Capítulo veintiuno: unión

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Todos esperaban un poco nerviosos el regreso de Sayah. Temían que algo malo le hubiera pasado y aunque en realidad no había transcurrido tanto tiempo, este se hacía más largo por la impaciencia. Aragorn se puso de pie dirigiéndose a los demás:
–Casi he perdido la cuenta del tiempo que llevamos fuera de nuestro hogar, y hay algo que atormenta mi corazón; con el tiempo hemos ido aumentando y eso es bueno, porque hemos encontrado buenos amigos, pero siento que ya somos todos, que ya somos lo suficientemente fuertes para poder completar nuestra misión. Propongo que en cuanto regrese Sayah hagamos un plan de ataque que nos lleve en línea recta hacia nuestro objetivo.
Nienor intervino con su aire cínico:
–Pero Aragorn, te alejas un poco de la realidad. Hemos encontrado bastantes obstáculos en el camino y puedo decirte casi con seguridad que encontraremos más. ¿O acaso estás pensando que los problemas los buscamos nosotros?
–Claro que no y sé de buena mano que encontraremos más obstáculos, pero como ya antes habíamos mencionado, hay algo o alguien que nos está haciendo más difícil todo. Tenemos que saber qué es para poder combatirlo, tenemos que estar más unidos que nunca para lograrlo.
–Lo sé Aragorn, pero presiento que ahora que llegue Sayah, va a aclarar muchas de nuestras dudas y también que nuestro objetivo estará más cerca de lo que todos creemos, solo que no sé porque eso me está poniendo un poco nerviosa.
Los demás miraron a Nienor, ella nunca había aceptado ponerse nerviosa en algún momento, pero ahora creían saber porque era, tal vez porque cada vez se acercaba más el momento en que el fragmento que la mantenía con vida debía ser usado. Su fragmento, el que la hacía "vivir" como una inmortal, no era suyo. Pertenecía a la Tierra Media y si era necesario que ese fragmento se incorporara a la Vara ella lo daría. Era su deber y estaba dispuesta a cumplirlo como siempre lo había hecho. Nienor siempre había sido de una disciplina férrea, nada la hacía retractarse de sus decisiones y ella se había jurado a sí misma que viviría hasta ver la Vara a salvo y consumar su venganza... Y todo aquello ya estaba prácticamente cumplido. Sólo sentía pena por Kinalath, y por ella, por haberlo conocido justo ahora, justo cuando el hielo que cubría su corazón se derretía...

Fue hacia donde descansaba Faramir y tomó la Vara, él ya le había retirado toda la energía maligna. Nienor la tomó en sus manos y comenzó a inyectarle energía buena y a Faramir le parecía ver que la Vara y Nienor estaban rodeados por una luz clara y rosada.
–Tienes que pensar en todas las cosas buenas de este mundo, en todo lo que amas–le dijo ella– y hacerlo crecer en ti y ponerlo en la Vara.
–Sí–dijo él.
–Tienes que aprender a hacerlo muy bien porque tú serás su guardián y ella será mucho más difícil de dominar cuando esté completa.
–No puedes hacer eso–dijo la voz de Kinalath a sus espaldas.
–Yo siempre hago lo que quiero porque estoy dispuesta a pagar las consecuencias.
–¿Ah sí? –el elfo enarcó las cejas y puso las manos en las caderas– ¿y qué hay de lo nuestro?
–Seguirá existiendo, pues ya nunca dejaré de amarte–y diciendo esto se echó a sus brazos.
En los últimos días, Endereth había adivinado parte de los pensamientos de su amiga y mientras esperaban el regreso de Sayah, decidió hablar con su amada Ithlaiä, ella sería la mejor para comprender el punto de vista de una mujer enamorada.
–Ithlaiä... ¿Si me disparan una flecha te pondrías delante de mí para salvarme?
A Ithlaiä aquella pregunta le desconcertó.
–¡Por supuesto! Pero, ¿por qué lo preguntas?
–Dejame terminar de preguntarte, yo fui el primero, ¿por qué lo harías?
–Porque te amo, tonto –y le dió un empujón cariñoso.
–O sea que si tú creyeras que tu sacrificio me salvaría la vida no dudarías en darla, como cuando me salvaste del hechizo de Alatar... Ya comprendo... ¿Y todas las mujeres enamoradas son como tú?
–Aaah sí, eso creo...
–Nienor, está enamorada, pero cree que tendremos que reunir toda la Vara para vencer a Angmar...
–Es verdad, yo también había pensado en ello.
–Pero no creo que sea necesario. Mira, estos días, he tratado de recordar y vino a mi mente aquellas palabras en el libro sobre la Vara, parece ser que si está íntegra, es tan fuerte que absorbe las energías de su portador, y si es mortal humano o elfo, es decir, que no sea Maiar, puede llegar a arrebatarle toda su energía.
–Es decir–dijo la voz de Uiniendil a sus espaldas–que es demasiado poderosa para tenerla completa. Me alegro de saberlo. Pero si fuera necesario reunir su poder al máximo, yo podría usarla, pero no lo desearía.
–¿Y Nienor? –preguntó Enderth.
–En mi casa estaría sana y salva –dijo Uiniendil y Endderth sonrió.
–Claro: en el límite entre ambos mundos, una muerta viviente estaría en su elemento...
–¡Pues hay que contárselo ya a Kinaltah! –exclamó Ithlaiä.
–¡Nienor! –la llamó Ithlaiä. Ella se acercó con cara rara. Ithlaiä nunca había hablado con ella tan directamente. Y eso era extraño –Uiniendil, Endereth y yo, hemos pensado en algo para ti –Nienor comenzó a hacerse mil preguntas, pero no dijo ninguna.
–¿De qué se trata?
–Si llegamos a necesitar el último trozo de la vara... –empezó la elfa pero Nienor la interrumpió.
–Ya lo sé... Y sabré hacerlo cuando tenga que hacerlo –dijo con dureza.
–Ya sabemos que sabrás hacerlo, pero no hemos pensado solo en la vara, también hemos pensado en ti. Podrás vivir en casa de Uiniendil, donde la muerte y la vida se juntan junto con Kinalath. Es más, creo que ese es tu destino, vivir junto a él en dicho lugar–Unas chispas de alegría aparecían en los ojos de Nienor. Ella sonreía.
–Gracias... Nunca se me habría ocurrido... Gracias–abrazó a Ithlaiä por primera vez. Ithlaiä sonrió y luego Nienor se alejó para contarle la noticia a Kinalath.

Sayah regresó y nada más llegar ante ellos se cayó al suelo exhausta.
–¿Qué ocurre?-preguntaron Faramir y Asphil a la vez. Uiniendil la sujetó y le preguntó qué había pasado:
–Pude entrar, pero solo pude entrar por la habitación del jefe... –Sayah hizo una pausa para respirar y les contó todo lo que había ocurrido hasta que le dijo adiós a Kazim, el jefe de los vampiros. Pero no dijo nada de que posiblemente tuviera sangre vampírica ni la extraña pasión que había entre él y Sayah–Escapé con un hechizo de invisibilidad... Porque no podía volver a usar el anillo.
–Uno de los que gastan más energía... –dijo Endereth.
–...pero puede que me persiguiera alguien–dijo Sayah.
–Mantened los ojos abiertos, he oído algo... –interrumpió Ringëril mirando por todas partes con ojos de lince.
–¡Ahí, un murciélago! –exclamó Faramir.
–¡¡¡Cojámoslo!!! –dijo Asphil y estuvo a punto de saltar para coger al murciélago, que observaba todo desde un rincón elevado.
–¡No! –dijo Uiniendil deteniéndola.
–¡¿Por qué?!
–Porque si lo cogemos no sabremos de dónde viene. Hay que seguirlo.
–¡¿Y quién va a ser tan rápido de seguirlo?!
–Yo puedo hacerlo–dijo Kariah y a todos les sorprendió oírla–después de todo tengo alas, ¿no? –sonrió.
–Pero sería muy peligroso...
–Me gusta el peligro y sé cuidarme sola.
–De acuerdo –dijo Uiniedil– pero mantente en contacto con nosotros, ¡qué lástima que Sayah no pueda transformarse en ave!
–Sí , es una lastima, hasta pronto...
–¡Espera! ¿a dónde vas? –Kinalath había llegado y le había asombrado oír despedirse de su hermana.
–Debo seguir a ese murciélago.
En el bello rostro de Kinalth apareció una mueca de dolor.
–No vayas sola –le dijo Nienor, que había llegado detrás de Kinalth.
–Nadie más puede volar... –respondió ella nerviosa de que el murciélago emprendiera el vuelo de un momento a otro.
–Para acompañarte no debe seguirte físicamente una persona. Basta con que las personas que quieran mantenerse juntas usen estos collares y reciten el facilísimo hechizo de unión metafísica que los activa, el cual si no me equivoco, Enderth sabe de memoria.
–¡Claro! –dijo el joven elfo.
–Venga, hay que hacerlo rápido –dijo Kariah.
–Yo quiero estar junto a ti –dijo Kinalath.
–Eso es obvio–dijo Nienor–rápido, cuelguenlo el uno al otro, eso, ahora, Endereth, haz lo tuyo.
Endereth se acercó y pidió a los hermanos que se cogieran de las manos y juntaran sus pechos, luego, manteniendo cerca de su propio corazón al amuleto en forma de corazón recitó algo en élfico antiguo, y quienes no conocían la lengua sintieron que se trataba de un hechizo de amor y confianza. Endereth terminó y separando las mitades del corazón , separó a los hermanos.
–Justo a tiempo –dijo Kariah, al ver que el murciélago desplegaba las alas– Hasta pronto.
–Ten mucho cuidado–le dijo Uiniendil.
Ella asintió y echó a volar discretamente detrás del pajarraco.
–¿Cómo es que tenías ese amuleto del corazón? Es muy difícil de conseguir... –pregunto a Niwenor Endereth.
–Me lo dio Morhair, cuando estaba bajo su poder... –dijo ella en voz baja y se abrazó a Kinalth.
Se volvió a él y le dijo:
–Con esto percibirás su estado de ánimo, si está triste, alegre, en peligro... Y si es así, podremos ir a auxiliarla.
–Claro... ¿Vas a estar conmigo, verdad? –preguntó Kinalath.
–Siempre estaré contigo–le sonrió ella.
De pronto, una ventisca hizo ondear los cabellos y las ropas de todos los ahí presentes.
–¡No juegues con el aire Merenwen , me vas a despeinar! –bromeó Uiniedil.
–¡Yo no he hecho nada! –exclamó la hija del aire.
–¿Nienor?
–A mí no me mires.
–¿Qué es eso que se aproxima a nosotros? –preguntó Legolas, escudriñando el cielo al sur, desde donde venía la ventisca. Esta aumentó y muy pronto hasta los humanos pudieron ver qué la causaba.

Cuando el murciélago había partido en dirección al norte, Kariah le había seguido lo más cerca posible sin ser notada. Pero al cabo de un trecho vio que el murciélago se detenía en un gran árbol seco, y ante sus asombrados ojos se convirtió en un apuesto joven.
"Será el vampiro con quien hablo Sayah?" se preguntó ella, y luego vio que el joven , vampiro o lo que fuese, trazaba un pentagrama con el dedo sobre la corteza, entonces apareció una puerta y el joven entró por ella.
Kariah dudó un momento antes de entrar, ¿y si había guardias? La comunidad confiaba en ella y debía entrar, se acercó e hizo lo que el joven y la puerta apareció y se abrió sola. Kariah respiró profundamente antes de atravesar el oscuro umbral, dio unos pasos en el interior y la puerta se cerró a sus espaldas. Un ruido brusco la hizo brincar.

Lo que causaba la ventisca sureña era Gwaihir, el rey de las águilas. El ave se posó en tierra, hizo una inclinación y dijo a Aragorn:
–Elessar Telcontar, te traigo un mensaje urgente de Mithrandir dice así: "tu reino te necesita, heredero de Isildur, ¿Qué te entretiene en el lejano Norte? ¿Acaso el reino de Arnor está en peligro?"
Aragorn se dirigió con todo respeto a Gwaihir:
–Mucho agradezco en venir a tan lejanas tierras a traerme el mensaje, majestad, y mucha falta nos ha hecho también la sabiduría de Mithrandir, porque en realidad se nos han presentado una serie de obstáculos que han ido retrasando nuestro camino.
–Mithrandir me ha solicitado no solo traer el mensaje, sino informarle si todos están bien, pero él no me dijo que serían tantos, Elessar. Tal vez quieras explicarme las cosas un poco más detalladamente para poder informarle correctamente.
–Con gusto lo haré–y en seguida se dispuso a explicarle que es lo que había sucedido desde que salieron del reino, como es que se habían unido a ellos todos los demás y quien era cada uno de ellos. Es por todos conocido que las águilas tienen una excelente memoria, mucho más el rey de todas ellas. Le contó incluso lo que sucedió unos momentos antes, la partida de Kariah:
–¿Kariah dices? ¿La mujer águila?
–Así es, ella es una más de los que se han unido a nuestro grupo, pero ¿acaso la conoces?
–Claro que la conozco, ha vivido entre nosotros por mucho tiempo, huyendo de todos los demás seres de la Tierra Media, ¿cómo es que ha tenido la confianza para unírseles?
Aragorn le contó la historia de ella y Kinalath, y pidió a sus amigos que trajeran algo de comer para Gwaihir, debía alimentarse y descansar un poco antes de partir nuevamente llevando las noticias a Mithrandir. Ithlaiä apresuró a Endereth, quien estaba fascinado observando a la imponente águila, pues nunca la había visto:
–Vamos Endereth, nosotros nos encargaremos de conseguir alimento.

Kinalath caminaba de un lado para otro esperando a Kariah, pero estaba impaciente, necesitaba saber que estaba bien, aunque su corazón no le dijera que estaba en peligro, sentía que no debía haberla dejado ir sola. Nienor lo abrazó y acarició dulcemente su cabeza.
–Tranquilo, ella estará bien, sabes que al menor indicio de peligro todos iremos rápidamente.
–Él le dió un suave beso en la frente y le dijo–No sé qué haría sin ti, el que estés junto a mi me tranquiliza, te amo Nienor. Con la vida que llevaba no pensé que algún día llegara a sentir eso, gracias a ti y a Kariah puedo ser feliz nuevamente.
Nienor guardó silencio y siguió recostada en su pecho, ella tampoco había sentido eso antes, y creía que la vida nunca le daría una oportunidad así, ahora tenía a Kinalath y él la amaba, tanto como ella a él.
–¿Sabes Nienor? Debo confesarte que tenía mucho miedo con lo que pasaría en el momento en que necesitaramos el fragmento de la vara, no puedo perderte, no lo soportaría. Pero ahora que me han dicho lo que podemos hacer, ha sido un gran alivio para mí. Juro que dedicaré mi vida a amarte y protegerte, a ti y a Kariah, ambas son mi vida.
Una lágrima corrió por las mejillas de Nienor, pero Kinalath la tomó por la barbilla, le levantó el rostro y con sus labios limpió la lágrima, para después unirse a ella en un largo y tierno beso. Uiniendil observaba la escena con una sonrisa en los labios, le gustaba ver que ese par de rebeldes estaban tan enamorados uno del otro, que ya se habían olvidado de sus arranques de furia por todo, además le daba gusto por ellos, porque después de haber sufrido tanto, por fin la vida les daba una nueva oportunidad de ser felices.

Mientras tanto Asphil y Faramir caminaban en busca de agua.

Magia y Amor en la Tierra Media: Memorias de La Cuarta EdadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora