Capítulo 19

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—¿Estado de emergencia? ¿Y qué significará eso exactamente?

—Toque de queda, aumento de vigilancia, necesitaremos que Oasis se quede un tiempo más, y deberemos suspender actividades fuera de lo común, sería complicado mantener el orden y la paz —respondió César de inmediato a la esposa de Maximus, Gemma; era parte del consejo de la villa con algunas otras profesoras de la zona, y fue de las primeras en llegar al auditorio.

—¿No es eso un poco excesivo?

—Vienen la temporada de fiestas y no podrán mantener a la gente en sus casas, menos a los jóvenes —responde Una, defendido el punto de vista.

—Tenemos que intentarlo —dije sobre el ruido de las intervenciones de los demás.

El ambiente se tornó pesado en segundos.

—Hay negocios que funcionan veinticuatro horas, ¿qué pasará con ellos?

—¿Llevaremos a nuestros hijos a la escuela?

—¿Qué hay de la frontera? ¿Estará cerrada?

—¡Es momento de defendernos y tomarlos con la guardia baja! ¿Qué esperan?

—¿Han pedido ayuda al estado?

—¡Esto es inaudito!

Tyrus, en un extremo alejado detrás de las sillas, observaba a la gente reclamar sobre las medidas explicadas. Fue difícil saber lo que estaría pensando. César se sobaba las sienes, a punto de golpear a alguien.

Todas esas caras allí dentro me eran conocidas, algunas eran cercanas y, sin embargo, no logré reconocer esa reacción, ni obtuve un indicio de comprensión de su parte. ¿A esto esperaba mi abuelo que me sometiera? ¿Al escrutinio constante de un pueblo que no logra dimensionar los riesgos de una situación peligrosa?

—¡Oigan! —gritó César finalmente, llamando al grupo a guardar silencio— Las cosas están decididas, si no pueden darse una idea de lo que estamos enfrentando, no tenemos otra forma de ayudarles. No vamos a empezar una guerra estúpida por una cuestión que nunca fue ocasionada por nosotros. Estaremos en contacto; por lo pronto, los miembros de las brigadas de vigilancia se reunirán en la oficina de mi tío para reorganizarnos. Eso sería todo.

Las voces de reclamo se levantan de nueva cuenta, y con un último intercambio visual con Tyrus a lo lejos, me giré caminando hacia la puerta trasera del auditorio, a través de un pasillo largo.

—¡Dex! ¡Dexter! —Escuché con claridad la voz de Thess, y de igual forma oí a Sebastián deteniéndola en el momento. Una vez más, demostró ser una persona considerada.

Salí, cerrando con fuerza la puerta de hierro, la vista a la luna entre las nubes violáceas y bañado en la luz proveniente de allí cerca. Respiré hondo, una, otra, otra vez más, y no lo aguanté.

Con una arcada dolorosa, mi estómago expulsó lo poco que comí esa tarde —prácticamente líquidos— inundado en la intriga. Si ya eso fue bastante incómodo, el sabor a bilis me hizo la experiencia por completo desagradable. Escupí el sabor a ácido intentando sacar el malestar de mi cuerpo, pero mis piernas continuaron temblando. Coloqué mis manos sobre las rodillas, aún inclinado con la vista al suelo. Un dolor de cabeza punzante comenzó a subir desde la parte trasera de mi nuca hacia mi ojo izquierdo.

—Mierda, mierda, mierda...

Logré enderezarme a pesar de una náusea terrible, me obligué a seguir respirando profundo. Sentí la vibración del celular desde mi bolsillo trasero. Pensé en Thess, y rechacé la idea de contestarle en ese momento. ¿Le contaría Miles sobre lo ocurrido en la ciudad?

lampyris ©Where stories live. Discover now