¿Peperoni?

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017:

Pablo es un exagerado. ¡No hay nada de raro con el hecho de alcanzar un orgasmo solo con besos! Vale que me envió un enlace de internet en el que se explica que eso es bastante poco usual y vale que es cierto que yo —con todo lo sensible que me considero— tampoco he vivido algo así. ¡Pero no es una aberración! ¡Peor es el hecho que haya criticado mi cultura etílica! Si él dice que el refresco con ron no emborracha es porque jamás ha amanecido haciendo cucharita con Manuela en el baño de un hotel. No sabré quién fue Cicerón, pero eso sí lo domino, aunque siento no debería sentirme orgullosa por ello.

En fin, que todo un día trabajando —con su tarde incluida— no es suficiente para completar el capítulo que le tengo que mandar a Freddy antes de mañana. Lo peor es que ya nuestro editor nos mandó las primeras correcciones  dan ganas de suicidarse. La gente dirá lo que quiera, pero el cuidado que Frederick le pone a nuestros escritos y ese mimo con el que trabaja la gramática es algo que solo un buen graduado en filología podría lograr.

Es bastante curioso que tanto Freddy como su primo hayan estudiado lo mismo. Esa carrera es catalogada de las que no tienen futuro y ellos encontraron la manera de ganar dinero. Hay gente que tiene suerte en la vida. Yo siempre supe que mi cerebro no me permitiría entrar a la universidad, por más que mi madre dijera que si una es capaz de conocer sus limitaciones y la enseñanza superior era de las mías.

Observo la pantalla de mi computadora llena aún de esas irritantes marcas en rojo que me hizo mi amigo de la infancia. ¡Ya no puedo más! ¡Tengo ganas de hacerme bolita en la cama! ¡Mi espalda duele a horrores y no he tomado agua en bastante rato! Para una persona que tuvo un cálculo hace relativamente poco eso es nefasto. Lo peor es que sé que si me levanto de aquí voy a terminar disociándome con cualquier cosa y ese es un lujo que no me puedo dar. Los ojos me lloran, no con sentimiento, sino con ardor. El próximo que me diga que ser escritor es sencillo, va a pagarlo con su alma.

Borro una oración completa que en su momento me pareció buena idea y la reescribo un poco más elaborada. La vibración junto al mouse consigue lo que ni mis ganas de hacer pis consiguieron: que despegue mis pupilas de la pantalla. Tengo que hacer una media sonrisa al ver que me ha entrado un mensaje de mi más reciente amigo.

El día de mi cumpleaños las cosas entre Pablo y yo se alocaron a un grado que no creí posible. Nos dejamos llevar yo, por esas necesidades más primitivas del ser humano y él… pues no lo sé, supongo que por el perenne queso que lo acompaña. Tengo que reconocer que Pablo me hace sentir cosas que no creí posibles, cada sensación con él se magnifica al punto de que me es imposible decirle que no a sus caricias. Mi hermana consiguió que yo me perdiera muchas de las cosas que a ella le sobraron, por ese motivo —tras muchos análisis— me di cuenta que no tiene nada de malo que, mientras estemos realizando este libro, seamos algo más que amigos. Estoy segura que luego tomaremos caminos separados y todo volverá a la normalidad.

Sin embargo, mi nuevo estatus con Pablo no fue lo único positivo de mi cumpleaños. El nuevo amigo que hice, llamado Samuel Hunther. Si bien aquel día salí del hotel sin vergüenza y con todas las ganas del mundo de tomar un baño de verdad, le prometí que nos reuniríamos pronto. Por mensajería es una ternura de hombre y claramente no tiene ningún interés sexual en mí lo dejó muy claro antes y ahora.  Nos hemos mensajeado con frecuencia y, aunque no caemos en temas personales me luce como un sujeto agradable. Le dio el financiamiento a la editorial de Macbeth y adora los memes de gatos. ¿Qué más se puede pedir?

Samuel Hunther: Dime que al menos tú quieres hacer videollamada esta noche.

Yo: Lo siento Samuel, estoy trabajando en las correcciones de mi libro.

ConcupiscenciaWhere stories live. Discover now