Capítulo siete: Terror del pasado

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Los días siguientes Ithlaiä se quedó en las casas de curación como ya era una costumbre, y los demás hicieron un funeral para Firiel porque se lo merecía después de todo. Ithlaiä tenía una extraña fiebre que la hacía vivir el momento de la muerte de Alatar una y otra vez así que Siris se mostró voluntaria para volar a buscar unas hierbas que servirían mediante un ritual para calmar el espíritu de Ithlaiä.
–¿Volar? ¿Cómo piensas volar si me permites preguntártelo? –dijo Faramir incrédulo.
–Tú no te preocupes –dijo ella con una sonrisa–ya lo veras.
Elemmire, Asphil, Ophala, Aragorn y Faramir la acompañaron hasta un llano muy grande que era todo verde y daban ganas a tirarse al suelo a dormir de lo cómodo que parecía.
–Sí, aquí estará bien –se dijo Siris. Había pedido a todos que la acompañaran para ver algo. Siris emitió una especie de extraño silbido y miró al horizonte posando su mano en la frente. El cielo estaba totalmente despejado y el sol de mediodía se alzaba calurosamente sobre ellos. De repente vieron una mota negra en el cielo que se iba haciendo cada vez más grande. Un grandioso dragón rojo los sobrevoló y aterrizó en el llano con una ventada que por poco los hizo caer a todos menos a Siris que evidentemente ya estaba acostumbrada.
–Así pienso volar –dijo ella sonriendo a Faramir que no podía creer lo que veía, pero no era el único. La mayoría tenían los ojos clavados en la criatura y la boca entreabierta. Ninguno de ellos había tenido un dragón tan cerca. Siris caminó hacia él y montó en su lomo como un caballo, pero se sujetó bien fuerte. Hizo un gesto para decirles adiós –¡Volveré pronto, el dragón es el medio de transporte más rápido! ¡Cuidad de Ithlaiä! –Después susurró algo al dragón y este comenzó a volar, volaba muy rápido y en cuestión de segundos lo perdieron de vista. Los demás se quedaron plantados maravillados de lo que acababan de ver.

Tic, tac, parecía sonar todo en la pequeña estancia donde estaban reunidos después de la partida de Siris. Parecía una reunión común donde todos se miraban las caras pero ninguno decía nada. Cada uno estaba ensimismado en sus propios pensamientos y pensando en todo lo que acababa de ocurrir y en cómo se terminaría el sufrimiento del alma de Ithlaiä. Aragorn sólo miraba pensativo por una ventana perdiendo su mente en quién sabía dónde; Ophala, mientras jugueteaba con una copa, pensaba en su amiga y en Firiel, después de todo, la pobre no había tenido tanta culpa en sus actos; Elemmire conversaba con Faramir y Asphil trataba de recordar un asunto que la tenía intrigada.
–No podemos seguir así, sentados y sin poder hacer nada más que esperar que Ithlaiä esté bien, no lo soporto –dijo Ophala incorporándose, en verdad sentía envidia por Siris quien había podido partir sin impedimento; ella hubiera querido viajar de nuevo, en vez de quedarse como estatua esperando al lado de una cama observando como su amiga se consumía en sueños de delirio.
–Todos estamos como tú, pero si así debe ser... –comenzó Faramir.
–¡Lo que pasa Faramir es que tú te conformas con todo en vez de protestar, yo no puedo ser tan ingenua!
–¿Me estás llamando ingenuo?
–¡Daaaa, al fin Faramir piensa! –dijo la elfa con un tono burlón y ofensivo a la vez.
–¿¡Quién te crees que eres!?
–¡Basta! –los detuvo Asphil a quien la conversación no le había gustado, –¿¡Qué les sucede!? Somos todos amigos, no podemos ofendernos entre nosotros.
–¡Tú que sabes, nadie te invitó! –Ophala estaba muy nerviosa y todo el rencor e impotencia que sentía la descargaba de esta manera, más que nada sobre Faramir a quien apreciaba pero a veces sus actitudes tan tranquilas le exasperaba.
–¡Ophala! –le gritó Elemmire consiguiendo el silencio total, Aragorn sólo volteó a mirarla –Es cierto, todos estamos como tú, impotentes y cansados de todo esto, pero no por ello vamos a ofendernos entre nosotros. Faramir tiene razón, las cosas se toman con calma –La media–elfa bajó sus puños y su mirada se tranquilizó.
–Tranquilízate amiga, Siris conseguirá esa hierba y Ithlaiä volverá a ser la misma, y la veremos sonreír y cantar junto a nosotras... Y estará más hermosa que nunca –le decía Elemmire mientras la abrazaba y consolaba.
–Esperemos que Siris llegue a tiempo –aventuró a decir Aragorn, era la primera palabra que decía en ese día.
–Seguro que sí, es muy confiable –le dijo Faramir parándose a su lado mientras comía un fruto.
–Pareces más confiado que nunca –le dijo Aragorn esbozando una sonrisa.
–Sí, estoy seguro de ella–le contestó el joven mientras observaba a Asphil junto a Elemmire y Ophala.
–Ya veo la razón de tu felicidad –Aragorn le guiñó un ojo.
–Ja, ja, sí ella lo es.
–¡Faramir, tengo una idea! –le gritó Asphil sacándole el fruto de la boca –Ániron, es un unicornio y estoy segura que su magia también servirá para ayudar a Ithlaiä, ¿tú que opinas?
–Pues... ¿Aragorn?
–Estaría bien, cuando Siris regrese se lo puedes ofrecer –le contestó el rey.
–¡De acuerdo, qué felicidad! Al fin les seré útil, iré por Ániron –dijo Asphil emocionada –¡Ven Faramir!
–¡Sí, sí, déjame sacar una manzana más, por favor! –le dijo el joven tomando el fruto y corriendo tras ella–¡Ya volvemos!
–¡Faramir! –lo llamó Ophala.
–¿Sí?
–Lo siento, lo que dije...
–Todo bien, ahora me tengo que ir, no hay resentimiento –le contestó con una sonrisa leve pero dulce, y Ophala se sintió mejor –¡Ya voy Asphil!–Faramir y Asphil fueron a los patios inferiores, en busca del unicornio, y a pesar de la felicidad que sentía Faramir por estar allí con ella, había una cosa que quería preguntarle.
–Dime asphil.... ¿Dónde está tu hijo? –pregunto dudoso.
–Lo dejé en la tierra de Lórien, no quería traerlo y exponerlo a peligros innecesarios, allí la dama lo vigilaría.
–¿Sabes? Se parece tanto a... A Boromir –una lágrima resbaló de su ojo al recordar a su hermano. Ella se acercó y lo abrazó al tiempo que intentaba poner una sonrisa forzada.
–Si, todo el mundo dice que es igual que su padre.
–Yo sólo quiero decirte que quiero ser lo más parecido que tenga a un padre, al fin y al cabo, él era mi hermano, y yo te amo, te amo tanto... –En ese momento se besaron, aunque fueron interrumpidos por el unicornio, que sin ser llamado apareció ante ellos. El unicornio los observó durante un segundo desconfiado pero al fin vió que eran conocidos.
–Ániron, ¿nos puedes ayudar? Estamos en apuros, –dijo Asphil– una amiga nuestra... –empezó pero no pudo acabar. El unicornio relinchó –ya lo sabes, ¿no es así? –El unicornio asintió con su hermosa cabeza.
–Qué extraño...–dijo Faramir.
–Sí, bueno, quizá en este bosque haya más unicornios con los que haya podido contactar, aunque lo dude mucho.
–Gandalf me habló de un corcel llamado Dol-Falas, hijo de una yegua y un unicornio, es el corcel de Ithlaiä, quizá... –dijo Faramir. El unicornio asintió de nuevo.
–Pues yo no lo he visto nunca –se dijo ella.
–Es que no se deja ver fácilmente, solo conoce a Légolas e Ithlaiä porque se crió junto a ellos y solo confía en ellos –dijo Faramir.
–Acompáñanos Ániron, quizá puedas hacer algo por Ithlaiä –el unicornio relinchó.
Mientras, Siris ya volaba de vuelta con una gran variedad de plantas que servirían quizá para otra ocasión en que alguien estuviera herido y para Ithlaiä. El dragón, que se llamaba Mhûn, no iba a su máxima velocidad porque disfrutaba del vuelo y lo de Ithlaiä era urgente, pero si los dragones volaban muy rápido, después tenían que hacer reposo durante una hora al menos. Todo marchaba bien hasta que oyeron un grito horrible en el viento. Siris miró a su alrededor y vió como unas criaturas aladas se acercaban a ellos cada vez más.
–No puede ser que hayan vuelto... –se dijo– Los Nazgûl desaparecieron con el anillo... Esto es imposible... –se dijo una y otra vez mientras volvía la cabeza hacia atrás para ver lo que eran de verdad– son espectros–se dijo- pero no del anillo. Entonces algo la impulsó a mirar hacia abajo y vió millares de orcos formando filas en camino hacia Gondor. Siris nunca había visto tantos orcos desde la caída del señor oscuro... De repente se dio cuenta de lo que había sucedido –¿Cómo pudimos ser tan insensatos de olvidarnos? Tanta paz no podía ser real... –se dijo.
Los espectros se acercaron cada vez más hasta que casi se pudieron tocar así que Siris decidió hacer algo. Se concentró y formuló unas palabras en voz alta, después las gritó y consiguió hacer el hechizo llamado Lucer. Una luz que los dejó ciegos por un instante hizo que ella ganara tiempo.
–¡Tengo que contárselo urgentemente a Mithrandir y a Aragorn! –le gritó al dragón –¡Mhûn!¡Rápido como el viento! –El dragón obedeció y voló con todas su fuerzas.
Una hora más tarde llegaron al llano donde el dragón aterrizó agotado. Siris bajó de él de un salto y corrió lo más rápido que pudo al castillo. Por el camino se encontró con Asphil y Faramir que también volvían.
–¡Siris, ya has vuelto...! –dijo Asphil.
–¡No tengo tiempo, luego te lo cuento! –le gritó girando la cabeza hacia atrás mientras corría al máximo.
–¡Sí que es urgente! –dijo Faramir estupefacto.

Magia y Amor en la Tierra Media: Memorias de La Cuarta EdadWo Geschichten leben. Entdecke jetzt