INTRODUCCIÓN

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Narrador omnisciente

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Narrador omnisciente.

Caminó con prisa. Impotencia, tristeza y enojo la acompañaban mientras se dirigía a la puerta principal del gimnasio, sentía sus mejillas frías por la humedad que habían dejado sus lágrimas y por el aire que las había rozado. Abrió la puerta bruscamente y la cerró con fuerza detrás de su espalda.

Tiró en el suelo su mochila y pego la espalda contra la puerta como si su vida dependiera de ello. Cerró los ojos con fuerza y respiró profundamente varias veces hasta tranquilizarse. Su corazón latía apresuradamente. Después de varias respiraciones su ritmo cardíaco volvió a la normalidad. Abrió los ojos y miró como todo el lugar estaba lleno de escaladas deportivas. Era algo hermoso de ver. Mirar como tu lugar seguro estaba frente a tus ojos, era algo...bello. Lo único de valor en su miserable vida.

Empezó a andar en dirección a la escalada que se ubicada al fondo y miró hacia arriba en dónde llegaba la cima; era alto, pero ella ya lo había trepado muchas veces. Volver a subirlo no le era un problema. Fue a su casillero y buscó sus zapatos de escalada, después buscó entre los estantes del gimnasio y se coloco los mosquetones, un arnés deportivo, la cuerda, el casco, un freno asistido, la bolsa de cuerdas, un sling, una bolsa de tiza y un mosquetón de bloqueo. Ahora si estaba lista.

Hizo unos cuántos ejercicios de calentamiento para luego empezar a subir. Puso un pie, luego otro, se sostenía firmemente de sus manos, todo iba bien. Alejó todo mal pensamiento acerca de ese hombre, no merecía que ella pensara en él; si a él no le importaba ella. No la merecía, así como ella no merecía haber tenido la desdicha de ser despreciada.

Siguió su camino con mucha concentración, esa era su pasión, le encantaba la adrenalina. Se sentía en calma aunque afuera se estuviera desmoronando. Puso su mano en una de las rocas e inesperadamente su mano resbaló de ella, un calambre en el estómago la hizo ver que esto iba a terminar muy mal. Hasta que solo sintió que su cuerpo perdía la firmeza y se desprendía de la escalada cayendo hacia abajo. Miró hacia arriba extendiendo sus brazos como si alguien la pudiera salvar, pero nadie podía ayudarla, solo sintió como su espalda chocaba contra el suelo y luego sus ojos cerrándose en estado inconsciente.

                           
                            ◇◇◇◇◇◇

Su vista estaba puesta en la ventana, una vista de edificios luminosos se mostraba en las afueras bajo una noche nocturna y sin estrellas. El suave viento mecía la blanca cortina de aquella habitación de paredes igual de blancas. Estar ahí le aburría, pero no podía moverse mucho, estaba condenada a sufrir en ese aburrido y feo lugar. El olor a desinfectante la traía loca.

Miró sus manos que yacían en su regazo y se puso a pensar en cómo de un minuto a otro su vida había quedado más jodida de lo que ya estaba. No iba a volver a escalar, eso era más que evidente. ¿Cómo saldría adelante si lo que amaba se había ido al caño? No tenía idea de que iba a hacer después. Iba a recibir tratamientos para poder movilizarse un poco y luego...¿Qué?
Ya no iba a volver a tener la misma agilidad para seguir practicando tal deporte. Todo estaba destruido. Toda su positividad estaba en el suelo, muchas veces animaba a las personas para que siguieran adelante, pero cuando uno mismo es el que se está cayendo resulta complicado mirar la vida con los mismos ojos. Bienvenida sea la desgracia—dijo ella en su mente.
Escuchó pasos acercarse a la puerta, intentó girar el cuello pero el collarín se lo impedía, así que solo se quedó quieta resoplando con frustración.

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