Capítulo dieciocho: La Vara

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–Iremos a la torre más alta, que era el hogar de Morhair. Siento muy cerca de aquí la energía maligna de la que la vara rebosa.
Y en efecto, la hija del hielo y el hijo del agua encontraron, en la pequeña habitación que formaba la última planta de la torre, con el pináculo de techo, la Vara de Morgoth. Despedía una luz oscura y rojiza, como un adelanto de las visiones infernales. Nienor sospechó de que el acceso a aquella habitación solo estuviese guardado por un cerrojo , que habían tirado, y al acercarse la examinó junto a su amigo.
–¿Qué piensas?
–Tiene un hechizo, está protegida con magia.
–Lo sé, pero ¿con qué hechizo? Según lo que sé de Morahir, podría tener uno para que si alguien la toca, se infecte con energía maligna, o se convierta en un monstruo, o cualquier cosa retorcida...
–Sí, es posible, pero no sabremos que tiene hasta que la toquemos.
–La tocaré yo, ya que a mi nada de esto puede matarme, solo dame unos minutos para prepararme. Uiniendil asintió, y Nienor comenzó a meditar, aún sucia y desarreglada por la batalla. Alguien llamó a la puerta. Se trataba de Merenwen:
–Lo siento, sé que vosotros dijisteis que vendríais solos y estoy interrumpiendo, pero es que presentí algo y no me pude quedar allí, espero que pueda servir en algo mi ayuda.
–No te preocupes, no quisimos que viniera alguien más porque no sabemos qué clase de peligro podríamos encontrar aquí, aún no lo sabemos. Ahora guardemos silencio para que Nienor pueda concentrarse.
Nienor empezó nuevamente a meditar por un buen rato, hasta que sintió que tal vez ya estaba preparada para tomar la vara, entonces se dirigió hacia ella muy despacio y extendió la mano, como si no quisiera que la vara notase su presencia. Trató de tomar la vara, pero no llegó ni a tocarla y un fuerte destello salió de ella, una energía oculta la lanzó varios metros atrás, cayendo de costado. Uiniendil y Merenwen corrieron a ayudarla, y le preguntaron si estaba bien.
–Creo que sí, pero me duele el cuello,–dijo masajeando el lugar en donde estaba insertado el otro trozo de la vara–sabía que no iba a ser tán fácil.
–Nienor, tal vez esa sea la razón por la que tu no pudiste tomarla, porque traes contigo una parte de la misma–dijo Merenwen.
–Tienes razón, estoy pensando que tal vez es el momento de unir nuestros poderes de los elementos. Pienso que la vara no solo debe ser tomada aquí, sino también destruída, ¿para qué sacarla? –Convino Uindienil–Si estás bien Nienor, deberíamos ir por los demás, necesitamos todos los elementos.
–Sí, estoy bien y estoy de acuerdo contigo, vayamos a traer a los demás.
Se acercaron para ayudarla a ponerse de pie, y los tres se dirigían a la puerta cuando ésta se abrió de golpe, y entró una criatura enorme, muy parecida a un orco, pero mucho más grande y más fuerte. Los ojos eran rojos y de ellos se desprendía un brillo mortal, se dirigió hacia ellos con una voz pastosa pero cargada de odio.
–¿Creíais que era tan fácil? Habéis matado al amo Morhair y ahora yo acabaré con cada uno de vosotros... –dijo avanzando hacia ellos.
Los tres se lanzaron inmediatamente para contraatacar, pero la criatura les había tomado la delantera soltando golpes con un mazo. Ellos eran mucho más ágiles, pero él era más fuerte y Nienor estaba un poco aturdida todavía. Aún así atacó con fiereza a su enemigo hiriéndolo con las flechas, pero estas parecían no hacerle nada. De repente, de un solo golpe tumbó a Merenwen hasta un rincón y tomó a Uiniendil por la espalda alrededor del cuello. Nienor se detuvo porque no podía atacar a la criatura sin el riesgo de herir a Uiniendil, pero rápidamente pensó cómo actuar.
Merenwen actuó más deprisa gritando:
–¡Cerrad los ojos! –Y levantó las manos diciendo unas palabras en antiguo élfico con mucha fuerza. De repente toda la habitación empezó a llenarse de un fuerte viento cargado de algo parecido a la ceniza, que no solo obstruía la vista, también hacía daño si te entraba en los ojos.
–¡No los abráis hasta que yo os diga! –Pudo acercarse a la criatura que creyéndose muy lista también había cerrado los ojos escuchando atento cualquier movimiento que pretendieran hacer, pero en cuestión de segundos, Merenwen saltó sobre él clavándole una daga en el cuello. La criatura cayó pesadamente en el suelo sin moverse, liberando a Uiniendil, cuando Merenwen les dijo que podían abrir los ojos, el oscuro viento había cesado y ella corrió hacia donde estaba Uiniendil para ver si le había hecho daño.
–¿Estás bien? ¿Estás herido?
–Para nada, pero tenías razón, algo iba a suceder. Gracias, me has salvado.
–No, solo ayudé. Somos un equipo, sin tí y Nienor no lo hubiera logrado.
–Bien, bien, basta de palabras dulces vosotros dos –dijo Nienor, veámos si este está bien muerto y vayamos por los demás. Nunca está de más asegurarse–dijo Nienor y le clavó su daga.
Cuando bajaron, Nienor les preguntó:
–¿Qué haremos con la Vara? Mi deseo es purificarla, con ayuda de Uiniendil, que ha sido iniciado en los ritos de la meditación profunda.
–Pero, ¿podemos cogerla? –preguntó Merenwen.
–Creo que solo Faramir podrá hacerlo, es el único con la conciencia limpia y el alma pura.
Faramir se sonrojó y Asphil lo besó.
–Veamos primero si en verdad puede cogerla –dijo Uinieldil y subieron todos. Una vez allí, Faramir se sintió inquieto, Nienor le aseguraba que él era el más puro de los miembros de la comunidad, pero él no estaba tan seguro de ser un santo o algo así, ¡¿y si la Vara lo atacaba?!
"Pero mejor a mí que a mi Asphil" –pensó, y armándose de valor, tomó el objeto con su mano derecha. Sintió un extraño dolor, como si un veneno estuviera recorriendolo, pero se mantuvo firme y logró tomarla, la sacó de la base donde estaba, la mostró a los demás y dijo:
–Siento como un veneno frío recorre mi brazo.
–Sorprendente–dijo Nienor con las pupilas muy dilatadas–el mal que hay en ella no entra en él. Yo fui arrojada por el choque de mis energías con las suyas, por haber hecho tantas cosas... Malas.
–¿Te sientes bien? –le preguntó Asphil.
–Sí, es solo como un cosquilleo molesto. Uiniendil se acercó:
–Faramir, dejame decirte que no creo que únicamente tu alma sea la que te permite tomar la vara sin ningún daño, pienso que tienes una magia muy especial y voy a tratar de averiguar cual es.
–No sé a qué te refieres, pero siento una energía dentro de mí recorriendo mi cuerpo de una forma muy extraña y solo la había sentido en otra ocasión, cuando hirieron a Asphil. Pero en ese momento se lo atribuí al hecho de que estaba muy tenso.
–Pero dime, ¿qué más sentiste en ese momento, notaste algo extraño? ¿Algo que no te hubiera sucedido antes? Muchas veces vemos las cosas, pero pensamos que son inverosímiles y las dejamos de lado, trata de recordar.
–Es lo que estoy tratando de recordar, pero desgraciadamente si sucedió algo no lo noté, en lo único que estaba atento es en lo que sucedía con Asphil, tal vez estaba tan fuera de mí que realmente hubo algo y no lo noté.
–Bien de todas formas, sé que ahora no es momento para esto, pero pensé que si algo sabías nos podía servir, sugiero que todos empecemos a concentrarnos, porque aunque ya tenemos la vara, debemos saber cómo vamos a manejarla.
Asphil acariciaba suavemente el cabello de Faramir, estaba recordando el día que la hirieron y pensaba en lo doloroso que habría sido para él, sin embargo, ahora no era el momento adecuado para decir nada al respecto. Cerró los ojos y trató de sentir alguna vibración extraña en el ambiente, cualquier cosa que les pudiera dar un indicio.
Todos estaban haciendo lo mismo, tratando de meditar cuál era el siguiente paso a dar, pero al perecer nada ocurría, todos estaban un poco frustrados por esto. Entonces Faramir empezó a ponerse muy tenso, y de repente empezó a convulsionarse ligeramente, hasta sentir que sus rodillas se doblaban y se deslizó al piso. Asphil dió un grito cuando se dió cuenta y el primero en acercarse fue Kinalath, quién tomó la vara de las manos de Faramir y la soltó al piso, cayendo también el cómo impactado por un golpe.
Uiniendil dijo:
–¡Que nadie toque la vara! Faramir, ¿qué ha pasado? Y tú, Kinalath, ¿estás bien?
–Estoy bien, –respondió Kinalath– solo siento como si me hubieran dado un golpe en la cabeza, pero realmente solo toqué la vara por unos segundos. Faramir, ¿cómo te sientes?
–No sé lo que sucedió, solo empecé a sentir como si algún líquido caliente recorriera mis venas, y de repente sentí tal cansancio que las piernas ya no me sostuvieron, ahora me siento como si hubiera corrido a través de cientos de colinas, pero en realidad no tengo dolor alguno.
–Ese es un gran poder Faramir, –le dijo Uiniendil, –absorbes la energía mala, pero de algún modo tu cuerpo la rechaza, por eso no te afecta.
–¡Tú eres uno de ellos! –dijo Endereth sorprendido.
–¿De qué hablas? –preguntó Aragorn sin entender nada.
–Alatar me habló de eso: ¡Es un escudo contra el mal! O al menos así los llaman los magos negros. Hay personas que tienen ese don, y como bien han dicho, se necesitan dos cosas; la primera es tener un alma limpia y lo segundo, es una especie de magia con la que nacen. Son capaces de rechazar casi cualquier hechizo, por eso los llaman así y ese tipo de magos los aborrecen. Ahora entiendo, por eso Morhair mandó a esos engendros de vampiro a atacar a Faramir, él se dió cuenta de su don.
–Sí, –les dijo Nienor–, pero como tú has dicho, pueden repeler "casi" cualquier hechizo y por lo que hemos visto la vara ha de tener uno muy poderoso, por eso no la pude sostener por mucho tiempo.
–Vez, Faramir, hace apenas unos minutos yo te decía que tú tenías algún poder especial, pero por lo que veo, tienes varios–sonrió Uiniendil.
–Vaya, qué raro me suena todo esto, lo que no sé es porque no me había dado cuenta antes.
–Tal vez, sin darte cuenta como tú dices, has de haber escapado de varios peligros, y sin tener conciencia exacta de cómo, incluso habrás pensado que era suerte.
Endereth volvió a hablar:
–Tal vez recuerde algo más, porque no me viene de una vez todo a la memoria, algo que pueda servirnos ahora.
–Déjalo por ahora Endereth, tenemos que esperar a que Faramir se recupere, y con la belleza que tiene a su lado cuidándolo, –dijo Aragorn sonriendo a Asphil, –creo que lo hará pronto. Propongo que todos descansemos un poco, sin salir de aquí para vigilar y no llevarnos una sorpresa desagradable.
Nienor dijo:
–Sí, creo que sí, tenemos que pensar un poco todos. Si alguien tiene una idea, aunque les parezca muy leve, decidla enseguida.
Todos asintieron de inmediato, y Légolas se acercó inmediatamente para ver qué podía hacer para que Faramir se sintiera mejor, y empezó a pasarle energía para que él recuperara un poco de la que perdió, él de inmediato se empezó a sentir mejor, pero aún así Asphil no le permitió levantarse.
–Asphil tiene razón, lo mejor será que permanezcas un rato más así. Ha sido mucho el esfuerzo, además estás en muy buenas manos y yo quiero ver a Kinalath por si me necesita también.
–Gracias Légolas, os haré caso, aunque ya me siento mucho mejor, gracias por preocuparos por mí.
–¿Lo ves, amor? Tú que te sentías mal porque no tenías ningún don especial, y resulta que eres más poderoso que todos nosotros.
–Claro que no soy más poderoso, así me ves tú porque me amas, pero todos son especiales.
–Pero es un hecho que sin tí no lo podríamos lograr, y también es un hecho que te amo, así que ahora descansa un poco, que los demás también lo hacen. Aún no hemos terminado aunque estoy segura que al igual que las veces anteriores resolveremos el enigma entre todos.

Mientras tanto, Légolas se acercaba a Kinalath para ver si lo podía ayudar, pero ya lo había hecho Sayah, quién juntando sus manos sobre la cabeza de este dijo unas extrañas palabras. De sus manos salió un suave vapor que bañó el rostro de Kinalath y éste se recuperó enseguida.
–Bien creo que llegué un poco tarde, Kinalath, ya te ha atendido Sayah, ¿te sientes bien?
–Perfecto Légolas, gracias, pero lo que me pasó no fue tan fuerte como a Faramir. Y gracias a tí también Sayah, tienes manos mágicas. –Sayah sonrió dulcemente y empezó a hablar con ellos de las ideas que tenía, tal vez entre los tres lograrían deducir algo.
–Está claro que no la podemos coger, pero la podemos llevar en una mochila. Quizá es mejor que la lleve Faramir por si emite radiaciones malignas o algún tipo de maleficio, él aguanta esas cosas pero nosotros quizá nos volveríamos contra los nuestros–dijo Sayah.
–Sí, tienes razón. –dijo Kinalath–Creo que será lo mejor.
–Llevar la vara en una mochila hasta que lleguemos a la torre del mal... Pero, ¿qué haremos si Faramir no la puede usar porque le ocurre lo mismo que ha ocurrido ahora? –preguntó Legolas.
–A Faramir le espera un duro entrenamiento. Tiene que coger cada día un poco la vara y así cada vez se irá acostumbrando a ella y resistirá más tiempo con ella.
–¿Cómo sabes todo eso? –preguntaron un poco sorprendidos.
–Olvidáis que aparte de ser la hija del fuego también soy una hechicera arcana. Sé magia arcana y si no me equivoco, esa vara tiene una parte de magia arcana. Estoy segura de lo que digo.
Los demás que habían estado escuchando atentamente estuvieron de acuerdo, aunque a Asphil no le gustó el hecho de que su amor tuviera que sufrir entrenando. Faramir dijo:
–Sayah, ¿me ayudarás a usar la vara? –Sayah asintió. –Está bien, preparaos porque nos vamos a ir muy pronto a nuestro destino. Todos empezaron a organizarse y Merenwen que había estado todo el rato mirando la habitación, palpó una pared y para sorpresa de todos se abrió una puerta secreta que nadie había visto. Como todos tenían cara de "¿cómo lo ha hecho?", ella respondió antes de que nadie preguntara.
–Por aquí pasaba corriente, además un mago como Morhair tenía que tener más de un secreto en este castillo. –Merenwen olió el aire–Creo que lleva a una despensa, tendremos las mejores provisiones para el viaje. –dijo con una sonrisa.
Mientras una parte del grupo se dirigía hacia el pasadizo para comprobar si realmente se trataba de una despensa, Kariah se acercó a Kinalath.
–Estoy contenta de que ya estés mejor aunque me hubiera gustado poder ayudarte, pero Sayah lo ha hecho a la perfección. Realmente me siento un poco inútil, sin hacer nada.
–Ven aquí,–le dijo él y la abrazó–realmente no puedes hacer ahora nada más importante que hacerme compañía. Me estáis malacostumbrando consintiéndome tanto, tú, Légolas, Sayah, todos os preocupáis de más.
–¿Sabes? He vivido sola durante mucho tiempo, tanto que no recordaba lo que era convivir con alguien más y ahora en este poco tiempo que he estado aquí, he estado observando. Todos sois tan diferentes, pero os apreciáis, os cuidáis unos a otros. Incluso a mí que casi acabo de llegar, me tratáis como si me conociérais de toda la vida.
–Lo mismo sucedió conmigo. Ellos me trataron desde el principio como uno más del grupo, a pesar de que yo también tenía unas costumbres algo extrañas y cuando hubo un problema ocasionado en parte por mi culpa, no me trataron mal, ¡bueno! Tuve dos amenazas–sonrió Kinalath al recordar lo que le dijeron Ithlaiä y Endereth defendiendo a Légolas, –pero estaban bastante justificadas.
–Pero, ¿acaso tuviste algún problema con Légolas? Él fue uno de los primeros que se acercaron hace un rato para ayudarte.
–Así es, todo fue un malentendido, pero hasta que no se aclaró, los que más sufrieron fueron él y Elemmire. Yo quedé como el villano, pero desde que las cosas se aclararon prometí no cometer otra tontería como esa.
–No fue una tontería, –escucharon decir a Légolas, que en ese momento se acercaba con Elemmire y les llevaban algo para beber–y algún día tendrás que escuchar la historia Kariah, porque tiene que ver contigo y con el amor que te tiene Kinalath, y realmente todos tuvimos algo de culpa, pero espero que eso este olvidado, –dijo dirigiéndose esta vez a Kinaltah.
–Así es, y eso me ha hecho valoraros más Légolas. Debo decirte que os he tomado mucho aprecio y eso es algo que en tiempos pasados no me permitía.
–Pero ahora estáis con nosotros –habló Elemmire– y espero que por mucho tiempo. Yo te contaré lo que sucedió Kariah, porque como dice tu hermano, sí me afectó mucho porque amo a Légolas más que a mi vida. Pero muy en el fondo yo sabía que él lo entendería, porque es el ser más bueno que he conocido, y su nobleza no le permitiría condenarme sin saber si realmente era culpable.
Légolas atrajo a Elemmire hacia su pecho y la abrazó:
–Mi amor, no quiero que nos vuelva a suceder algo así, no soporto verte sufrir.
–Y no sucederá, porque ahora conocemos más el uno del otro, y yo preferiría sufrir mil veces, antes que verte a ti haciéndolo.
Kinalath y Kariah, que observaban esa escena, sonreían, y fue ella quien dijo:
–Así es, no sucederá, porque puedo ver que aparte de la nobleza de ambos, os tenéis un gran amor que os ayudará a vencer cualquier trampa que el destino os ponga. Pero por favor, no os pongáis tristes. No puedo evitar estar feliz ahora que estoy con mi querido hermano, y le doy la razón cuando dice que vosotros sois un gran grupo, gracias por hacerme sentir tan bien.
–Amor–gruñó Nienor, y mirando con las cejas alineadas las parejas amantes murmuró–más potente que la vida y la muerte, más peligroso que la magia, más incomprensible que los designios de iluvatar.
–¿Hablas de amor? –le preguntó con una sonrisa Endereth.
–Reflexiono.
–Uhmm, ¿sabes? A mí no se me ha olvidado lo que dijo Morhair sobre cómo mirabas a Kinalath...
–Bueno memoria, la de tu juventud.
–¡Yo soy más viejo que tú! –le reclamó amistoso el elfo.
–Solo en años vividos sobre la tierra media. –dijo y silenciosa se apartó.
Aquella noche, luego de que Asphil y Faramir tardasen 1o minutos en despedirse, Nienor les soltó:
–Parece que no vais a volver a veros, solo será una hora de meditación y estaréis juntos de nuevo.
–Lo siento–murmuró Asphil y salió.
–Bien, quítate cualquier idea de la mente y sigue el ritmo de tu corazón, trata de entrar en su interior con la sangre...
–Es difícil.
–Es lo más fácil.
–Bien–Faramir siguió las instrucciones de Nienor pero no hallaba como meterse dentro de su propio corazón.
–¿Qué ves en tu corazón?
–¿Qué puedo ver?
–Lo que hay en él, quita el amor que sientes a Asphil, los recuerdos dolorosos y llega al centro de tu corazón. Dime cual sentimiento impera en él, tómate tu tiempo, hay una eternidad por delante...
Nienor meditaba también, y ahora que había cumplido su venganza, ahora que el odio abandonaba su corazón, temía a los sentimientos que pudiera encontrar en él. Antes, sola y vagabunda, ansiosa de venganza, había pensado en matar a su enemigo, purificar la Vara y regresar al reino de los muertos. Pero ahora, sus sueños eran interrumpidos por la visión de él...
–¡Maldición!
–¿Qué te ocurre Nienor? –Faramir le tomó el brazo y ella se soltó con brusquedad por instinto.
–Nada... Vete ya, mañana seguiremos...
–He sentido algo raro al tocarte...
–Es natural que los muertos estemos fríos–dijo ella de mala gana.
–Eso es lo normal, pero he sentido tibieza en ti...
–Señal de que tengo fiebre, así que vete de una buena vez antes de que te contagie.
Faramir salió sonriente, y al abrazara a su Asphil le dijo:
–¿Sabes? Tal vez nos quedemos sin helada Dama.
–¿Cómo?
–Nienor no es tan fría como parece...
–Pues qué bien lo oculta...
–Al contrario lo oculta muy mal, y Endereth también lo sabe...
–¿Sugieres que hablemos con él, senescal?
–¿Yo? ¡Yo solo quiero besar a la dama del destino!

Magia y Amor en la Tierra Media: Memorias de La Cuarta EdadWhere stories live. Discover now