cuando la noche cae y yo ya me hice una idea del lugar en el que me encuentro.

Ellos no hacen parte de la mafia.

Son la jodida mafia.

Y yo salí de un infierno para meterme a otro.

SALVATORE [+21]Onde histórias criam vida. Descubra agora