Capítulo veintiocho: corazones rotos

3 0 0
                                    

El día siguiente amaneció hermoso y fue Elemmire quien despertó a sus amigos: la elfa disfrutaba más de la vida desde que había estado a punto de convertirse en licántropa.
–Mira qué hermosa es la aurora Légolas, dorada como tus cabellos...
–Y el resplandor del sol no puede compararse con el de tus ojos- le dijo, y se besaron. Endereth los había visto mientras estaba en compañía de Ithlaiä.
–¿Te había dicho que tus... Tus ropas son azules como en la mañana?
–Vamos, si quieres besarme hazlo, pero no me digas versos tan malos.
–De acuerdo–dijo él y la besó.

Asphil y Faramir hicieron lo propio. Pero Uiniendil bajó los ojos, Merenwen miró hacia otra parte, Kinalath se concentró en sus pies y Nienor dijo con voz áspera:
–Basta de arrumacos o jamás vamos a llegar a esa maldita torre.
–Sí–dijo Mística, que despertaba alegre como la primavera–queda a tres días de viaje y no creo que encontremos más resistencia que la que oponga la torre.
–Sí, nos ha costado trabajo, pero ya casi hemos exterminado a todos los monstruos del norte–dijo Asphil, pensativa.
–Bien, démonos prisa–dijo Légolas y la comunidad avanzó.
La mayoría estaba alegre, cada cual pensaba en que se acercaba el día en el que regresarían a sus hogares y podrían vivir tranquilos con sus amados, quienes los tenían, porque los hijos de los elementos, a excepción de Sayah y su Kazim, tenían problemas en sus relaciones. Kinalath estaba preocupado, a menos de tres días para decidir. Qué mala jugada le había hecho Nienor al confiarle a él la decisión, hubiera preferido que se enojara o le gritaran, pero con su resignación... La cabeza se le ponía confusa... Lo mejor sería hablar con Faramir, que lo que fueran a hacer fuera con el beneplácito de todos. Como era de esperar de unos amigos tan leales como los que conformaban la comunidad de la Vara, todos estuvieron acordes con que la Vara sirviera para la "Buena" acción de sellar el destino de Kinalth y Nienor. Mística incluso había opinado que cuantas más obras buenas se hicieran con la Vara, mas fácil seria usarla para la destrucción de la Torre. Y la noche del día antes de que llegaran, cuando ya se distinguía lo lejos el centro de reunión de la maldad al norte, tuvo lugar la ceremonia.
En medio de un círculo meditativo que habían formado todos menos Kinalath y Nienor estaban listos y sus amigos les enviaban fortaleza, e Ithlaiä observó cuán hermoso era el espectáculo de las auras de todos ellos yendo a parar a la Vara, que se hacía más clara y rosada. La Vara la sostenían entre los dos amantes. La decisión era de Kinalath y no había decidido nada aún. Pero el momento se aproximaba y de pronto escuchó un coro de voces que le preguntaban armoniosamente.
"¿Habéis de ser elfos o habéis de ser humanos?"
"No lo sé"
"Debes saberlo, ella nos ha dicho que tú elegirás, ¡debes hacerlo!"
"Quiero que... Seamos felices"
"De las dos maneras podéis serlo"
"Elegid vosotros"
"No podemos, pero te mostraremos los destinos" dijo el coro que salía de la Vara y le pareció que escrutaba en su interior: vio la longevidad cada vez más pesada de los elfos y sus espectros melancólicos aguardando un destino incierto. Vio los breves años humanos, saboreados cada uno intensamente, vio los espíritus humanos abandonando felices Ea y yendo frente a la presencia de Eru. Recordó las palabras de Nienor: es maravilloso.
"Elige" dijeron las voces.
"Humanos" dijo él con firmeza y se sintió como transportado.
Quienes estaban cerca miraron un maravilloso espectáculo de luces y suaves sonidos que envolvían a la pareja y después las estrellas volvieron a brillar.
–Qué hermoso–dijo Arwen llorando–se ha hecho humano para ella.
Todos estaban maravillados con lo que estaba sucediendo, bueno, casi todos, porque Kariah estaba un poco separada de ellos con una cara un poco triste. Después de las felicitaciones y comentarios, Kinalath fue hacia donde estaba ella y le dijo:
–Tú no me has felicitado, ¿no estás feliz por mí?
Ella por toda respuesta volteó a mirarlo con lágrimas en los ojos:
–¿Qué te sucede, dime?
–Si tú mismo no te has dado cuenta qué es lo que acabas de hacer, entonces yo no tengo por qué decirte nada.
–Sé lo que hice, acabo de convertirme en mortal.
–Así es–y diciendo esto, dio media vuelta y se marchó, emprendiendo el vuelo.
Kinalath se quedó parado ahí, sin comprender qué es lo que sucedía con Kariah, ella no podía ser tan egoísta de no aceptar lo que él había hecho, y pensando en eso se topó con Uiniendil.
–¿Te pasa algo Kinalath? Después de lo que acabas de hacer tu actitud debía ser otra.
Él le contó lo que había pasado con Kariah:
–¿Acaso estás pensando que ella es egoísta? ¿Y qué hay respecto a ti, te detuviste siquiera un segundo a pensar en sus sentimientos o en sus deseos? ¿Cuántos años pasaste buscándola, 300 o 400 años? ¿y cuantos vas a vivir ahora que la encontraste?
En ese momento cayó sobre Kinalath todo el peso de la verdad, pasó tres días pensando en lo que le pedía Nienor, pero nunca pensó en su querida Kariah, gruesas lágrimas empezaron a correr por sus mejillas, y lo que hasta hace unos momentos pensaba que debía ser motivo de felicidad para él se estaba convirtiendo en su tormento.

Mientras tanto, Kariah estaba sentada al borde de un pequeño abismo, con las rodillas sujetas por los brazos, ella no quería que su hermano sufriera, pero no quería verlo morir. Todos esos años a ella la mantenía de pie el hecho de creer en que él vivía, pero ahora sabía que en un tiempo muy corto para un elfo, se iría. Ocultó el rostro entre sus manos y comenzó a sollozar desesperadamente, eso no podía estar pasando, no a su querido Kinalath. Pasó horas y horas llorando hasta tomar una decisión. Se alejaría unos días, hasta que su alma estuviera un poco más tranquila, después volvería a su lado aparentando que cambiaba de opinión y tratando de pasar con él el mayor tiempo que le permitieran, hasta que él muriera. Después de eso, su propia vida ya no importaba.
Uiniendil llamó a Merenwen para que le ayudara a calmar un poco a Kinaltah, y ella enseguida utilizó sus poderes para darle un poco de tranquilidad. –Tranquilo Kinalath, tu sufrimiento es tan intenso que no logro tranquilizarte, todo tiene una razón.
–¿Es que no comprenden lo que hice? Pensé en mí, sólo en mí y ahora la voy a dejar sola nuevamente, esta vez sin esperanza de reencontrarnos.
–Ella te ama, comprenderá lo que has hecho.
–Si, estoy seguro de eso, ella no me reprochará nada, pero ¿y yo? ¿Cómo cambiar las cosas? Soy un maldito...
–No es verdad, tomaste una decisión, y tendrás que ser feliz con eso, trata de reconciliarte con la idea.
Él ya no contestó nada, sólo se quedó mirando el vacío, consciente de que jamás volvería a ser el mismo. Uiniendil observaba todo sin decir palabra, mirando a Merenwen, pero sin atreverse a hacerlo de frente y cuando ella volteó a verlo, él desvió la mirada de inmediato. Ella no dijo nada más, sabía que había logrado tranquilizar un poco el alma de Kinalath, pero el problema estaba ahí, ¿por qué tenía que ser todo tan complicado? Y por primera vez desde que llegó a la comunidad, deseó que todo terminara, deseaba estar lejos de ahí y en eso se fue pensando, mientras un muy triste Uiniendil la miraba alejarse.
Kinalath caminó y caminó en círculos, pisando tan fuerte que parecía odiar las piedras, en verdad, ¡¿cómo no se había detenido a pensar en ello!?
–¡Soy un estúpido! –se gritó de repente.
–Sí lo eres–le contestó una voz amada e irritante para él.
–No me molestes Nienor, esto ha...
–¿Pasado por mi culpa? ¿Acaso yo te dije: sé humano?
–No, pero lo deseabas.
–Sí, pero tú eras el de la decisión, tuviste tres largos días para pensarlo...
–¡¿Largos, tres tristes días?! –gritó él.
–Eres muy indeciso–le respondió ella sin alterar su tono de voz–yo habría elegido en un instante.
–Sí, no lo dudo, pero eres muy egoísta.
–¿Egoísta? –miró a lo lejos como meditando–Nunca lo había pensado así, pero supongo que tienes razón. En todo caso, tú siempre supiste que estabas a mi lado por gusto. Y yo te acepto a mi lado por gusto. A eso se reduce todo, y lo aceptas o no.
–¿Y si hubiera elegido que fuésemos elfos?
–Hubiera permanecido a tu lado... Pero... ¿Sabes? No tiene sentido atormentarse, en esto al menos había un destino.
–¿Un destino? –preguntó él intrigado.
–Sí, hice un rito para invocar a mi padre y le pregunté algo personal: qué pasaría con nosotros, y él me dijo que te llevaría conmigo.
–¡¿Qué?! ¡¿Cómo!? ¡¿Me engañaste!?
–Oh cállate y escucha–dijo ella con fastidio–eso me decía que sería feliz a tu lado, fuéramos elfos o humanos, y como prueba de afecto te dejé escoger y en verdad yo creía que como Earendil habría de lamentar íntimamente mi suerte...
Kialth se había quedado sin palabras, ella se le acercó:
–No, déjame solo, quiero estar solo un rato...
–De acuerdo– dijo ella y se alejó con el cabello ondulante.
–Faramir, ¿me prestarías la Vara de nuevo?
Faramir se sobresaltó, nunca escuchaba llegar a Nienor ·es silenciosa como un espectro" pensó, y se ruborizó al recordar que ella sí había sido algo parecido a un espectro.
–Tómala, ¿de nuevo estás preocupada y deseas hablar con tu padre?
–Así es, pero esta vez no es personal–le sonrió ella– se trata de confirmar una sospecha.
–¿Una sospecha?
–Sí, sobre la torre maldita... Y tú deberías prepararte, pues pronto habrás de destruirla.
–Sí, sí–dijo él, y ella se dirigió a la cueva, y ahí nuevamente se preparó para su rito, pero esta vez , como deseaba saber algo del interés común se situó en medio de un heptagrama dibujado con sal.
"Aquí estamos" le dijeron un coro de voces.
"Díganme, ¡oh, santos sabios! Si Lothion aún guarda la torre que construyera, la torre maldita"
"Lothion ha dejado su recuerdo atrapado en los cimientos, y ha obligado a los inocentes a que le ayuden"
"Pero, ¿podremos vencerlo?"
"Será una lucha de voluntades, ganará la mejor o la más fuerte: aún así os ayudaremos"
"Hemos ganado entonces" respondió ella y el ritual terminó. Recogió sus cosas y salió a decírselo a Faramir:
–Tengo buenas y malas noticias–le entregó la Vara.
–Venga, las buenas–respondió él.
–Los 13 sacerdotes nos ayudarán a vencer, pero es necesario que todos estemos convencidos de luchar por el bien.
–Creo que no habrá problema por ello... ¿Cuál es la mala?
–La torre opondrá mucha resistencia, pues cerca de morir su constructor, Lothion el Maldito, dejó un recuerdo, algo como un espectro suyo en la torre para guardarla. Creo que te será difícil arrebatar ese espectro, aun con lo que has mejorado–Faramir asintió, meditabundo–Y no te espantes, no dudes si ves almas de niños que te imploran, no las arrebates con la Vara.
–¿Qué? ¡¿Cómo?!
–Al construir la Torre Lothion realizó un hechizo horrible, en el que sacrificó a niños en los cimientos de su torre para que ésta perdurase, una de las más horribles brujerías...
–Eso es horrendo, ¿Y tengo que destruirlos?
–Si no, se quedarán para siempre y no emprenderán el último viaje.
Ella esperó a su lado en silencio hasta que entró Asphil y sabiendo que lo dejaba en las mejores manos se fue.

Pasaron varios días y no había aún señal de Kariah, y ya casi tendrían que partir a la fase final de esta misión. Kinalath seguía muy encerrado en sí mismo, casi no hablaba con nadie. Aragorn los reunió esa tarde para empezar con el plan de ataque a la torre, al parecer todo y todos estaban listos, pero Kinalath tomó la palabra por un momento.
–Yo no iré con vosotros...
–Kinalath, sabes lo importante que es que estemos todos juntos ahora.
–Lo siento, pero en este momento, no hay nada para mí más importante que Kariah, tengo que ir a buscarla.
–¿Y si no alcanzas a regresar antes de que tengamos que partir?
–Entonces tendréis que hacerlo sin mí. Lo siento, sé que todo esto es por mi culpa, pero no voy a perderla una vez más.
–Estás en tu derecho y aquí todos somos un equipo, trataremos de retrasar un poco más la partida, ¿si todos están de acuerdo?
Todos dieron su aprobación, y tan solo un par de minutos después, él partía en busca de su hermana. Kinalath caminó durante lo que restaba de la tarde y toda la noche, sin detenerse un momento, ni a descansar ni a comer nada. Iba usando todos sus sentidos y siguiendo algunos consejos que le dio Uiniendil, y continuó durante todo el día, hasta que por fin, ya muy avanzada la tarde la encontró, a la entrada de una cueva, inconsciente.
–¡Kariah!, ¡Mi niña! ¿Qué te pasa?
Ella no reaccionó de ninguna manera, y él amargamente comprobó que junto con su inmortalidad se habían ido gran parte de sus poderes, no podía ayudarla, tendría que regresar rápidamente al campamento para que lo ayudaran. Él la tomó en sus brazos y empezó a caminar tan rápido como pudo, le faltaban las fuerzas, pero no había poder que lo detuviera. El camino de regreso se hizo aún más largo y tremendamente pesado. Era tal su estado de agotamiento que estuvo a punto de desmayarse en dos ocasiones, pero su amor por Kariah lo hizo sostenerse en pie y continuar. Por fin, después de lo que a él le pareció una eternidad, llegó al campamento, donde todos se alarmaron al verlo llegar en ese estado y con Kariah así. Todos corrieron a auxiliarlos, tomando entre sus brazos a Kariah y recostándola al igual que a Kinalath, que cayó desmayado de inmediato, solo Nienor permanecía apartada, mirando todo en silencio y sin expresión alguna.
Uiniendil, Merenwen y Sayah, se dedicaron inmediatamente a atender a Kariah, que en verdad se veía muy mal. Mientras Aragorn y Légolas trataban de ayudar a Kinalath, que no solo estaba en un estado de fatiga extrema, también estaba deshidratado y algo más que aún no podían identificar. Ithlaiä y Endereth traían y llevaban hierbas y todo lo necesario, mientras trataban de ayudar con consejos de algunas pócimas. Las horas transcurrían y ellos no podían hacer que Kariah mejorase ni un poco, así que Uiniendil les pidió a varios de ellos que se reuniesen, tenían que hacer un conjuro muy especial para tratar de salvarla y les pidió que no mencionasen nada a Kinalath. Formando un círculo alrededor de ella, se colocaron Sayah, Merenwen, Ithlaiä, Endereth, Légolas, Faramir y Uiniendil.
–Ahora amigos, necesito de todo su poder y toda su concentración, tómense de las manos y repitan conmigo conforme yo vaya diciendo el conjuro, es muy importante, pues Kariah se está muriendo. Necesita de toda nuestra fuerza–Todos hicieron lo que les pedía y cerraron los ojos, tratando de hacerlo con todas sus fuerzas, y Uiniendil empezó a decir unas palabras un tanto extrañas, en un élfico muy antiguo.
Aragorn seguía atendiendo a Kinalath, usando al máximo sus dotes de curador, al parecer en él sí estaban surtiendo efecto las pócimas, pero muy lentamente, al menos su respiración ya era más regular y la fiebre estaba cediendo. Aún así, Aragorn no lo dejaba solo ni un instante, asistido por Asphil.
Mientras tanto, los demás continuaban con el ritual, más concentrados que nunca, y cuando este terminó, Uiniendil se arrodilló frente a ella, entonces tristemente bajó la cabeza y miró a los demás, que esperaban expectantes sus palabras.
–¡No ha resultado!, me temo que se nos escapa.
–Yo conozco un rito que podría funcionar–dijo Nienor, hablando por primera vez–pero es difícil y peligroso.
–¿De qué se trata? –preguntó Sayah, quien provenía del mismo pueblo que la sacerdotisa.
–Del Kuolema-nya.
–No... –palideció Sayah, pues ella conocía de oídas el terrible rito.
–Es la única opción–le respondió Nienor.
–Pero necesitas tomar fuerzas del espíritu de Kinalath y sangre de su cuerpo, y él está muy débil.
–Sí, pero sólo de él nos servirán la fuerza y la sangre porque son hermanos.
Sayah miraba con pena a los debilitados hermanos. De pronto, Kinalath trató de hablar, pero solo un murmullo salió de sus labios.
–Hazlo... Hazlo... –susurró.
–Puedes morir, y ella también y será todo en vano–le respondió la mujer por la que había dado su inmortalidad.
–Hazlo si hay... Una oportunidad de que Kariah viva... Hazlo.
–Está bien amado mío, ¿Quién diría que tan pronto habremos de separarnos?
–Calla–le susurro él–no pienso dejarte, ni dejarla...
–Pase lo que pase yo te alcanzaré más allá de las costas imperecederas. –le dijo Nienor, y lo besó. Después se volvió a Sayah y le pidió–Tú sabes cómo se hace esto, ayúdame.
–Si... No... Bueno, yo no sé hacerlo...
–Bastará con que hagas lo que te pida.
–¿Necesitareis la Vara? –preguntó Faramir.
–No; mi espíritu será el instrumento–respondió ella "y si no resulta también el instrumento se perderá" pensó "Bah qué tonterías estoy pensando, soy la mejor sacerdotisa de los Lossoth, y Kinalath y Kariah son demasiado grandes para perderse por esto".
Y la confiada humana acostó paralelamente a los hermanos, y se puso entre ellos tomándoles las manos; Sayah giraba en torno a ellos y recitaba los cantos de poder que su pueblo conocía desde que el mismo tiempo se los había revelado. Nienor, concentrada, reunía toda su energía en su corazón, y era tanta y tan pura, a pesar de las excentricidades de la sacerdotisa, que un brillo idéntico al de la Vara parecía emanar de su pecho. DEspués, tomando las navajas rituales hizo un pequeño corte en las palmas de sus manos, he hizo lo mismo con una palma de Kinalth y otra de Karia, y después se preparó a realizar el Kuolema-nya; la unión mortal, la unión de toda la energía vital de tres personas en un solo corazón, para después devolverla en tres partes iguales, esperando que su energía y la de Kinalath fueran suficientes para darle a Kariah la vida.
"Ahora" pensó ella, y sintió que su corazón estallaba con la fuerza vital que Kinalath le proporcionaba. El instante de peligro pasó, su corazón fue capaz de contener toda aquella energía, y repartirla. "Me siento débil–pensó–pero, ¿habrá funcionado?"
Y expectante, se volvió a Kariah:
–¿Qué me ha ocurrido? –preguntó Kariah con poca voz mientras despertaba. Todos contuvieron un grito de alegría. Kinalath también se despertó y enseguida abrazó a su hermana como si se la fueran a quitar de nuevo.
–¿Cómo habéis logrado que nos recuperemos los dos? –preguntó Kinalath contento.
–Hemos practicado el Kuolema–le explicaron en qué consistía.
–El rito ha funcionado... –dijo Mística con su voz misteriosa que la caracterizaba, desde detrás de todos–Pero Kariah ha perdido algo. La inmortalidad.
Después de oír aquello Kinalath creía que su hermana se pondría a llorar pero no fue así.
–Bueno... Siento que he perdido algo de mí... Pero ahora Kinalath y yo estamos iguales y eso me contenta... Prefiero ser mortal que morir hoy mismo, ¡gracias por haberme salvado! –dijo Karia y se lanzó a brazos de Nienor, Kinalath hizo lo mismo y entre los tres se abrazaron.
–Vaya, parece que al final no ha habido un final trágico a este acontecimiento, pero se ha hecho muy tarde, y ya se ha hecho de noche. Deberíamos ir mañana a destruir la torre–dijo Aragorn. Todos estuvieron de acuerdo y volvieron a su pequeño refugio para preparar un fuego, cenar y dormir.

Mística se acercó a Faramir.
–Propongo que hagamos el último entrenamiento mental antes de ir a destruir la torre.
Él asintió, y Asphil los acompañó.
–Con Asphil a mi lado me concentraré más.
–De acuerdo–dijo Mística encogiéndose de hombros.
Se sentaron los tres en un claro, Mística frente a Faramir y Asphil a un lado de Faramir. Enseguida Faramir atacó la mente de Mística, pero ella fue más rápida y atacó su mente. El muro estaba muy alto y era muy grueso, Mística pensó "ha progresado muchísimo" y en ese preciso instante, Faramir atacó a Mística rompiendo su puerta hacia sus recuerdos y pensamientos. Faramir vió un recuerdo de una niña de cabellos azules junto a una mujer ya bastante vieja con el pelo del mismo color... Después vio el recuerdo de su décimo octavo cumpleaños y lo que vió después le sorprendió mucho... BOROMIR. Era su hermano... ¿Qué hacía en los recuerdos de Mística? Vio que Boromir se acercaba a una muchacha de cabellos azules y ojos violetas con mirada mística y la besaba apasionadamente. Después vio como cabalgaban en el caballo de Boromir...
–¡¡BASTA!! –gritó Mística y un golpe mágico hizo que Faramir fuera expulsado de su mente. Mística estaba sudando y lloraba.
–Lo... Lo siento... Yo–Faramir no sabía qué decir–no sabía que conocieras a Boromir–dijo Faramir. Asphil abrió mucho los ojos expectante... ¿Había dicho Boromir?
–Sí... Nos conocimos y nos amábamos... Pero mi obligación con la vara nos separó y luego me enteré de que murió... –Mística sollozaba.
–No quería hacerte revivir esos recuerdos...
–No tienes la culpa... Yo quise entrenar y estas cosas son así... Ya estás preparado para luchar contra Morgoth–dijo Mística. Asphil no sabía qué pensar.
–No puede ser... –pronunció Asphil bajando su mirada mientras las lágrimas resbalaban una tras otra de sus ojos sin poder contenerse–¡No puede ser, no mi Boromir, no mi Boromir! ¡¿Quién crees que eres niña para venir a decir semejante estupidez?!
–Asphil... –Faramir intentó contener a la joven que estaba histérica, mientras Mística le observaba extrañada y angustiada.
–¡No mi Boromir, jamás! Él y yo... ¡Sólo fuimos él y yo y nadie más! –Asphil intentó acercarse a Mística pero Faramir le tomó de las manos y le obligó a rendirse a sus esfuerzos por querer liberarse de él–No...
–Ya Asphil tranquila, tranquila–repetía el senescal mientras intentaba calmarla entre sus brazos;

"Después de todo, mi hermano aún está en su corazón", pensó para sí.
–Es que no puede ser... Es que... –Asphil no pudo contener sus fuerzas, se sintió de pronto muy débil y se dejó caer sin dejar de llorar, sin dejar de sentir una puñalada en el corazón... Mientras, Mística continuaba observándola con intriga y angustia... Faramir le contó a Mística la historia entre Asphil y Boromir, incluso lo de su hijo y ella comprendió por qué había estado a punto de agredirla.
–Bueno, yo os contaré lo que pasó entre él y yo y seguro que te calmará saberlo todo... –dijo Mística, pero Asphil ponía cara de enojada.
–Antes de que Boromir fuera enviado a la Comunidad del Anillo, Gandalf lo llamó para que le ayudara con una pequeña misión y él no se negó. Tenía que salvar a Mística, que era pariente lejana del mago gris, estaba prisionera por un grupo de Uruk Hai no muy lejos de allí, pero Gandalf no tenía tiempo de ir él mismo allí así que lo envió a él. Y me salvó de aquellos monstruos. En la larga cabalgata hasta Minas Tirith hablábamos y nos conocimos mejor, reíamos y nos divertíamos contando anécdotas y yo poco a poco iba sintiendo algo cada vez más fuerte hacia él, pero algo extraño había en él. Nunca me miraba a los ojos. Una noche estrellada acampamos haciendo un pequeño fuego. Los dos nos sentamos y le pregunté:
"¿Por qué nunca me miras a los ojos, valiente caballero?" le pregunté yo.
"Temo enamorarme de vuestra belleza, Gandalf me advirtió."
"¿Por qué os advirtió?"
"Porque sabe que estoy comprometido con Asphil" dijo él sin mirarme. Aquello me sentó como un puñal en el corazón, pero ¿Qué podía hacer yo? Al día siguiente llegamos a nuestro destino y tocaba la despedida. Era de noche y las estrellas brillaban.
"¿A dónde irás ahora?" le pregunté.
"Tengo una importante misión y debo ir a Rivendel".
Yo empecé a llorar, sabía que nunca más lo volvería a ver.
"Boromir, por favor... Mírame una vez al menos..." le dije mientras me tiraba a sus brazos. Los dos nos miramos. Él me miró a los ojos por primera vez y no pudimos evitar besarnos... Pero poco rato después él se apartó de mí y dijo:
"No puedo... Adiós Mística..." Y montó en su caballo dejando la ciudad atrás velozmente.
"Adiós Boromir..." dije yo con lágrimas en los ojos. Y no lo volví a ver nunca más.
Cuando Mística concluyó su relato, Faramir sólo pudo observar con pena; pero Asphil no le dedicó otra mirada que la de odio y tristeza.
–Eso pasó en realidad.

–¡Me importa un comino qué pasó o no! ¿Crees que después de esto me quedaré tranquila? ¿Cómo puedo estar tranquila si... Si..? –Asphil se puso de pie y comenzó a caminar de un lado a otro seguida por la preocupada mirada de Faramir–Mira, prefiero no hablarte por un tiempo, de lo contrario empeoraré las cosas. La joven se alejó de allí a paso apresurado sin detenerse ante los llamados de Faramir.
–Lo siento mucho, como ya sabes, Asphil... –comenzó Faramir tratando de explicarle a Mística, pero se detuvo porque no sabía qué más decir.
–Creo que jamás debí contarlo...
–Fue mi culpa en todo caso por haber descubierto tus recuerdos, no debí hacerlo.
–No, déjalo así... Ella tiene sus razones para enfadarse, confío en que algún día se le pasará.
–El dolor por la muerte de mi hermano es algo que lleva en su corazón y es imposible de remover, jamás podrá deshacerse de él. A veces temo que se olvide de Artamir...
–¿Artamir?–Es mi sobrino, el hijo que tuvieron juntos, pero que Boromir nunca conoció pues nació meses después de que mi hermano muriera... Boromir jamás supo que Asphil esperaba un hijo suyo...
Mística entrecerró sus ojos para no llorar, ahora entendía aún más el dolor de Asphil pero, ¿Qué había del suyo? Ella también había sufrido... ¿Cuál de los dolores sería más fuerte? Mucho era el sufrimiento que había en el extremo Norte de la Tierra Media; los corazones eran oprimidos y ni siquiera el hielo eterno podía congelar aquellos sentimientos.

Magia y Amor en la Tierra Media: Memorias de La Cuarta EdadWhere stories live. Discover now