CAPITULO 14

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Alessia.

No estoy acostumbrada a las multitudes. De hecho, nunca antes había estado en una, así que no es sorpresa que la fatiga me abrume, que la ansiedad se apodere de mi cuerpo al punto que el aire me comienza a faltar y que mis manos tiemblen a medida que paso el pañuelo por la barra de madera, secando la humedad que las botellas y los vasos dejan a su paso.

—Puedo llevarte a casa si así lo deseas —la voz de Sandro frente a mí me hace saltar al no notarlo cerca.

Levanto la mirada, y me asombra el ver la comprensión en sus ojos oscuros del otro lado de la barra principal del club atestado de personas y luces de neón.

Inferno le hace alusión al nombre que porta, todo es tan oscuro, lleno de puertas y pasadizos a habitaciones VIP que incluso con los tres pisos del lugar no dan abasto a la cantidad de personas que entran y salen con una reservación que según lo que escuché, ha de hacerse con meses de anticipación para el ingreso.

—Estoy bien —respondo asimilando apenas sus palabras.

—Alessandro dijo que te llevara a casa si sentías que era demasiado. Solo es tu tercer día, creo que es suficiente de intentar aprender a preparar tragos cuando solo terminas quebrando los vasos.

Sus palabras me hacen dejar el pañuelo a un lado con furia. ¿Desde cuándo es tan hablador y por qué conmigo?

—Dije que estoy bien —reitero con severidad, tomando el cuaderno de notas que una de las meseras me dio hace unas horas junto al bolígrafo.

Doy la vuelta, rodeando la barra, aún me es difícil ver algo por más de dos segundos en dirección a la pista de baile sin marearme, así que pasar por un costado por el largo pasillo que da a los cubículos con las sillas no es fácil en absoluto, mucho menos con el poco reconocimiento que tengo del lugar.

La mano de Sandro, fría y fuerte, se cierra alrededor de mi brazo haciéndome chillar al tiempo que me detiene en seco, obligándome a mirarlo.

—¿A dónde crees que vas?

Miro alrededor, levantando el cuaderno como si fuese lo más obvio.

—Tengo mesas que atender.

—Tú no eres mesera —espeta con calma el hombre frente a mí, sorprendiéndome con sus palabras ya que no fue lo que me dijo la chica que me instruyó al llegar hace unos días—. Tu lugar es tras la barra, no fuera de ella.

—¿Te han dicho que eres un idiota?

—Agradéceme mejor por salvarte el... —Se detiene bruscamente—. Vuelve a tu sitio, Alessia. Son órdenes de Alessandro.

Me relajo un poco ante la mención del hombre que me dio el trabajo. No quiero luchar contra algo dicho por él y quedarme sin esto cuando apenas estoy comenzando.

—Pero la directora del club dijo que...

—A la barra —señala el lugar, cortando mi oración—. Y sírveme un trago.

—Se dice por favor. —Vuelvo a mi sitio—. Y se paga antes.

Ruedo los ojos al ver que saca un billete de su bolsillo sin dejar de mirarme, como si en cualquier momento fuese a salir corriendo y debiese estar allí para detenerme.

—De lo que sea, pero doble.

—¿Te dejan beber en horario laboral? —pregunto con duda, sirviéndole un chupito de lo primero que encuentro, ni siquiera miro la etiqueta, solo lo sirvo y se lo tiendo.

Sandro no vacila al pegar el pequeño vaso a sus labios y beberlo completo, luego hace lo mismo con el otro que le sirvo.

—No lo sé, tendría que preguntarle al jefe.

—Lástima que no está aquí —bromeo por lo bajo sin soltar una sola risita, pero de alguna manera, ya me he acostumbrado a que el hombre esté cerca y una parte del recelo que tenía, se desvanece con los segundos.

—¿Quién dijo que no?

Su atención deja de estar en mí para luego mirar un par de cosas en la pantalla del celular que le ilumina el rostro tatuado, que ya no da tanto miedo como antes.

—¿Cómo dices?

—Yo que tú voy preparando whisky, una cerveza y puede que el aguardiente que Demetrio tiene escondido en todos los clubes.

—¿Por qué lo haría?

—Porque los jefes están por llegar.

Casi se me cae lo que tengo entre las manos ante sus palabras.

¿Ha dicho «jefes»?

No digo nada, y sigo haciendo mi trabajo, pero las respuestas a las mil incógnitas que tengo en la cabeza aparecen segundos después cuando no solo Demetrio irrumpe en la puerta principal atrayendo las miradas de todos en el club, sino también lo hace Alessandro generando susurros con su paso incluso en medio de la música.

Sus ojos caen en mí, preocupados, y sacude la cabeza al encontrarme en la barra, torciendo la boca una vez se detiene, dándole paso al hombre que los acompaña.

No lo he visto en varios días, pero el corazón se me acelera en el pecho, latiendo desbocado contra mis costillas al fijar mi atención en toda la entrada.

Salvatore entra con mala cara, sus ojos barren el club reparando en todo, y terminan en su hermano diciéndole unas palabras que solo ellos escuchan, pero que son suficientes para alertarlo de algo una vez no obtiene respuesta de Alessandro, el cual aparta su mirada de la mía muy tarde.

Demasiado tarde.

Porque ahora Salvatore no lo mira a él, sino a mí.

¿No dijo que no venía a este club? 

¡Mis amores! Sé que estuvo corto, pero era necesario

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¡Mis amores! Sé que estuvo corto, pero era necesario. 

Dejen su corazón negro si les gustó. 

Algunos capítulos de Salvatore serán así de cortos y por eso no tardarán mucho en subirse, otros sí serán un tris más larguitos, pero dependerá de lo que pase. 

Preparen sus palomitas para el próximo capítulo porque se viene una sorpresita. 

¿Lo narra Ice o Alessia? Hagan sus apuestas. 

Nos leemos prontito. 

Besos, 

María Arcia. 

SALVATORE [+21]Where stories live. Discover now