CAPITULO 21

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Alessia.

La vergüenza sube por todo mi cuello e invade mis mejillas. Ni siquiera puedo pedirle a mi cuerpo que reaccione y salga, mucho menos a mis ojos que encuentren los suyos en medio de la distancia.

Definitivamente mantenerme fuera del radar de este hombre no es lo mío.

¿Por qué tenía que estar aquí?

—Yo no sabía que te encontrabas aquí —alcanzo a susurrar con la poca valentía que me queda en el sistema—. No quise...

—Nunca quieres nada —espeta con rudeza y contengo el chillido que amenaza con abandonar mis labios en cualquier momento—. No eres capaz de acatar una puta orden para mantenerte fuera de mi vista.

Cesare ladra a su lado, robándose mi atención, pero sé que no la suya. Siento sus ojos traspasarme como dagas afiladas que quieren cortar en lo más profundo de mi ser.

Me quedo sin habla, aunque no es como si tuviera mucho por decir realmente. Mis palabras quedan atascadas en mi lengua solo con la intensidad que profesa su cuerpo orbitando tan cerca de mí.

Está a varios pasos, pero es como si estuviese justo rozando mi piel con la suya porque me quedo inmóvil como si el mínimo movimiento fuese a prenderme en llamas.

—Yo solo vine a ...

Inevitablemente miro su mano, su agarre sobre la tela se ha afianzado y la sostiene como si no quisiera soltarla, como si fuese esa presión que torna sus nudillos blancos lo único que lo mantuviera en sus cinco sentidos.

—Cesare se queda en la casa grande —escupe con rabia—. Y tú fuera de mi cuarto.

No me muevo. Tengo la opción de hacerle caso y solo dejar ese trozo de tela en el olvido, pero mis pies permanecen pegados con firmeza al piso, como si hubiesen clavos en mis sandalias que no quieren colaborar.

—¿Hablo en japonés acaso? —Da un paso al frente, y me siento como un ciervo al que su depredador está por alcanzar—. Alessia, fuera.

Asiento, volteándome un poco, pero luego me detengo tomando una bocanada de aire.

Tú puedes, Alessia.

—¿Se te olvida algo? —inquiere con rabia y asiento.

No puedo hablar, la vergüenza no me permite emitir palabra alguna. Y entonces no puedo evitarlo, busco su mirada penetrante clavada en mí. Es como un terremoto manteniéndose en esos ojos azules, como si la furia y fuerza de un sismo estuviese por impactar a mi alrededor, pero no dejo de mirarlo.

Él inhala profundo, veo su garganta moverse cuando pasa saliva y soy yo quien da un paso al frente. Cesare vuelve a ladrar y siento cada vez más espeso el aire que no consigo retener en mis pulmones con normalidad.

—¿Puedo tenerlas de vuelta? —Frunce el ceño, pero sus ojos caen en mi dedo apuntando temerosamente mis bragas en sus manos.

¿Puede esto ser peor?

Su mirada se torna confusa, como si no me entendiera, pero deshace el puño y levanta su palma, liberando mis bragas un poco, solo dándose la oportunidad de escanearlas cuando las toma con su dedo índice en alto.

Sí, Alessia, puede ser malditamente peor.

Algo cambia en su mirada, su respiración que antes parecía calmada, se agita con una exhalación que se roba parte de la mía mientras lo observo analizando mis bragas en su poder.

¿Por qué no deja de mirarlas?

Esto debe ser una maldita broma —susurra para él en español, y casi bajo la cabeza, pero me mantengo firme.

SALVATORE [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora