Capítulo treinta: canción de amor

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Los alegres amigos caminaban rápidamente hacia el sur y a los tres días encontraron, por primera vez en mucho tiempo, una pequeña aldea humana:
–¡Qué alegría –exclamó Endereth– ¡Una taberna!
–¿Qué sabes tú de las tabernas? –le preguntó Kinalalth con un guiño.
–¡Nada! ¡Por eso me emociona conocer una! –respondió el elfo y se fue corriendo hacia la taberna, para consternación de los aldeanos.
–Oye vagabundo–le dijo Nienor a su amado–compórtate cuando estemos allí.
–Pero si yo nunca... –empezó Kinalath y Elemmire rio al recordar lo que había pasado una vez por la fama de ligón del guapo ex elfo–De verdad Nienor, eres imposible. Si soy amable estoy coqueteando, ¡pues cuando tú te sientas a examinar gente con esa mirada fría y calculadora te ves muy antisocial!
–Quizá, –exclamó en su tono frío–pero no me importa.
–Menos mal que aquí sí hay chicas a las que les gusta la diversión–respondió Légolas señalando a Ithlaiä y Mística que corrían riendo como locas tras Endereth.
Pronto todos los amigos que viajaban juntos se encontraron en la taberna: era un pequeño y acogedor establecimiento y la gente reía cuando ellos llegaron, pero al verlos, sobre todo al contemplar a los elfos, se callaron. Poco a poco se fueron todos. Incluso el tabernero los miraba con recelo:
–¡¿Qué quieren!? –les gritó al ver que lo miraban.
–Una cerveza para cada uno de nosotros estaría bien–respondió Aragorn–y después una cama calientita.
"Una cama calientita" pensó Arwen "hace siglos que no duermo en una".
–No tenemos cervezas, ni camas–mintió el tabernero.
–¡¿Qué te pasa?! –saltó Leifth– ¿Tienes algo contra nosotros? ¡Dilo!
–Pues no me gusta tener hechiceros en mi taberna, para problemas me bastan los que me envía la Hechicera Verde. Kariah escuchaba maravillada, y Nienor, frunciendo el ceño, interrogó al tabernero.
–¿Quién es esa hechicera Verde y donde vive? ¿Qué es lo que hace?
–Vive en el bosque creo, y no hace sino perjuicios a los que habitamos esta aldea: es una hechicera que conjura gnomos y pequeñas criaturas para robarnos.
–Pues no parece muy mala–respondió Nienor.
–Pues lo es, porque está robando a todos los mozos apuestos que vienen por la zona.
–¡Qué interesante–dijo la sacerdotisa–Chicos, cuidaos, estáis todos en peligro.
Los chicos sonrieron.
–¿Estáis pensando lo mismo que yo? –preguntó Elemmire con una sonrisa en su rostro.
–¡Ninguna hechicera me quitará a mi Faramir! –gritó de pronto Asphil sujetando por el cuello a su amado casi dejándolo con aire– ¡Estoy contigo Elemmire!
–Bueno... En realidad lo que yo decía es que podríamos ir a ver de qué se trata esa tal hechicera verde–le corrigió la elfa.
–Ay... Pero con lo deseosa que estoy de descansar de aventuras–suspiró Arwen.
–No te preocupes mi amor, descansaremos y luego partiremos–le dijo Aragorn–no me parece que nos necesiten en esto.
–Pero ¿y si esta gente nos necesita? –cuestionó Faramir intentando quitarse los brazos de Asphil de su cuello para poder hablar mejor.
–¿Ahora te consideras todo un héroe por haber utilizado la Vara? –le dijo Légolas en tono de burla.
–No... Bueno... ¡Basta Asphil no puedo respirar! –gritó el joven Senescal desesperado.
–A mí me interesa el tema de esa hechicera, creo que podríamos ir a hacerle una visita–aventuró Nienor pensativa e intrigada.
–Sí, quizás sea algo interesante–le apoyó Endereth mientras jugueteaba con el cabello de Ithlaiä entre sus dedos.
–¡Yo sólo opino que nos deben dar camas ahora! –gritó Leifth dirigiéndose al tabernero en un tono poco amistoso.
–Tranquilo Leifth–le calmó Mística–Señor tabernero, pagaremos lo que sea y nos marcharemos tan pronto descansemos si nos da unas habitaciones por favor.
–Pero... –iba a protestar el hombre cuando vio como Leifth le miraba con tan mala cara que hasta sintió temor–de acuerdo pero sólo hasta mañana... Y no causen problemas...
–No se preocupe, le prometemos dejar todo en orden–le dijo Ithlaiä mientras los demás sonreían aliviados de contar con un lugar donde pasar la noche.
–Palabra de hechiceros, hombres y elfos–dijo Légolas guiñándole un ojo al aún desconfiado tabernero.
–¡Mientras tanto traiga las cervezas! –gritó Leith animado–La mejor será para mi ángel Kariah.
–Gracias... –le dijo la joven algo abrumada por los tratos de ese joven humano.
–Ahh...al fin una cama caliente–suspiró Arwen mientras abrazaba a Aragorn y a su hijo.
–Lo siento Asphil no quise gritarte–se disculpaba Faramir.
–Olvídalo, mejor consíguete a otra que te proteja o deja que esa hechicera te lleve, cosa que creo imposible porque ¡eres el hombre más ingrato que existe! –le gritó ofendida Asphil.
–Pero no pudiste decir feo porque sabes que soy demasiado guapo para ti-le dijo el senescal recibiendo una mirada de enfado aún mayor.
–¡Además eres un engreído!
Mientras las celebraciones y discusiones continuaban en el grupo de felices amigos, Nienor sólo pensaba en la Hechicera Verde, algo le decía que la conocerán muy pronto...

Magia y Amor en la Tierra Media: Memorias de La Cuarta EdadWhere stories live. Discover now