CAPITULO 36

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Salvatore.

Los murmullos hacen un eco abrumador en mis oídos. La sangre se desliza entre mis dedos como un río que nunca encuentra su punto de calma.

El llanto de la mujer frente a mí me hace escanearla al penetrar en mis oídos, la rojez en sus mejillas me da un vistazo de las lágrimas que descienden incontrolablemente por sus mejillas. Sus ojos caen en mis manos antes de ir más allá.

Me giro con rabia una vez el dolor traspasa la piel de mi brazo obligándome a apretar el cuchillo en mi mano con tal fuerza que creo que lo quebraré.

La bala permanece dentro de mi brazo, pero eso no es impedimiento para que busque la mirada de mi hermano menor cuando un segundo disparo invade el ambiente, instándonos a todos a enfocar nuestra atención en el charco de sangre junto a Lorenzo, donde Fabrizio Hotchner yace muerto con una bala en la frente en tanto Alessandro mantiene el cañón de su Glock apuntándolo.

—Sandro, llama a los muchachos, los señores me esperarán en la sala de juntas contigua —dictamino—. Alessia, Melissa, vayan a la habitación del otro lado.

No la miro, incluso aunque quiero hacerlo. Sé que la tensión en el ambiente no es solo porque acabo de matar al maldito de Lorenzo sino también por lo que salió de mi boca instantes antes de que lo matara.

No sé que dije, ni el motivo por el cuál lo hice, solo que eso me hace el blanco débil de los hombres que aún quedan y que se mantienen alertas cuando Sandro entra con tres de mis soldados y los escolta junto a Demetrio.

Escucho tacones raspando la baldosa, el llanto cesa, es casi como si pudiera esperar más sollozos, pero nunca llegan. Eso me perturba, pero me mantengo firme hasta que solo Alessandro y yo nos quedamos en la sala VIP con dos cadáveres reposando a nuestros pies una vez él se acerca.

Sus ojos azules se clavan en mí, interesados y nada furiosos como lo esperaba. No hablo, pienso con calma en lo que acaba de suceder y en lo que esto significa para mí.

Solo tengo algo claro.

—Hay que matarlos —suelto con firmeza—. Ve con Demetrio y supervisa que se mantengan allí, yo iré y los mataré.

—Estás iniciando una guerra, Salvatore —espera a que finalice de hablar para encararme. Su rostro es una máscara de serenidad, aún cuando sé que es consciente de que este es el único camino por seguir—. Una guerra internacional. Necesitamos el apoyo de los londinenses.

—Acabo de matar al hijo de su líder, ¿de verdad crees que hay oportunidad alguna para algo más que derramar sangre? —comento con una risa seca al final, limpiando mis manos con la tela de mi pantalón—. No dejaré cabos sueltos.

—Involucraste a Alessia —añade incluso cuando pienso dar por terminada la conversación. Elevo el mentón, esperando lo que viene—. ¿Por qué?

—Yo no la involucré, Lorenzo lo hizo al tocarla, tú habrías hecho lo mismo que yo, no quieras hacer esta conversación algo que no es. —Tensa la mandíbula con mis palabras, pero asiente, sorprendiéndome—. ¿Algo más?

—Iré a verla antes de ir con Demetrio —avisa y obtiene lo que quiere porque antes de que pase por mi lado por completo, lo detengo con la mano manchándole el saco del traje. Alessandro ni se inmuta—. ¿Algo más, hermano?

—No la toques —siseo con los dientes apretados—. No le hables, no le digas nada que pueda enojarme, Alessandro —le advierto.

—Salvatore, debe estar asustada —se zafa bruscamente de mi agarre—. No debió presenciar lo que vio, no debió estar aquí ni siquiera, todo en esta situación está mal. Alessia no es parte de nuestro mundo y ya no voy a involucrarla más.

SALVATORE [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora