Capítulo 13

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Los días siguientes pasaron en calma, lo que nos hizo ser más cautelosos con nuestros movimientos. No había muchas noticias, y eso incluso a Nova le parecía extraño. Tomamos mayores precauciones, y se hicieron recomendaciones de cerrar los negocios y actividades nocturnas al menos una hora antes de lo usual.

No obstante, las fiestas de fin de año se hallaban a unas semanas, las vacaciones de los niños comenzarían pronto y nos preocupaba que tomaran esos días a propósito para realizar algún tipo de ataque. Por fin puse a Sero al pendiente de las sospechas de Nova, y aunque tuvo sus dudas al igual que yo, no se opuso a indagar un poco más sobre detalles sospechosos en la villa.

Sin noticias ni novedades, nos dispusimos a seguir con la rutina. El restaurante recibía más clientes en esa época del año, algunos visitando a sus familias por las vacaciones, otros simplemente porque el frío era suficiente excusa para no cocinar.

Ese día me encargué de mostrarle a Ferdinand cómo preparar un par de platillos para que ayudase a Maggie cuando yo no estuviera presente. Habíamos terminado y el se retiró a entregar el pedido, cuando escuché un grito desde la parte trasera del restaurante, justo en la puerta de salida.

Dex, mi otro cocinero, se asomó cuanto pudo, luego echó a reírse.

—Parece que vas a ocupar el botiquín de primeros auxilios, jefe.

Dejé la limpieza de mi área a la mitad, en ese momento entró Jimmy sujetando una de sus manos y con una cara de sufrimiento.

—¿Qué te pasó? —Alcancé a ver un hilo de sangre escurriendo de uno de sus dedos, el cual se veía morado.

—La maldita puerta del auto... estaba distraído. ¡Mierda!

Caminé a una esquina para desmontar el botiquín y luego lo traje de un brazo a la zona del gabinete de pertenencias, alejados de la cocina.

—Siéntate —indiqué acercando una silla a la luz de la lámpara de techo.

Entre quejas, me esperó a que preparara lo que iba a necesitar para curarlo; no era experto, pero había visto suficientes accidentes en la cocina y al menos sabía que el alcohol no era indispensable en una emergencia cutánea.

Me coloqué un par de guantes, empapé un algodón de solución antiséptica y le revisé la mano mientras limpiaba un corte no tan grande. La sangre oscura salía sin parar, indicando un corte en alguna pequeña vena de su dedo.

—¿Lo puedes mover?

A punto de soltar unas lágrimas, asintió comprobándolo. Toqué el dedo tratando de palpar los huesos en él.

—No los siento rotos, mas no soy experto. Deberías ir al hospital.

—No es para tanto, sólo necesito una venda.

Presioné el algodón un rato con cuidado de no herirlo más, esperando a que la sangre coagulara y dejara de salir.

—Sólo voy a vendarlo, después te irás a revisar. Le llamaré a Una para que te reciban rápido.

Al mencionar el nombre de la jefa de enfermeras del hospital, sus ojos se abrieron cual los de un animal atropellado.

—¡No por favor! ¡No ella!

Me burlé de su arrebato. —Es la mejor, y si tienes algo roto, no tendrías que esperar tanto tiempo.

—Es que ella da miedo —dijo susurrando—, dicen que es una bruja.

Mi risa se acrecentó. Sí, era lo que se decía sobre ella, aunque de su trabajo, nadie podía decir algo negativo.

Quité el algodón un segundo, la sangre comenzaba a salir más despacio, lo regresé un momento más a su sitio y preparé una gasa con la otra mano.

lampyris ©Where stories live. Discover now