Capítulo cuatro: Los problemas crecen

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Mientras , Ophala fue a hablar con Aragorn, al fin y al cabo era su rey y su amigo.
–Hola Aragorn –dijo arrodillándose cuando lo tuvo delante.
–Vamos levántate soy tu rey, pero creo que tenemos más confianza como para que te arrodilles delante de mí.
–Solo cumplo con mi deber a tu servicio.
–Bueno, -dijo riendo– cuando acampamos por el norte de la comarca no hacías tanta ceremonia –Ambos rieron. aunque Aragorn siguió hablando –tiene que ser grave lo que me quieras decir para que estés así de seria.
–Lo es, quiero más misiones, no me aburro en palacio, pero esta no es mi vida. Me he quedado para estar con mis amigas, y para vigilar los recientes hechos que ha habido aquí mismo, pero parece que Ithlaiä ya está recuperada.
–Bueno, no sé qué quieres realmente, qué misión harías con gusto.
–Cualquiera que requiera salir de la ciudad y volver a recorrer la Tierra Media. Pero en realidad, me gustaría un destino concreto.
–Habla pues, y veré que es lo que puedo hacer, y si quiero que una amiga arriesgue su vida a lo tonto.
–Se que todo esto está relacionado con hechicerías oscuras. Igual que las enfermedades de Rohan, y que todo puede provenir de un mismo foco. Quiero investigar todo esto pero yendo al norte, al reino de Angmar. Al norte de La Comarca y de las Quebradas del Norte.
–Ese es un sitio muy peligroso, sabes los males que allí se engendraron cuando el Rey Brujo gobernaba esa zona.
–Ya, ya lo sé, pero ahora él está muerto.
–Sí, pero no sus seguidoras, aunque él no esté, hay muchas... Ya sabes, brujas –dijo casi en un susurro– que siguen allí escondidas y practicando sus conjuros negros.
–Lo sé y eso no me da miedo, pero creo que allí se podrán resolver muchas dudas que tenemos, y ya sabes que allí no puedes mandar un regimiento. Destruirían todo lo que pudiese valer de información, tiene que ser una persona, y que conozca el lugar tan bien como lo conocemos nosotros. Creo que yo soy la adecuada.
–No sé, aún así es muy arriesgado y todavía no sabemos mucho sobre a qué nos enfrentamos.
–Créeme, sé que allí encontraré algo. Además, hay objetos muy poderosos y antiguos que el señor oscuro robó a los elfos Noldor y que al no poder usarlas por ser benignos, las escondió. Sé que podré encontrar algo de provecho, allí hay magia escondida.
–Dices cosas que yo desconocía, ¿cómo las averiguaste?
–He hablado con mucha gente que estaba oculta hasta que cayó Sauron, tú no has podido ya que estabas aquí, pero sé muchas cosas que antes no sabía. Por eso te pido este favor, que me des licencia para marchar hacia allí, y un visado especial para poder entrar a la comarca siempre que lo necesite y sin causar ningún problema a los medianos. A mí y a mis acompañantes, si es que tengo alguno.
–Te doy permiso, y el visado, aunque sé que este no te hace falta, ambos conocemos a muchos hobbits que nos dejarían andar libremente por allí.
–Muchas gracias, me has hecho muy feliz y has quitado una pena de mi corazón.
–Ophala, mi amiga, espero que regreses con lo que vayas a buscar y que lo hagas en perfecto estado. No puedo decirte más , sólo una cosa, que Eru te proteja, y guíe tu camino a ese lugar oscuro habitado por brujas y otros seres peores. Una recomendación, duerme siempre con un ojo abierto y si puedes hazlo de día, ya sabes que estos seres son criaturas de la noche, y si te encuentran dormida, nunca más despertaras.
–Así lo haré, sabes que siempre te he hecho caso.
–Hasta pronto y saluda los queridos hobbits de mi parte.
–Hasta pronto Aragorn, se que volveremos a vernos y traeré sus saludos de regreso –. Ophala se quedó sin embargo para celebrar la recuperación de Ithlaiä. Esa noche, La elfa estaba resplandeciente y totalmente recuperada de su maldición. Llevaba un vestido negro con la espalda destapada. Contrastaba con los rubios y lisos cabellos con algunas pequeñas trencitas. Su belleza era tal que hasta Elemmire se lo dijo:
-¡Qué guapa estás! Me das envidia...
–Qué dices, hubiera preferido que no me hubiera pasado nada antes que tener este aspecto.
–Ya pero la mezcla de magia negra y blanca de Mithrandir han hecho una extraña combinación, ¿no crees?
–Puede ser...
Apareció Gandalf entre la multitud.
–Hola viejo amigo, no me diste tiempo a agradecerte lo que has hecho por mí. Gracias –dijo Ithlaiä.
–No hay de qué, querida. Ya sabes que para eso están los amigos... Tus padres eran amigos míos.
–No lo sabía... –dijo Ithlaiä.
–Sí, son unas de las pocas personas que recuerdo de cuando era Gandalf el gris.
–Gracias –dijo ella de nuevo y lo abrazó. Mithrandir agradeció su cariño. Athel apareció en la sala y cogió a Ithlaiä de la mano llevándola a uno de los patios. Corrieron riendo por las escaleras hasta llegar. El cielo estaba estrellado y la luna estaba ligeramente tapada por las nubes.
–Al fin solos.
–Sí.
Al fin pudieron darse el apasionado beso que tanto deseaban sin ser interrumpidos.
–Te quiero –se dijeron mutuamente.
–Acepta esta muestra de mi afecto Ithlaiä- Athel le entrego un hermoso dije; una flor con el centro negro.
–Gracias Athel, es hermoso.
–No tanto como tú... –Athel le acariciaba la mejilla, –Cuéntame sobre ti, quiero saberlo todo, ¿o acaso despertaste un día sin saber nada de ti? –sonrió. Ithlaiä se entristeció, de hecho había despertado un día así y aún no lograba recordar toda su vida anterior, antes de ser convertida en piedra. Recordaba a Légolas y a sus amigos, pero no se explicaba quién podría ser aquel enigmático y bello encapuchado que aparecía en sus sueños últimamente.
--De hecho sí... Luego de que un malvado hechicero me convirtiese en piedra...
–¿Y no sabes por qué?
–No, es doloroso y no puedo recordarlo... No quiero recordarlo...
–Vamos, me amas, ¿no? Este es el símbolo de nuestro amor Ithlaiä –él sacó el gemelo del dije que acababa de regalarle –tiene la virtud de despejar tus miedos, aclarar tus dudas. ¡Mírame! –Ithlaiä miró profundamente en sus ojos, y se asombró al ver algo totalmente inesperado en su alma.
El hechicero azul vio fracasar su plan de apoderarse de Ithlaiä mediante el libro encantado, así que después de hacer aún más daño en Rohan para distraer la atención, partió al palacio real de Gondor a recuperar el precioso libro de hechicería, cosa que logró ya que estaban todos distraídos en la fiesta de Ithaliä. Firiel le había contado que la hermosa elfa y el príncipe Athel se amaban; al saberlo su risa fue tan estridente como malévola.
–Nada mal: venganza y una nueva oportunidad para tenerla al fin, ¡no sabes cuanto he esperado por ella, Firiel! Hace milenios que la deseo: no es amor, ya estoy curado contra esa cursilería –explicaba el malvado hechicero– es deseo, Ithlaiä se me ha escabullido demasiado tiempo... Y ella es la única elfa que puede darme un hijo, la única capaz de sintetizar mi noble esencia de Ainur con su noble sangre élfica... ¡Cuando lo haya hecho, hasta Manwe se estremecerá! –Diciendo esto se confundió con las sombras, y acechó al amado de Ithlaiä, lo capturó y tomó su lugar. Y ahora estaba haciendo que ella lo recordase, que recordara que había llegado a amarlo, hasta darse cuenta de cuán malo era. Y estaba haciendo que ese doloroso sentimiento aflorase en las profundidades de su alma.
–¡Te amo Athel, te amo! –El hechicero sonrió, a pesar de que ser llamado por el nombre de su rival lo encolerizó.
–Ithlaiä mi amada, venga, vayamos a pasear al bosque –dijo el malvado mago que pretendía capturarla. La elfa hechizada lo siguió sin más y en el bosque se perdieron, lo que no sabía el mago es que alguien había visto todo...

Athel fue a avisar a todos de lo que acababa de ver. Primero avisó a Légolas y después reunieron a Ophala y Faramir, que casualmente había vuelto de una misión junto con Aragorn y Mithrandir, dos personas muy sabias. Gandalf podía oler la magia y por el bosque olía rastros por todo que llevaban a internarse cada vez más en el bosque. Hasta que llegaron a una piedra del tamaño de una persona.
–Es una puerta mágica... Habrá que buscar la manera de abrirla –dijo el mago mientras palpaba la piedra con cuidado. Los demás comenzaron a pensar en cómo la podrían abrir hasta que Aragorn vió en el suelo una piedra más pequeña a la derecha de la grande y Faramir otra a su izquierda. Se les ocurrió pisar cada uno una piedra a la vez pero no ocurrió nada.
–Hay que buscar la palabra mágica que abre la puerta. ¿Cuál podría ser? –inmediatamente todos empezaron a pensar en palabras. Entonces Légolas dijo "Niza" por casualidad y resultó ser la verdadera. La gran piedra se apartó de su lugar y dejó paso a unas escaleras que llevaban hacia abajo. El falso Athel, Mago Azul, mientras tanto llegaba a su sala oscura donde realizaba los hechizos y allí acostó y ató a la hechizada Ithlaiä a un altar. Después le quitó el hechizo que la había hecho llegar hasta él sin replicar.
–¿Qué hago aquí? –dijo Ithlaiä. Después quiso levantarse, pero no pudo. Se miró y tenía las manos y los pies atados, su cuerpo formaba una cruz. Después vió entre las sombras la silueta de un hombre encapuchado en un manto color azul añil.
–Al fin Firiel, contémplala, ya está aquí. Ahora solo tengo que hacerla mía y crearé al mayor hechicero de todos tiempos... –dijo este a una pequeña ave que posaba en su hombro. Ithlaiä empezó a retorcerse e intentar escapar, pero no consiguió nada. Cuanto más se movía, más apretaban las muñecas y las piernas. No pudo contener las lágrimas que resbalaban por su bello rostro al igual que su cabello caía a los lados del altar en el que estaba prisionera.
–Oh, no es hora de llorar... Conmigo tendrás todo lo que quieras, todo cuanto jamás hayas deseado. Yo he conseguido despertar la magia que se escondía bajo tu piel... La verdad es que hay muchas cosas que desconoces Ithaliä... Como por ejemplo, que un unicornio te rozó transmitiéndote su magia cuando tan solo eras un bebe... Y que tu caballo Dol-Falas es el hijo de una yegua y un unicornio... Eres especial, ¡cómo yo!–¡No! –gritó ella–Yo no soy como tú y hay muchas cosas que no me puedes dar ya que desprecias... Amor, libertad, felicidad... Eso no se consigue con la magia –dijo entre sollozos. El hechicero se enfureció tanto que por unos instantes estuvo a punto de lanzarle una maldición. Ithlaiä se limitó a mirar al techo con la mirada perdida pensando en cómo escapar de allí, pero luego llegaron Légolas, Mithrandir, el verdadero príncipe Athel, Faramir y Ophala con Aragorn a sus espaldas.–¡Alatar! –grito Mithrandir al ver al hechicero azul –¡Creía que estabas muerto!–Mithrandir, Olorin; tanto humo te ha turbado el entendimiento... Nosotros no podemos morir –le respondió Alatar sonriendo y nadie noto que con una antigua daga inscrita se hacía un pequeño corte, y se acercaba a Ithlaiä.–¡Quieto ahí, malvado! –grito Athel.–Olorin, no puedo negar que eres coherente: eliges tus amistades de mal en peor. Pero la verdad es que tenía previsto que llegaras, aunque no con tus estúpidos amigos... –El hechicero rozaba la cara de Ithlaiä –Han llegado en un momento muy inoportuno, ¿verdad, querida?–¡Yo no te amo, yo no soy tu querida! –exclamó Ithlaiä.–No estés tan segura, preciosa; cuando hace miles de años estabas dispuesta a unirte a mi, tu gran amigo Olorin te lanzo un hechizo para limpiar tu mente y corazón de todo recuerdo y sentimiento , y yo otro para atarme eternamente a ti, de ahí el resultado fue que te convertiste en piedra.–¡Ya basta, hechicero! Estás rodeado, no podrás escapar: Mithrandir acabará contigo –exclamo Athel, y dio un paso a Ithlaiä. En un movimiento rapidísimo, Alatar cortó a Ithlaiä, mezcló sus sangres; lanzó un hechizo que deslumbró a todos y desapareció.–¿Mithrandir, es cierto lo que ha dicho Alatar? –preguntó Ithlaiä una vez desatada.–Lo es. Te debo una disculpa por no habértelo contado nunca, pero tú eres especial: un unicornio te transmitió su magia.–Él me lo dijo.–¡¿Y qué más te dijo?! –el mago se sobresaltó.–Sólo que mi caballo también es especial... ¿Por qué yo, Mithrandir? –la bella elfa se echó a llorar, Elemmire se acercó a consolarla.–Por tu magia, por tu linaje, y porque de un oscuro modo te ama... –Esa afirmación dejó helados a todos.–¡No la puede amar, solo piensa en sus propósitos viles y en dañarla! –Saltó Ophala con indignación.–Viles son sus propósitos: a los Maiar nos está vetado tener hijos, porque estos serán mucho más poderosos que sus progenitores. Y en particular, un hijo de Alatar, magia del poder y de Ithlaiä, elfa mágica y noble, sería capaz de cosas que apenas puedo imaginar... Déjame ver ese corte –Mithrandir lo examinó seriamente, –creo que sólo es un corte, pero si notas cualquier cosa extraña, dímelo.–Antes de esto , lo veía en mis sueños –Mithrandir se quedó helado.–¡Qué has hecho, insensato! –gritó el mago al ver que Légolas había dejado salir al pajarito.–¡Sólo deje salir al pajarito! Lo he visto muchas veces, fuera del palacio.–No es un ave, es la espía de Alatar: capturadla lo antes posible. Si volviera a su verdadera apariencia nos diría los planes de Alatar.

Magia y Amor en la Tierra Media: Memorias de La Cuarta EdadWhere stories live. Discover now