Capítulo 10. Emmett McCarty

331 34 0
                                    

︿︿︿︿Compañeros︿︿︿︿︿
·   ·   ·   ·Es el ser que el destino creó para complementar la existencia eterna del otro, amarse mutuamente e incondicionalmente. Es el amor más puro, leal, solo pocos y afortunados casos los vampiros lo encuentran en este camino tan eterno que es la inmortalidad. Un porcentaje menor ha sido reportado como los afortunados que han podido salvar de la extinción a sus compañeros con transformarlos en vampiros, viviendo así como compañeros eternos.  ·   ·     ·  {✿}

1935 Gatlinburg, Tennessee.

Una semana después de estar consumiendo alimentos que sus cuerpos no representarán problemas, o estancamiento de desechos no digeribles, debido a que como muertos vivientes no disponían de un tracto digestivo tan normal como un humano. En la familia solo habían aceptado dicha forma humana de consumir el alimento de la sangre animal, Esme y Rosalie, Carlisle aún seguía investigando ante ello y Edward no deseaba cambiar su forma de cazar a su presa, no le veía de malo seguir con la adrenalina que cazar animales le causaba a la hora de tener sed.

Aunque, esa semana luego de esa extraña situación, un suceso nuevo ocurrió mientras Eir y Carlisle seguían en el trabajo, el dinero no caería solo a sus batas, ni mantendrían sus cuentas al día sin un trabajo. Ese día ni Edward ni Rosalie habían ido a hacer sus pasantías en la Institución de Gatlinburg, Tennessee.

Edward aún seguía pensativo en lo que respectaba la situación tensa con Eir, mientras que Rosalie hace un buen tiempo que había ido a cazar el venado para la cena. Sin embargo, el lector de mentes empieza a recibir pensamientos disparatados de Rosalie, como si hubiera encontrado una situación que no debía haber pasado.

—¡Edward llama a papá! Ya!—grita conmocionada la rubia, trayendo consigo un hombre herido por garras de un oso grande.

Estaba perdiendo sangre, el cobrizo se cubre la nariz al sentir la sed cobrar sentido en su garganta, pupilas gustativas y visual.

—¡Este hombre no puede estar aquí, Rosalie! ¿Qué crees qué estás...?—intenta entenderla.

Pero solo lee entre sus pensamientos: «¡El no puede morir!, Llama a Carlisle! Por favor, porfavor, no te vayas»suplica nerviosa, inquieta como si no le afectara para nada tener sangre en su ropa, o cerca al humano ensangrentado.

Edward no tiene otra opción, que llamar a su padre adoptivo, comunicando la respuesta a Rosalie de qué harían lo que pudiesen para llegar lo antes posible.

—¿Cómo es que puedes estar empapada de su sangre?—pregunta el cobrizo.

—No lo sé, sólo sé que si lo pierdo, no podré seguir tranquila. Sin haber intentado salvarlo. —contesta Rosalie tratando de tener las hemorragias de las garras de aquel oso que tuvo que acabar para salvarlo.

—No consigo entenderlo.

—No necesito que lo hagas. —sisea molesta mientras miraba con preocupación la rapidez con la que el hombre fortachon se volvía palido, su corazón aún latía.

Faltaba poco para que ya no tuviera esperanza de tenerlo con bien.

Tras cincuenta minutos mas tarde, Carlisle fue llegando con su maletín en manos, luego Eir tras él.

—No tenemos tiempo para trasladarlo hasta mi consultorio. —expresa Carlisle analizando con su estetoscopio la situación y el sonido de los latidos. No había tiempo que perder.

—Por favor, por favor, ¡Sálvalo Carlisle!—suplicó Rosalie con un brillo especial en los ojos, su gesto triste y desencajado, entrando en crisis.

Carlisle no pudo negar a la súplica, más aún cuando la prueba de que no era uno al cual perder, por el único motivo resaltante. Rosalie siendo neofita lo necesitaba con bien, desesperadamente, como si fuera una necesidad no tenerlo. Más cuando parecía no interesarle el fuerte aroma a sangre que provenía del joven y moribundo humano.

Eir ayudó a que Rosalie pudiera calmarse mientras Carlisle le incrusta el veneno directamente a la vena, justo a tiempo en cuanto el corazón alertaba su vida estar en el límite. Ahora solo faltaría esperar tres días para que resurgiera del limbo a esta vida inmortal.

—Esto es una locura, Carlisle. ¿Porqué lo hiciste?—preguntó desencajado Edward.

—Edward es parte de nuestro trabajo, salvar vidas. —contesta Eir con obviedad, mientras se encarga de levantar el cuerpo del humano en estado conversión, seguida de Rosalie, quién la ayudaría a limpiarlo y que no fuera traumatico ensangrentado, para cuando despertara.

—¿Porqué le hiciste caso? —ignora con mucha dificultad a la pelirroja, para buscar información en el líder.

—No podía dejar a Rosalie así. Esto no es solo un cambio más, hemos salvado a su compañero. —concreta Carlisle mientras se encuentra sentado en el sillón, aún asimilando lo que ha ocurrido hoy.

—¿Cómo lo sabes? ¿Qué te asegura que no será un peligro que nos exponga a los Vulturi?—pregunta nuevamente incómodo. No le gustaba la actitud samaritana y complaciente de Carlisle.

—Porque Rosalie actuó de la misma forma que yo lo hice, cuando encontré a Esme. Simplemente no se puede evitar, el cambio ya esta hecho. —contesta seguro y determinado, levantándose del sillon para dirigirse a darse una ducha.

Esme llega a acompañarlo, preocupada por su compañero.

—Esto puede ser un grave error, Carlisle. —murmura consternado.

—O tal vez puede que no. —contraataca la pelirroja, mientras se encuentra con ropa casual: shorts con una blusa de mangas largas y cuello alto.

—¿Porqué siempre me llevas la contra?—contesta incomodo y nervioso.

—Por que eres muy impulsivo, y tus ideas no siempre serán las acertadas. —contesta con una mirada taciturna, aunque un brillo distinto emerge tras una sonrisa suave.—Aunque molestarte un poco, suele causar un efecto de tranquilidad y distracción en ti. —hace un gesto para que se fije en sí mismo.

Cayendo así en cuenta que su cuerpo reaccionaba diferente a lo que su mente reacciona, quedando confundido. Su mirada refleja eso y un brillo especial al deleitarse con la presencia extraña de la pelirroja.

—Eso no tiene nada que ver. En realidad eres tu quien parece la más despreocupada con todo este asunto. —contesta a la defensiva.

Eir hace una mueca ante la acusación. Se acerca con cuidado de no darse con ningún adorno del techo en aquella sala, ayudandose con sus manos para poder sentarse en el sillón enfrentado al del cobrizo.

—Parezco si, pero no hay de otra. Si sobrepiensas siempre acerca de todo, no podrás tener una vida tranquila. —admite mientras se empieza a peinar su cabello largo y pelirrojo con su mano.— No podemos predecir el futuro, no puedes estar histérico siempre y más cuando se trata de Rose, nunca sabes cuando las mismas frases que has dicho se pondrán en tu contra. Debes ser más cauteloso en tus reacciones, querido.—Eir era reservada, pero también no era de reaccionar en desmedida. No cuando no parecía ser grave como lo que había ocurrido.

Mientras que Edward se encontraba molesto por volver a ser regañado por ella, siempre terminaba así. Odiaba sentirse así, nunca parecía tener la razón o el conocimiento encima de ella.

—No hice nada malo. Solo protejo a la familia. —contesta saliendo de la casa.

En verdad, que no soportaba la necesidad de seguir hablándole aun cuando le causara molestia que ella tuviera razón. Se estaba volviendo loco. Realmente no se entendía ni el mismo.

La EX-NOVIA De Edward Cullen Where stories live. Discover now