Una cita:

60 20 0
                                    

023:

Samuel vierte el contenido de la botella carísima que compró en mi coa mientras continúo mirando mi celular. Todavía estoy sin señales de Pablo y eso me preocupa.

Su cumpleaños fue un éxito rotundo, más que nada porque alternamos sus tres cosas favoritas: Comer, follar y leer. La segunda no se encontraba en mis planes, pero de alguna forma acabé con las bragas en los tobillos y jadeante encima de él. Para la mitad de la tarde estaba tan pegajosa —por el sudor y los fluidos corporales— que tuve tomar una ducha en su departamento que acabó siendo una cogida de pie —se puede, aunque no lo creía posible. Fue una noche genial.

Llevamos una semana en la que realmente nos cuesta mantener las manos alejada del otro. Siempre lo hacemos con cuidado por mi muñeca, pero es algo así como un deseo que nos brota —o al menos a mí— desde lo más profundo de mi alma. El jueves, por ejemplo, solo fue verlo y saltar a sus brazos. Terminamos contra la pared dándonos amor. No puede ser algo normal, pero ya me resigné a que no puedo luchar contra algo que es más fuerte que yo.

Tampoco dejamos de lado nuestro trabajo,  la conclusión que sacamos fue que Concupiscencia iba a tener un final de ensueño, pero —para complacer las peticiones de Pablo—, Marissa iba a escapar de la cárcel a un destino turístico alejado.  Nadie se va a preocupar por ese personaje y yo no le pienso sacar más partes a Con M de mojada. Macbeth parecía conforme con el final al igual que Freddy. Escribí lo que me correspondía y cuando puse el último punto a la trama sentí un vacío imponente en mi corazón. Esa sensación agridulce que se tiene cuando sabes que ya nunca más vas a poder ponerte en la mente de un personaje o a narrar lo que sucede con su vida.

Sé que el futuro me depara muchísimas historias maravillosas, pero esta marcó un antes y un después en mi carrera. Hace unos meses yo era incapaz de imaginarme a un hombre metiendo su coso en mí, mucho menos de escribirlo. Pablo cambió algo en mi cerebro, las cosas que no hacían clic terminaron por soldarse y todo varió. No sé qué será de mí cuando me vaya a la editorial de Dante, pero estoy convencida de que cuando tenga que narrar una escena sexual ya no lo haré de manera automática y guiada por videos porno.

Además de mi desenfreno, esta semana tuve un intercambio de palabras bastante fuerte con mi amigo de la infancia por su insistencia. Él desea a toda costa que yo perdone a mi hermana y eso no va a suceder. Le pedí que por favor no siguiera por ese camino, pero terminó yéndose enojado. Samuel vino a mi petición y me emborraché de más con él aquí. Al otro día vi que tenía una llamada con Pablo de seis minutos, pero no recordaba nada de lo que había dicho. Él llegó como si nada y cuando terminamos con todo me dijo dos palabras que me asombraron: Te entiendo. Seguido, depositó un beso en mi frente y se fue.

Con respecto a mis amigas, no pudieron venir a cuidarme porque el padre de Sofía estuvo en casa de ellas. Sé que la madre de Sofi no acepta la decisión de su hija de casarse con Manu y no le habla por ello, pero ella parece normal al respecto. Su padre sí es un amor de persona, que lo único que le pidió fue un nieto saludable antes de morirse. Manuela me contó que ella anhela tener hijos lo antes posible, pero Sofía jamás ha manifestado ningún interés por la maternidad. No sé qué habrá sucedido después porque las siguientes veces que me llamaron solo preguntaron por mi salud y todo giró en torno a mí.

Samuel fue igual, de hecho, puedo decir que tenemos ahora una mayor cercanía. Me cuida todo el tiempo y se preocupa porque no me falte nada, es el típico amigo que aparece en el momento que más lo necesitas y se queda ahí para ti. Nos hemos contado bastantes cosas, yo le narré mi pasado —a excepción de ciertas partes— y él me dijo que sus relaciones familiares son una mierda. Me dio pena por él y le dije que nos teníamos el uno al otro. Espero que eso lo consuele.

ConcupiscenciaWo Geschichten leben. Entdecke jetzt