Para buenas vibras, cómprate un vibrador II:

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010 (II):

El aire de esta ciudad tiene un olor diferente al resto me trae buenos recuerdos sobre todo de aquel verano que me pasé haciendo topless en las playas de la costa sur. Manuela recién se acababa de aumentar una talla de sujetador y quería lucirlas, junto a Sofía nos pasamos todo un mes mostrando las perfectas peras que tenemos.

El resto del viaje fue tranquilo, terminé los dos capítulos en paz. Solo me levanté una vez para ir al baño y Macbeth estaba hasta las cejas de pastillas para dormir rendido con Freddy abrazado a su tripa. Se veían ambos tiernos, como para escribir una escena de yaoi. No me fijé en las pupilas que me quemaron cuando fui a los lavados. A partir de ahora se terminó Pablo para siempre.

Envié ─apenas aterrizamos─ los tres capítulos a Dante y no vi si me envió respuesta porque estuve muy ocupada en un intento de evitar que él trata de rozarme siquiera. El único problema de alejar a Pablo es que tengo una especie de calentón que no se me va a bajar hasta que no tenga un rato a solas con una ducha. Lo que por poco hacemos en su departamento dejó secuelas y ya asumí que es así ya que me cameló todo el rato.

¡Maldito puto!

─¡Oli! ¡Oli! ─Una gruesa voz que llega desde mi espalda me hace girarme.

¡¿Es que acaso en Manuela los años no pasan?!

¡¿Es no se pone madura?!

¡Tiene cuarenta años y luce de quince!

Salto a los brazos de mi amiga apenas la diviso entre la multitud. Detrás se nos une Sofía que también luce demasiado bien. ¡Dios! ¡Las tres perras otra vez a comerse el mundo!

Comenzamos a dar saltitos de emoción al mismo tiempo que gritamos cosas sin sentido. Echaba de menos verlas, debería llamarlas por Skype más veces, pero con lo mucho que trabaja Manuela es difícil verla y Sofía no es muy de usar el Skype.

Me separo del cuello de Sofía y le doy besos en la frente antes de hacer lo mismo con su esposa.

─¡¿Pero es que se puede estar más divina?! ─chillo, separándome de ambas con mis manos en la boca.

Manuela tiene ─hoy─ el cabello de color rubio y una sobra de ojos en tonalidad ocre que me haría voltear a verla si fuera un hombre o me pusieran las tías... o alguien de cualquier género. En cambio, mi otra amiga va con su cabello en azul oscuro con un vestido rosa que es imposible no notarla en medio de tantas personas aquí en el aeropuerto.

─¡Falsa! ¡Más que falsa! ─chilla Sofi en mi dirección antes de darme otro abrazo─. ¡Tienes que venir a vernos más veces!

─También vale que me vayan a visitar. ─Les recuerdo a mis amigas que se ríen como niñas.

Es increíble verlas después de tanto tiempo. Estoy segura de que ese corto período aquí será glorioso solo por ellas. Ya tengo a Freddy buscándoles un pase para que estén en primera fila mañana cuando tenga que presentar el libro. Tienen un curso de edición que la verdad no tenían necesidad de pasar, nunca investigué por qué lo hicieron.

─¡Saquémonos una foto! ─propone de momento Sofía con su teléfono en mano.

Manu y yo nos ponemos en la típica posición de perras empoderadas para un selfie: senos arriba y boca hacia adelante. No me veo tan mal como pensé que lo haría después horas de vuelo.

─Si me lo permiten, yo puedo tomarles la foto ─espeta alguien a nuestra derecha.

Vaya, al parecer no piensa detenerse en su coqueteo. Él lo negará lo que quiera, pero tiene alma de gigoló porque solo alguien de pene liberal sería capaz de mirarle los pechos a una mujer que acaba de conocer. Pablo Echeverría desplaza sus ojos por mis curvas con la misma lascivia que lo hace por las de mis amigas.

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