Capítulo tres: Mithrandir

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Ophala vio cómo se abrazaban y el beso que le dio Légolas antes y entendió que Nevrast no tenía nada que ver. Una vocecilla dentro de ella gritó de júbilo aunque aun no sabía muy bien por que. Faramir, Aragorn y Arwen estaban en las casas de curación cuando Ophala, Nevrast, Légolas y Elemmire entraron también. Por suerte las habitaciones eran grandes y espaciosas. Ithlaiä ya había despertado y abrazó a Elemmire en cuanto la vio. Explicó a los demás lo que había pasado cuando le dieron el golpe en la cabeza.

–Estaba pensando en lo que había ocurrido entre Elemmire y yo cuando Dol-Falas intentó avisar de algo, pero yo no le hice caso porque estaba triste y no quería moverme de ahí. Después recibí un golpe muy fuerte de alguien a mis espaldas y sentí como la magia recorría mi cuerpo. Caí inconsciente pero antes de cerrar los ojos vi una silueta de un hombre con un manto azul. Me dijo algo que ya no recuerdo pero sin duda era un mago.
¿Existe un mago Azul? –le preguntó Ithlaiä a Aragorn.
–Pues la verdad no lo sé, puede que sí... Lo investigaremos–después de que se despidieran todos y salieran de la habitación, el príncipe Athel se presentó allí.
–Hola –le susurró él al oído.
–Hola, Athel. Pensé que nunca ibas a venir. Todos se han preocupado por mi menos tú... –esto último lo dijo sin mirarle.
–¿¡Qué dices!? En cuanto me enteré estuve preocupado por ti. Además mi padre me retenía... No podía hacer otra cosa que esperar a que se durmiera. A veces pienso en dejarlo todo e irme lejos de aquí. Pero lo peor es que ahora mi padre desea estrechar lazos con Thranduil, resulta que es familia nuestra. Thranduil es el primo de mi padre Imrahil, el bello.
–¡Vaya novedad! –dijo Ithlaiä.
–Oye siento que no pudiésemos hablar durante más tiempo, pero en cuanto mi padre vuelva a casa yo me quedaré un tiempo y podremos estar juntos durante más tiempo.
–¿Me lo prometes?
–Claro–dijo Athel y le dio un beso en la mejilla, pero al quedar tan cerca el uno del otro sintieron el impulso de besarse en la boca...
–Lo siento, las visitas se han acabado por hoy –dijo uno de los curadores. Habían sido interrumpidos de nuevo.
"¿Qué es lo que tengo que hacer? ¿Encerrarnos y luego tragarme la llave?" pensó Ithlaiä indignada.
–Adiós, princesa –dijo Athel.
–Yo no soy princesa.
–Ya lo sé... –dijo Athel y le guiñó un ojo. A pesar de lo que la había pasado Itlahiä estaba alegre como hacía mucho que no lo estaba, la conversación con Athel la había animado muchísimo, y eso que estuvo un buen rato pensando el por qué él se habría preocupado por ser familia de Thranduil, pero todo se le pasó cuando él la llamó princesa, quien sabe si ella lo sería algún día.
Mientras en las cuadras Ophala preparaba a su caballo. Fill, el nombre era raro, pero quería uno con un nombre rápido para cuando lo necesitase rápido. Había descansado toda la noche después del duro camino que recorrió hasta llegar a Gondor, pero ya sabía que estaba listo para montarlo de nuevo. Esa misma tarde habían preparado una cacería en la que estarían todos los nobles de la ciudad y además, con el ataque a Ithlaiä, la habían adelantado para investigar un poco. No olvidemos que el rey Aragorn era un gran montaraz, al igual que Ophala, y ella no se iba a perder la cacería por nada del mundo. De esa forma pensó que podría hablar con Aragorn como lo hacían cuando vivían en el norte.
Ya tenía todo listo, se había puesto un precioso atuendo de caza regalo de la dama Galadriel en una de sus numerosas visitas. Ophala al ser medio elfa, llevaba viva mucho tiempo, y había visitado toda la tierra media. El traje era ajustado de color verde oliva y en las mangas y las perneras, llevaba varias franjas decorativas de color azul ceniza. Le encantaba ese traje, se sentía segura con él. Podía estar en la selva y pasar desapercibida gracias al atuendo.
Por fin llegó la hora. Todos estaban en las puertas de la ciudad. La comitiva en su mayoría estaba constituida por hombres, salvo por alguna mujer como Ophala. Estaba segura que Ithlaiä hubiera venido, pero no estaba en condiciones y Elemmire se había quedado a cuidarla. Así que apenas iba a tener compañía. Fue una de las primeras en avanzar con su caballo. El grupo de rastreo no vio nada anormal, así que fueron andando. No iban a por ninguna pieza en especial, ya que era solo por diversión, pero aun así a ella le resultó muy emocionante.
En cuanto el primer grupo se diseminó, ella empezó a notar que alguien la seguía. Hizo un rápido movimiento con Fill y vio a su seguidor, era Nevrast que con un grito le dijo:
–No te escondas, no pienso hacerte daño, por lo menos no ahora.
–Muy gracioso, cómo seas así siempre...
–Sólo era una pequeña broma, además tenemos que hablar. Te debo una conversación.
–Bueno tu sabrás.
–No he hecho nada malo, ¿verdad? –preguntó sorprendido.
–No sé, además tú has dicho que no de momento –dijo ella riendo.
–Bueno... –empezó Nevrast, pero algo lo interrumpió. Cogió su arco y cargó una flecha, Ophala hizo lo mismo. Lentamente caminó hacia un pequeño estanque donde un caballo plateado y hermoso bebía tranquilamente.
–¿Y este animal? Es hermoso, es precioso, es...
–Es el compañero de Ithlaiä. Nació el mismo día que ella. Está en el bosque porque no le gusta la compañía de nadie más que de ella y Légolas. Se llama Dol-Falas, es un caballo legendario.
–Que pena, con lo hermoso que es me lo hubiera quedado.
–¿Sabes montar sin montura? –preguntó ella.
–No...
–Pues olvídate porque no cabalga nunca con ella. Sólo un elfo puede montar sobre él –dijo Ophala. Nevrast dio un paso hacia adelante y el caballo levantó la cabeza nervioso y se fue trotando.
–Ya lo has espantado, la verdad, que poco tacto tienes...
–¿Que tengo poco tacto? Eso ya lo veremos...
–¡Sshhh! He oído algo... –dijo Ophala agachándose. Como Nevrast seguía de pié, Ophala lo cogió y le agarró con fuerza.
–Ahora eres tú la que tiene poco tacto, mi señora-dijo Nevrast en un susurro.
–Vieron como una persona con una capa roja, que no dejaba ver su rostro, caminaba a paso ligero sin hacer casi ruido. De repente subió a uno de los árboles con agilidad y cuando ellos miraron hacia arriba vieron una gran sombra y la persona encapuchada ya no estaba.
–Esto se pone interesante... ¿Cuánta más gente hay aquí a la que no hemos visto nunca? –dijo Nevrast levantándose del escondrijo.
–¿Habéis visto eso? –dijo uno de los nobles que se había acercado a ellos y que ahora cabalgaba en un caballo castaño oscuro con una mancha blanca en la frente –Era una gran sombra...
–Si hemos visto eso y más... Deberíamos poner más vigilancia en el castillo sólo por precaución –dijo Nevrast.
–Tienes razón –añadió Ophala.
–El noble se marchó con los demás y Ophala y Nevrast se quedaron solos. Nevrast tropezó con una raíz y cayó encima de Ophala. Durante un momento que pareció durar años se quedaron así mirándose el uno al otro sin saber reaccionar.
–¿Te puedes quitar? –preguntó Ophala.
–Ssssi claro claro... En qué estaría pensando... –dijo Nevrast que se estaba poniendo como un tomate, cosa que a Ophala también le ocurría. No se miraron a la cara y volvieron al castillo.
En la noche, todo estaba silencioso y solo se oía el murmullo del viento y la respiración o los ronquidos de alguien. De repente, se oyó un grito espantoso de las casas de curación.
–¿Qué ha pasado? –Salió gritando Elemmire. No sabía qué había pasado, estaba totalmente desconcertada. Lo único que recordaba es que al despertar vio como Itlahiä se había levantado de la cama y envuelta en un resplandor rojo, había salido dando un salto por la ventana, cosa que la extraño mas por que estaban en un cuarto piso demasiado alto para que a una persona normal no le pasase nada. Al poco rato del ruido, todo el mundo se presentó allí extrañado por el ruido y mucho más al escuchar la historia de Elemmire. Estaba aterrada, no sabía que había pasado y ahora tenía a un montón de personas que no paraban de hacer preguntas. Afortunadamente en su defensa salió Légolas que les hizo callar y les mandó marcharse. La mayor parte de los que estaban allí se fue, cuando apenas quedaba gente Elemmire preguntó:
–¿Dónde está Ophala? No la he visto en todo el rato.
–Es verdad –contestó Légolas, yo tampoco la he visto, sí que es extraño. Ophala, que estaba acostumbrada a no dormir mucho, apenas había pegado ojo esa noche. Encima después del "incidente" con Nevrast, se había ido mucho antes a su habitación. Se había quedado leyendo, escribiendo alguna carta, y anotando cosas en su diario, allí relataba todas las aventuras en las que había participado y cosas importantes en su vida. Estaba relatando el asunto de la sombra y la capa roja, cuando en ese momento distinguió en su ventana un resplandor rojo, el mismo rojo de la capa del desconocido. Pensando que se trataba de la misma persona se asomó y saltó por la ventana. Por suerte para ella estaba colocada en un segundo piso, y todavía más suerte fue la caseta que había debajo de ella y que casi destroza por su salto. Enseguida comenzó a seguirla, cuando descubrió que era Ithlaiä, no quiso llamarla, ya que era evidente que algo raro ocurría. En seguida oyó el grito de Elemmire. En ese momento Itlahiä paró y giró en dirección del grito lo que hizo que Ophala se tuviese que esconder rápidamente. Desde su escondite la vio perfectamente la cara, estaba totalmente hechizada, tenía un color extremadamente claro en su piel que apenas se distinguía del resplandor rojo que emitía, pero lo más raro era su boca y sus ojos, sus ojo estaban totalmente rojos, de un color rojo intenso, y de su boca corría un líquido también rojo, como sangre. Esto la atemorizó... ¿Por qué tendría Ithlaiä ese aspecto?
Después esto último, siguió caminando y Ophala siguiéndola. Se metieron en el bosque y recorrieron el mismo camino que Ophala y Nevrast habían hecho esa tarde, y que también había tomado aquella sombra de la capa roja. De repente algo le tocó la espalda. Totalmente atemorizada, se dio cuenta de que estaba en el árbol donde había subido la sombra. Pensaba que era su última visión, pero tuvo suerte, era Athel que había ido a verla a las casas de curación y fue entonces cuando la vio salir. Comentaron la situación, y los dos estaban muy intranquilos, pero Athel se quedó petrificado cuando Ophala la describió. En ese mismo instante empezaron a pensar en un plan, ya que los dos iban armados, Ophala llevaba su espada corta, de la que nunca se desprendía, y le dio tiempo a coger su arco corto y su aljaba. Athel tenía su espada larga y su daga. A continuación siguieron el sendero por el que Ithlaiä estaba andando.
Al llegar a un claro vieron como Ithlaiä se ponía en el centro y extendía sus brazos formando una cruz con su cuerpo. También vieron cómo miraba hacia el cielo y de repente cayó al suelo inconsciente. La luz roja que tenía a su alrededor se extinguió dejándola con su camisón de dormir y pálida como la luna. Athel y Ophala no supieron actuar al principio, pero después corrieron hacia Ithlaiä para llevarla de nuevo a las casa de curación donde los esperaban Légolas y Elemmire.
–¡¿Qué ha pasado?! –preguntó Légolas, asombrado al ver el cuerpo de Ithlaiä inerte en los brazos de Athel. Ophala les explicó todo y se pusieron más nerviosos. Intentaron pensar con claridad. Elemmire miraba hacia la habitación de Ithlaiä con cara de miedo. Légolas daba vueltas en la sala de espera. Athel estaba sentado con los ojos cerrados y Ophala intentaba calmar a Elemmire. Un curador salió de la habitación de Ithlaiä con aire de despreocupado. Inmediatamente todos se levantaron y le bombardearon con preguntas.
–Por favor... No se pongan nerviosos. A Ithlaiä no le pasa nada, sólo tiene el pulso débil y está un poco pálida.
–¿Cómo?
–Está despierta.
–Vamos a preguntar lo que le ha pasado, ¡corred! –dijo Athel antes de que el curador pudiera decir algo. Al entrar en la habitación la vieron sentada en la cama con los largos y lisos cabellos recogidos en una larga trenza. Su cara no reflejaba nada extraño.
–¿Qué os pasa? ¿Por qué me miráis así? –dijo ella. Le contaron lo que ocurrió.
–¿Que yo...? –dijo mientras se miraba en un espejo asustada. Nadie sabía qué decir –¿...qué me está pasando?
–Parece como si alguien te hubiera echado un embrujo –dijo Ophala.
–Magia Negra, –añadió Nevrast que entró por la puerta sin llamar ni nada. Ophala lo miró, pero no supo contestarle –os dije que deberíamos montar más guardias. Sobre todo por la noche.
–¿Por qué no se lo has dicho al rey? –preguntó Elemmire.
–Es que tenía otros asuntos pendientes –dijo y tuvo una mirada fugaz hacia Ophala.
–Los médicos han dicho que ya me puedo marchar... Pero ahora ya no sé qué puede ocurrir –dijo Ithlaiä. Nevrast se encogió de hombros y dijo:
–Bueno, Ithlalia digo, Ithlania... ¿Cómo te llamabas?
–Ithlaiä, pero para los hombres soy Niza... Les es más simple.
–Pues... Niza, estar aquí encerrada no sirve de nada, ya has visto lo que ha pasado, si no sales por las puertas es por las ventanas... Así que haz tu vida normal y si ocurre algo veremos qué se puede hacer –Elemmire estuvo apunto de decir algo, pero se dio cuenta de que tenía razón, así que Ithlaiä se vistió y para asombro de todos lo primero que hizo fue ir a la biblioteca.
–Tengo que mirar unas cuantas cosas –dijo ella pero no dejó que nadie la acompañara.
–Mientras estaba en la biblioteca, buscó en la sección de Magia Negra y vió que algunos libros enseñaban hechizos y embrujos... Así fue como comenzó a practicar. Ahora, la magia corría por sus venas y podía hacer lo que quisiera con un poco de práctica.
Ithlaiä estaba practicando un conjuro en su habitación cuando alguien llamó a la puerta:
–Ithlaiä, ¿qué haces? He oído un ruido y sonidos extraños –era Elemmire que estaba al otro lado de la puerta. Giró el picaporte y abrió. A Ithlaiä no le dió tiempo a guardar el último libro y lo escondió detrás de un cojín, -¿Qué tienes ahí? –dijo Elemmire con una sonrisa juguetona.
–Nna... Nada... Estaba escribiendo en mi diario, y no quiero que lo leas.
–Vale vale, mensaje recibido. ¿Qué quería preguntarte...? Ya no me acuerdo... Ahora vuelvo, a ver si me acuerdo haciendo todo el camino hacia atrás.
–No sé si funcionará... Pero puedes intentarlo –dijo Ithlaiä. Elemmire cerró la puerta y volvió sus pasos atrás. Era un viejo truco que le había enseñado su madre. Al ir hacia atrás se encontró con Ophala.
–¡Hola! ¿Cómo estás?
–Bien creo, vengo de hablar con el rey de montar guardias –dijo Ophala.
–¿Y qué te ha contestado?
–Que está totalmente de acuerdo.
–Bueno yo intentaba recordar algo que quería decirle a Ithlaiä, pero ya que hablamos... ¿No te parece que está un poco rara? Quiero decir, parece que oculta algo –dijo Elemmire. No lo sé, aun no he hablado con ella desde la última vez. Me marcho que tengo que hablar con Nevrast sobre lo que me ha dicho el rey.
–Vale, hasta luego.
Elemmire siguió volviendo sobre sus pasos para recordar, pero cuando creyó estar a punto, apareció Légolas.
–Hola, princesa mía. ¿Cómo estás?
–Bueno, intentaba recordar algo que le quería decir a Ithlaiä volviendo mis pasos hacia atrás, pero... ¿No te parece que se comporta de forma extraña? Quiero decir, parece que oculta algo –volvió a preguntar.
–Pues no lo sé, pero creo que sí.
–Légolas, ¿que podría ser lo que nos oculta Ithlaiä ?
–No te preocupes tanto Elemmire, no llenes mas tu linda cabecita de dudas, estoy seguro que todo se aclarará en su momento.
–Pero quizá entonces sea demasiado tarde.
–No lo será, porque seguiremos investigando la forma de ayudarla pero sin que lo sepa –le dijo él guiñandole un ojo.
–Tienes razón, Ophala y Nevrast no se han quedado de brazos cruzados. Nevrast llegó en ese momento y les dijo:
–Qué bien encontraros juntos, quiero comentaros una cosa. Obviamente nos hemos topado con algo más poderoso que nosotros. Es magia, por lo mismo creo que debemos buscar un experto, debemos conseguir un mago para que nos ayude.
–Es buena tu apreciación Nevrast, intervino Légolas, yo ya he mandado informar a mi Padre, estoy seguro que el enviará a uno de los Elfos más sabios del reino, sé que será de gran ayuda, y si tu puedes conseguir a alguien más, sería maravilloso.
–Bien, entonces me iré en seguida, y más tarde os daré datos más concretos.
Diciendo esto, Nevrast partió, y Elemmire se quedó mirando fijamente a Légolas:
–Légolas, dime, ¿acaso me estáis ocultando algo vosotros ? Siento como si hubiera algo más grave y no quisierais decírmelo. Pero podéis hacerlo, soy fuerte. Además, sabes que haría cualquier cosa por ayudar a mi amiga.

Magia y Amor en la Tierra Media: Memorias de La Cuarta EdadWhere stories live. Discover now