La verdad puede esperar

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-02:

Pablo:

—¿Estaba en su casa?

Niego con la cabeza en lo que Olga me pasa una taza con cacao. Me gusta venir a su departamento porque siempre me tiene algo preparado para comer, igual que mi madre.

Si antes tenía pocas posibilidades de ganarme la confianza de Olivia hasta contarle la verdad, ahora no tengo ninguna. No me arrepiento de haber ayudado a mi amiga la infancia ni de demostrarle a mi morena que tiene más familia que su madre y su yaya, pero eso la va a alejar de mí a años luz.

Llevamos mucho tiempo viéndonos y el terreno recorrido es demasiado pequeño, se siente como pasos grandes por lo difícil que lo hizo, sin embargo, en retrospectiva, ella ni siquiera se tomó el trabajo de preguntar algo de mi pasado. Quiero contarle quién soy, lo que soy y por qué insistí en retomar la amistad de ambos. Luego de esta noche eso será tarea imposible.

Doy un sorbo de la bebida caliente y veo a Olga llevarse las manos a la cabeza. Desde hace años la conozco y sé que le tiene mucho cariño a su hermana, pero es tan terca como ella y no me hizo caso. Le dije que esto era una locura, que en cualquier Olivia perdería los papeles y haría una locura. Por suerte solo intentó contarle la verdad a Livita, que ya la sabía.

—Siempre supe que le había jodido la vida y no sé qué me hizo pensar que lo tendría superado —dice ella, cayendo delante de mí en el mueble de la cocina—. Deseo reconciliarme con toda mi familia, más que nada por los niños. No sé cómo voy a mirar a la cara a mi hermana.

Dejo la taza de lado y extiendo mi mano para acariciar sus nudillos. Olga ya se martirizó bastante.

Al regresar a la ciudad —luego de graduarme en España— me puse en contacto con ella porque quería saber de su hermana. Ella ya estaba en el tratamiento y me dijo que ya era capaz de contenerse, pero que aún le costaba acercarse a su familia. Livita se volvió la hija que nunca voy a tener y por eso le enseñé todo lo que había aprendido de catalán. No me extraña que ella quiera estudiar la misma carrera que yo.

Olga se arrepiente cada día de haberse marchado y ahora que lo quiere remediar todo no sé hasta qué punto Olivia sea capaz de perdonarla. Lo que más me preocupa es que no sé hasta qué punto sea capaz de dispensarme a mí.

—Ella te va a entender —murmuro en un gesto cariñoso—. Y sí, la afectó bastante aquello que pasó.

—Ay Pablo. —Mi amiga baja los ojos apenada—. Lamento mucho que tú estés en medio de esta locura. Tú ya tienes tus propios objetivos en la vida como para que yo te meta en estos disparates.

Niego con la cabeza en su dirección, no hay necesidad de que piense de esa forma. Si logré contactar con Olivia fue gracias a ella, se lo debo.

—¿Cuándo le vas a decir la verdad? —inquiere Olga sin que lo espere—. Llevan meses de puro sexo y Olivia no es tonta, hará averiguaciones y es mejor que sepa ciertas cosas por ti que por un extraño.

Me remuevo incómodo en la silla rompiendo el agarre que tenía con ella en lo que regreso a mi taza de chocolate. Ni yo mismo sé qué salida le voy a dar a los temas que desconoce. Su desinterés por indagar en mi pasado no sé si deba confundirme o alegrarme. Cuando no rebusca o no le importa o no desconfía.

—Me da miedo su reacción —respondo lo más sincero que puedo—. Tu hermana es como una bomba de relojería, puede estallar en cualquier momento.

—Pablo, Olivia solo se enamoró…

Mi celular comienza a vibrar en mi pantalón y le hago ademán para contestar. Lo saco y tengo que arrugar mis cejas al ver el número de Olivia en la pantalla. Una leve sonría se me dibuja, pero no me da tiempo a ilusionarme porque Olga me pide por señas que responda.

ConcupiscenciaWhere stories live. Discover now