CAPITULO 5

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Alessia.

Estar en compañía de Julia, me hace sentir agobiada y al mismo tiempo, aliviada. Llevaba meses viviendo en completa soledad y el cambio es tan brusco que tardo un poco en acoplarme a su voz tan alegre y a su personalidad tan peculiar a mi alrededor.

Su voz algo alta no me molesta como pasaba en Dublín cuando las personas prácticamente gritaban, la de Julia es alta, pero diferente, fuerte sin llegar a ser invasiva, tendería más a decir que denota claridad y calma al mismo tiempo. Es fácil seguirle el ritmo, y sus ojos comprensivos sobre mí ayudan también a que lo haga.

—Estaremos en el ala este —me informa, una vez llegamos a la entrada de la mansión en la que dormí anoche—. Esta es el ala principal, pero solo los hermanos Caruso duermen aquí.

—¿Son solo ellos tres?

Las palabras abandonan mis labios antes de que siquiera pueda formular la pregunta en mi cabeza. Julia me observa detenidamente, casi curiosa, pero dudosa también.

—Sí.

Avanza. Inclina un poco la cabeza y la sigo.

—Salvatore es el mayor, pero todos por aquí le dicen Ice. —No pregunto nada sobre él. La curiosidad pica en la punta de mi lengua, pero el recelo la retiene entre mi paladar, haciéndome tragar las palabras que quieren atrevidamente salir—. Le sigue Alessandro, él es el menos intimidante de los tres, pero igual da miedo.

—Demetrio es el menor, ¿no?

Encuadra los hombros al asentir. Los frondosos árboles que rodean la casa, esconden la bellísima fachada, dejando el frío sentir de la humedad que retienen. El rocío de la lluvia que perduró anoche durante horas aún está palpable en el ambiente, pero el sol se asoma en medio de los árboles, abrigándonos a medida que avanzamos.

—Sí, lo es. —Julia me tiende la mano al bajar por el costado de la casa. La inclinación es tanta que me ahogo con mi respiración al ver la ligera colina que nos toca descender—. Una vez rodé, ten cuidado.

—Lo tendré en cuenta.

Me lanza una sonrisa y sigue liderando el camino.

No tardamos en llegar al lugar en el que me quedaré a partir de hoy. La casa es grande, pero no tanto como lo es la principal. La fachada es mucho menos sombría y más hogareña, por lo que Julia me indica que es cosa de la señora Ricci. Al parecer, los hermanos Caruso la han dejado hacer cambios a su antojo en su lugar de residencia.

—¿Vives hace mucho aquí?

—Desde que era una niña, pero solo venía en vacaciones. —Arrugo la frente, pero no pregunto. Julia, que le gusta hablar mucho por lo visto, continúa—: Mi tía Beatrice se hizo cargo de mí cuando mi padre abandonó a mi madre con cáncer. Luego de que mamá murió, vine aquí. Estuve en internados la mayor parte del año, pero siempre volvía.

—Lamento tu perdida, debió ser muy duro.

Las palabras salen sinceras, pero algo tensas. Nunca me ha gustado hablar de los muertos. Cuando mamá murió, simplemente me escondí. Odio la idea de alguien acercándose a darme un sentido pésame que ni siquiera siente. Eso no devolverá a nadie, no sirve de nada lanzar palabras vacías que no calmarán el dolor de perder un ser querido.

—La muerte fue su descanso —murmura vagamente, perdiéndose un poco en sus palabras.

Julia sigue caminando, el silencio se acopla a nuestros pasos y no busco sacar una conversación incómoda. Solo me detengo a observar. Las sonrisas se me escapan fácilmente al reparar los alrededores, perdiéndome en los rosales y arbustos tan bien cuidados que rodean la casa.

SALVATORE [+21]Where stories live. Discover now