Capítulo 14

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Estaba consciente, demasiado débil para darlo de alta. La voz corrió entre los habitantes de la villa, mucha gente pasaba por el hospital, entre policías, conocidos y amigos de mis abuelos y mis padres intentando ayudar de alguna forma. No ayudó nada en el ambiente que se vivía allí.

Las enfermeras prohibieron el paso de gente a la sala de espera, tan solo había familiares de enfermos. Mi abuela trajo un café de la máquina en una esquina y lo puso en mis manos, sacándome con éxito de mis pensamientos intrusivos.

—Deberías regresar a casa. Habla con Marjorie, no pasa nada si por hoy cierran el restaurante.

—No quiero dejarte sola. Estoy bien —tallé mis ojos y tomé un sorbo de café del diminuto vaso. Necesitaría más que eso.

—Hijo, no necesito a nadie que se vea como si fuese a desmayarse en cualquier momento —Puso una mano sobre mi pierna—. Si la gente allá afuera te ve salir así, se llevarán la peor impresión posible. Te necesito, pero listo y con la frente en alto.

La culpa cayó sobre mis hombros con un balde de agua fría. Yo no quería tomar las riendas de nada, suficiente tenía pensando que iba a perder a mi abuelo, con quien casi no pasaba mi tiempo ya.

Me quebré. Dejé mi mano sobre la cara intentando detener el llanto sin lograrlo. Ella pasó su mano por mi espalda a manera de consuelo. Mi abuela mantuvo la entereza en todo momento.

Nos permitieron pasar a verlo unos cuantos minutos, sólo mi abuela se quedaría con él. Verlo allí conectado me dejó pasmado. Tragué otra ronda de lágrimas ahogando mis sollozos en la garganta; mi abuela se veía triste, mas lo había superado con mayor valentía. Sostuve su mano hasta que ya no me lo permitieron, y le prometí hacer lo que estuviese en mis manos para salir adelante.

—Ve a despejarte, yo me quedo hoy con él.

—Es hora, Dexter. Sígueme.

Una, platicando conmigo sobre su estado, me dirigió a una salida para el personal del otro lado del hospital. Allí según ella, no habría tanta gente como en la entrada y no me sentiría abrumado con las entrevistas que se avecinaban sobre nosotros.

—Cuídate, ¿quieres? Yo le conseguiré comida a Cady para que desayune algo. Recupera energía y regresa por la tarde.

No logré responderle, me limité a mirlarla y mover mi cabeza. Ella me regaló una sonrisa a través de su piel aperlada.

Abrió la puerta y me dejó pasar a la luz del día y el aire frío. Allí afuera, sentados en la banqueta, estaban Thess y César, y enfrente de ellos y de pie se hallaba Nova.

Todos se enderezaron al escuchar la puerta de hierro cerrarse tras de mí.

—¡Dexter! —Thessalia corrió para abrazarme. Tenía los ojos rojos y su cuerpo estaba más frío que el mío.

Ella me soltó quitándose los rastros de lágrimas del rostro. Para ella, mi abuelo era una de las personas que no juzgó su estilo de vida en la ciudad, y que le ayudó a encontrar un trabajo cuando regresó. Le habría abierto los brazos y sus pláticas eran como las de un nieto con su abuelo. Era tan mío como de muchas otras personas, ella me lo recordó.

César se acercó haciendo lo mismo, su abrazo fue más como un apretón sobre mis hombros. Si habría llorado no lo pareció; se veía más ansioso.

—Toma —Se quitó una de las chamarras que llevaba y me la acercó—. Estás helado.

Sí lo estaba, En otras instancias le hubiera negado la oferta; me congelaba aún más allí afuera. Con algo de dificultad, logré ponerme la chamarra de lana y ganar algo de calor desde ella. Mis dedos apenas podía moverlos.

lampyris ©Where stories live. Discover now