Capítulo veinticinco: maléfico plan

3 0 0
                                    

Mientras la comunidad esperaba la llegada de sus amigos, en su oscuro castillo Morinethar ya tenía preparado su plan.
–Esta vez no podemos fallar, Winee.
–Pero mi señor, tengo miedo de lo que pueda pasarte.
–No te preocupes, esos mentecatos no me conocen. Lástima que a tí sí, sino podrías venir conmigo, Winee. Pero no puedes, ellos conocen tu rostro, así que haz como te digo y la Vara será nuestra.
–Muy bien señor. ¡Malia! –llamó Winee a una mujer, esclava y adolorida–el gran Morinethar te dejará libre a ti y a tu hijo, aquí está –señaló a Pallando.
–Este... ¡¿Es mi hijo?!
–Sí mamá, ¿acaso no me reconoces? –los hipnóticos ojos de Morinethar engañaron a la mujer.
–¡Oh, hijo mío, hace tanto que no te veo! –lo abrazó. Ven, vámonos.
–Sí, váyanse, pero Gayala y sus licántropos irán tras de vosotros, jajaja, si huyen de él estarán salvados, ¡si no serán su cena!
La aterrorizada mujer tomó en sus brazos a Morinethar y echó a correr con él. El malvado Mago tenía planeado llegar a la comunidad como un refugiado, aprovechándose de que nadie lo conocía, y así apoderarse a la primera oportunidad de la Vara y destruir a la comunidad. No estaba muy lejos y sus miembros pronto escucharon los gritos de la mujer y los llantos del niño, seguidos de cerca por los aullidos terribles de los hombres lobo.
–¡Ayuda, mi hijo! –gritaba Malia.
–¡¿Escucharon?! –preguntó Endereth.
–Sí –respondió Merenwen, es una mujer perseguida por los hombres lobo.
–¡Esos lobos son unos necios! –exclamó Ithlaiä–Es el mismo que nos capturó, es hora de la revancha amigas–dijo y una vez que la mujer los vio y se hubo internado entre ellos, las valientes guerreras hicieron frente a los licántropos.
–¡Oh, pobrecilla! –dijo Asphil–No temas, ¿Quién eres?
–Soy Malia y hace mucho fui capturada por el gran Morinethar, y hoy me ha dejado a mi suerte, si me salvaba de esos lobos mi hijo y yo seríamos libres.
–!¡Ese desgraciado! –exclamó Asphil, y Morinethar sonrió para sus adentros.
Ithlaiä y sus amigas tomaron la revancha a los hombres lobo de Gayala; les hicieron pagar bien caro todas las maldades que habían cometido, y el mismo Gayala solo puedo escapar con la cola toda chamuscada. Una vez huidos los hombres lobo la Comunidad centró su atención en Malia y Morinethar.
–Eso suena muy típico de un cobarde como Morinethar, –opinó Légolas– divertirse torturando a los inocentes.
–¡Pero cómo se atreve, es un ser horrible! –exclamó Asphil, a quien la injusticia siempre le hacía hervir la sangre.
–Lo bueno que estáis bien –dijo Elemmire acercándose–¿Cómo te llamas pequeño? –le preguntó al lindo niño de pelo tan negro que daba reflejos azulados y cuyos ojos tenian un azul hipnótico. Morinethar sólo miró con los ojos muy abiertos a Elemmire, poniendo una mirada tan inocente que nadie pensaría que era el malvado mago, y señalando su garganta negó con la cabeza.
–Se llama Mino, –respondió Malia– y no puede hablar, así nació.
–¡Oh, lo siento tanto! –dijo Elemmire.
–Acercaos a probar algo–dijo Légolas.
Mientras Malia comía y creía disfrutar de la compañía de su hijo, Nienor no les quitaba los ojos de encima.
–Parece que quisieras atravesarlos con la mirada, amor mío–le dijo Kinalath, abrazándola.
–No me gusta ese niño.
–¡Pero si es muy hermoso!
–Sí, pero no me gusta su aura, no la distingo con claridad, pero no es la de un niño. No, aki hay gato encerrado.
–¿Sospechas Nienor? –preguntó Uiniendil.
–Siempre.
–Hay un modo fácil, lanzarles un hechizo para que revelen su verdadera apariencia.
–Estaré más tranquila si lo haces.
Uiniendil lo hizo y al ritmo de sus palabras suaves, una brisa dorada que llamó la atención de Merenwen cayó sobre ellos: nada ocurrió.
–Es verdaderamente un niño y su madre Nienor; más parecidos no los hay. Estate tranquila amiga, creo que has visto demasiadas conjuras desde que tenemos la Vara.
–Sí, supongo que Faramir la cuidará bien, pero yo no dejaré de tener un ojo sobre esos dos.
–Que simpático eres–le decía Asphil al niño quien estaba comiendo inocentemente mientras miraba a la joven con sus grandes ojos en forma dulce.
–¿Se parece a Artamir? –le preguntó Faramir de repente haciendo referencia a su sobrino.
–No... Artamir no es como él, pero si es adorable y le extraño mucho.
–Ya estarán juntos de nuevo–Faramir le abrazó con ternura, había notado que Asphil empezaba a llorar. En ese momento el niño le sacudió suavemente de sus pantalones a Asphil y cuando ésta lo miró le dedicó una enorme sonrisa que le hizo reír un poco.
–Ja, ja, es muy lindo–la joven le miró, pero algo en los ojos de ese pequeño le hizo temer.
–¿Qué te sucede? –le preguntó Faramir al notar que le tomaba más fuerte de la camisa.
–Nada, mejor iré a descansar.
–Parece que no te hizo gracia el muñequito que sonríe–le dijo Nienor a Asphil por lo bajo.
–Es adorable, pero sentí algo raro.
–Ten cuidado Asphil, ese niño tiene algo raro, su aura no me gusta para nada. Cuida de Faramir.
Asphil se volteó a verle, pero ya Nienor se dirigía junto a Kinalath y todos se disponían a descansar.

Uiniendil se acercó lentamente a donde se encontraba Merenwen, muy pensativa.
–¿Interrumpo?
–No, ¿necesitas algo?
–Hablar contigo.
–No te preocupes, no necesitas hacerlo, entiendo muy bien qué es lo que pasa.
–Merenwen... ¡No quiero hacerte daño!
–Lo sé y no me lo estás haciendo.
–Lo siento, es que estoy confundido.
–Ella le tomó las manos y le habló muy suavemente.
–No estás confundido, tienes muy claros tus sentimientos, no me amas, y no tienes porque sentirte culpable con ello, perdona por lo de hace rato, fue muy tonto de mi parte, tú tienes que estar bien porque aquí todos te necesitamos.
–¿Te arrepientes de haberme besado?
–Sí, porque solo logre crear confusión y no tengo ningún derecho, entiéndeme Uiniendil, yo sé lo que pasa por tu mente. Lo supe desde hace días, no tienes porque dar ninguna explicación, ambos tenemos caminos diferentes, eso es todo.
–Entonces ¿por qué no me siento feliz?
–Porque te sientes culpable por no amarme, pero no lo hagas, al contrario, siéntete feliz de saber que eres capaz de crear ese sentimiento en alguien, no necesariamente tienes que corresponder a todos.
–Pero, ¿no puedo amarte? Tú eres muy buena, porque mi corazón sigue aferrándose a lo desconocido.
–Tranquilo, tu corazón ya ha elegido y tú tardarás en aceptarlo, pero al final estarás contento con la elección, ahora lo que tienes que hacer es dormir y olvidarte de cualquier cosa, incluso de mí, mañana cuando despiertes todo será más fácil, y tú volverás a ser el mismo de siempre.
–¿Y tú?
–Mi corazón también ha elegido qué rumbo tomar. Buenas noches Uiniendil, duerme tranquilo.
Él se retiró a descansar, pero no pudo hacerlo completamente, había algo que no se lo permitía.

La luz de un nuevo día asomaba por encima de las montañas y todos estaban poniéndose en pie para iniciar con un nuevo plan. Elemmire llegó en esos momentos un poco agitada:
–¡Merenwen no está, no la encuentro por ninguna parte!
–¡Se ha ido! –dijo Uiniendil muy alterado y corrió a buscarla.
–¡Calma! La buscaremos entre todos, ¿por qué piensas que se marchó? –Le preguntó Aragorn a Uiniendil. Él bajó la cabeza tristemente y contestó:
–¡Me lo dijo! Pero soy tan estúpido que no pude ver lo que pretendía, me dijo que hoy cuando despertara todo sería más fácil.
Aragorn organizó a todos para buscarla por los alrededores, pero no lograron encontrarla, así que volvieron al campamento preocupados no solo por ella, sino también por Uiniendil. Kinalath se acercó a él para tratar de consolarlo, porque se veía muy deprimido:
–Uiniendil, no te preocupes, ella tomó la decisión, seguramente estará bien, sabe cuidarse muy bien, lo sabes.
–Sí, pero es mi culpa. Yo pude haber parado esto desde el principio y no lo hice.
–Pero no puedes cambiar los sentimientos de los demás, ni los tuyos mismos y si tú amas a otra persona, así será siempre.
–Pero me duele recordar su cara de tristeza, me duele que se haya marchado.
–Es solo porque te sientes culpable, pero no lo eres.
–Quiero verla, escuchar que anda aquí entre nosotros, hablar con ella por largas horas como lo hacíamos antes, hace apenas unas horas se marchó y ya la extraño.
–Uiniendil, dime una cosa, ¿estás seguro de que no la amas?
Y él solo guardó silencio, no pudo contestar. Kinalath ya no dijo nada, solo se quedó pensando, él sospechaba que Uniendil amaba a Merenwen pero aún no distinguía bien el sentimiento, ahora que ella se había marchado, al sentir su pérdida tal vez se daría cuenta. Momentos después, Kinalath estaba al lado de Nienor y le contaba la charla que había tenido con Uiniendil:
–Tienes razón, –le contestó ella–yo también pienso que la ama, pero tal vez piense que al hacerlo, está traicionando el amor que sintió hace mucho tiempo por otra.
–Pero eso terminó, y fue hace demasiado tiempo.
–Si, pero hay heridas que no puedes cerrar tan solo con desearlo.
–Pero el amor puede borrar muchas de ellas, ¿no crees? –Le dijo él abrazándola y besando su frente.
–Lo sé, estamos hablando de mí, ¿no es cierto?
–Así es, se que tu vida no ha sido nada fácil, pero por favor, dime que todo está mejor ahora que estamos juntos.
–Sabes que sí, pero hay momentos en que por más que des vuelta piensas que no tienes salida.
–Nienor, te amo y sabes que tú también has cambiado mi vida. En estas últimas horas mientras vosotros no estabais, sentía que me moría de la incertidumbre. Rogaba para que todo saliera bien y regresaras a mi lado, por que si algo salía mal yo me moriría sin ti.
–Nunca digas eso, tendrías que haber seguido adelante, por tí, por Kariah y por mí, tú me has dado esa nueva fuerza Kinalath, sin tí no lo hubiera logrado, hace un tiempo no tenía nada que me atrajera a este mundo, y hoy te tengo a ti. Eres la razón por la que yo esté viva aquí y quiero verte sonreir, nada de miedos, tenemos que ser fuertes, ¡te amo! –Él se acercó lentamente a su rostro y se dieron un cálido y largo beso, que demostraba la magnitud de los sentimientos de ambos más que cualquier palabra. Pero Uiniendil sentía dolor, un dolor que iba más allá de la partida de una simple amiga.
"Merenwen, donde quiera ke estés, espero que te encuentres bien" pensó y los ojos se le humedecieron. Al verlo, el niño se acercó corriendo a él y le llevó un pañuelo:
–Gracias pequeño–dijo Uiniendil tomándolo y al desdoblarlo para secarse con él lanzó un grito:
–¿¡Qué ocurre!? –le preguntó Nienor.
–¡Es de Merenwen y está desgarrado con manchas de sangre!
–Déjame verlo–dijo ella y estuvo convencida de que era la sangre de Merenwen–Ahora no podemos estar seguros de que se haya ido por su voluntad. ¡Niño! –llamó a Morinethar–Muéstrame dónde encontraste esto–Feliz y satisfecho, pues su plan iba saliendo de maravilla, Morinethar la condujo a un risco donde se veían huellas de hombres lobo, de lucha y manchas sanguinolentas:
–¡Oh, Eru! ¡¿Por qué, por qué!? –gritó Uiniendil y cayó al suelo llorando, al ver el delicado y azul zapatito de Merenwen hecho pedazos y colgando de una rama en el precipicio.
–Seguramente ese necio de Morinethar cree que Merenwen porta la vara, y si no fue él, fueron sus estúpidos sirvientes–dijo Nienor.
–Creo que deberíamos ir a terminar con los hombres lobo, ya han dado demasiados problemas–declaró Aragorn.
–Estoy de acuerdo–dijo Nienor–será mejor no ir con la Vara, por si es una trampa, además no creo que necesitemos más que nuestros poderes para terminar con esas bestias.
–Déjame que os acompañe–dijo Ithlaiä.
–De acuerdo, vendréis tú y Endereth y que Uiniendil, que no ataca se quede a proteger a los demás.
–No–dijo él levantándose–no, iré y acabaré con ellos con mis propias manos por lo que le han hecho a Merenwen.
–¿Estás seguro que quieres atacar? ¿Qué hay de tu juramento?
–Merenwen es más importante que cualquier juramento, y si no sirvió para salvarla no vale la pena–declaró, y sus ojos dorados chispearon con un brío que Nienor jamás había visto en ellos.
–De acuerdo amigos, cuidad de la Vara y Faramir, si vienen problemas creo que sabrás usarla.
–Cuidad también de ellos–dijo Kinalath al ver a Malia y su "hijo".
–Partamos–dijo Nineor y siguiendo la clara pista de los licántropos, llegaron al nacimiento de un arroyo en lo profundo de la gruta en que desembocaba el risco.
–Esto es muy sospechoso–dijo Nienor al entrar y un momento después una pesada piedra cayó sobre la entrada bloqueándola y todo quedó a oscuras. Luego, frente a ellos se hizo una luz y envuelta en ella apareció Winee.
–Dadme la Vara por orden de mi señor y quizá sea clemente con vosotros y os permita ser sus esclavos.
–¡Estás loca! –dijo Kinalath–¡y lo único que te daremos será esto! –le lanzó una poderosa bola de rayos. Winee brincó hábilmente a un lado y lo esquivó, el rayo pasó y cayó sobre el manantial chisporroteando.
–¡Qué grosero eres! ¡¿No sabes que se debe tratar con delicadeza a una dama!?
–A una dama sí, pero no a ti maldita, ¡¿qué le hiciste a Merenwen?!
–Yo no le hice nada, ahora dadme la vara u os aplastaré en esta cueva.
–No tenemos la Vara, mujer – dijo Nienor, sonriendo torvamente–y si la tuviéramos no te la daríamos. ¡Ahora ! –dijo, y Kinalath lanzó un rayo zigzagueante, rápida como los ataques de su amada, Nienor tendió su arco de sacerdotisa y disparó una certera flecha a Winee, quien con un grito cayó al suelo con la flecha clavada en su panza. Nienor volvió a dispararle, esta vez en la pierna y ella se quedó quieta, gimiendo.
–No nos dará más problemas, sólo nos la llevamos y regresamos al campamento, tengo una mala espina: ¿dónde están los lobos?
–Permíteme abrirte la puerta amiga–dijo Uiniendil, y con unos gráciles movimientos de manos hicieron que el agua del manantial brotase abundantemente y se lanzase como formando un pez sobre la piedra que rodó. Con cierta repugnancia cargó a Winee inconsciente y salió con los demás hijos de los elementos. "¿Estarás bien? ¿Dónde estás Merenwen?" se preguntaba Uiniendil.
–¿Está bien? –preguntó Sayah, señalando a la elfa inconsciente.
–¿A quién le importa? –gruñó Kinalath.
–Sí, estará mejor de lo que ha estado mucho tiempo, mis flechas mágicas purifican más que hieren–dijo Nienor y avanzaron. En el campamento tan pronto como los hijos de los elementos se habían perdido de vista, Gayala y sus ya no muy numerosos hombres lobo cayeron sobre ellos.
–¡A los árboles! –gritó Asphil quién por su crianza élfica sabía que era el mejor lugar para defenderse. Sobre los árboles subieron y Légolas y Elemmire demostraron ser excelentes arqueros y Asphil y Faramir, a pesar de ser humanos, no tenían peor puntería. Morinethar, aprovechando la confusión, gemía y representaba su papel lo mejor que podía, y se acurrucaba entre el las faldas de Malia, y cuando Faramir tiraba cerca de ellos, estiró la mano, tomó la Vara y la blandió. Estuvo a punto de gritar una maldición al darse cuenta que estaba amarrada con una cuerda mágica "me llevará tiempo romper este hechizo" pensó "y el inútil de Gayala no los entretendrá el tiempo suficiente". Luego vieron algo extraordinario: Merenwen estaba rodeada y luchaba con todas sus fuerzas, pero no estaba utilizando la magia, utilizaba los puños y daba unas patadas impresionantes. Estaba descalza y en efecto, su vestido estaba desgarrado y manchado de sangre. A su alrededor había unos cuantos hombres lobo inconscientes. Uiniendil se sintió un poco aliviado, pero le dio un escalofrío al verla ahí luchando sola por su vida. Légolas y Elemmire eliminaron a los que estaban alrededor de Merenwen y ya no quedaba ni uno más. La elfa respiraba fuerte y agitadamente y los miembros que estaban en los árboles saltaron abajo y corrieron hacia ella, antes de que se desplomase, Uiniendil la cogió:
–¿Qué te ha ocurrido? –dijo Uiniendil–¿Quién te ha echo esto? –La elfa con los ojos que se le cerraban y se iba a desmayar de la debilidad que tenía le contestó:
–Ese niño... Es... Es... –cerró los ojos.
–¿¡Quién es!?
–Morinethar... –dijo con un último suspiro y se desmayó. Uiniendil la cogió en brazos y miró a los demás.
–Sabía que algo no estaba bien con ese bebé maléfico –dijo Nienor furiosa.
–Deberíamos seguirle la corriente y pillarle in fraganti de alguna manera–dijo Sayah.
–Eso es –dijo Aragorn.
–Volvamos al campamento y le diremos que hemos acabado con Winee. A ver como reacciona.
–Esto va a ser muy divertido... –dijo Endereth con aire juguetón, Ithlaiä tenía la misma cara que el elfo.
Uiniendil llevó a Merenwen a un lugar seguro y la recostó, se quedó mirándola durante un rato, ella era hermosa y él se sentía demasiado aliviado de haberla encontrado, casi podía sentir que se sentía feliz. Sacudió la cabeza para alejar los pensamientos y se dispuso a hacer un leve conjuro para ayudarla a recuperarse rápidamente:
–Colocó sus manos a ambos lados del rostro de ella, cerró los ojos y recitó una plegaria con voz suave. Después de unos segundos, ella suspiró y su semblante se tornó más tranquilo, él se separó y siguió observándola, tomó una de las manos de Merenwen y la besó, "Gracias por haber regresado a mi" dijo en voz muy baja:
–¿Cómo está ella? –preguntó Nienor acercándose en ese momento, espero que no sea nada grave lo que tiene.
–No, ya he hecho algo para que se sienta mejor, no creo que tarde mucho en despertar.
–Bien, te necesitan allí para ver qué es lo que va a pasar con ese niño, yo me quedaré a cuidarla, puedes ir sin preocuparte. Unos momentos después de que Uiniendil se hubiera marchado, Merenwen comenzó a despertar y Nienor le preguntó cómo se sentía:
–Bien, solo un poco cansada, ¿qué ha pasado con Morinethar? Escuchasteis lo que os dije, ¿verdad?
–Sí, calma, tú no te preocupes ahora por eso los demás ya se están encargando de hacer un plan. Nos diste un buen susto, primero creímos que habías huído y después pensamos que habían acabado contigo.
Merenwen se sonrojó un poco y le dijo:
–Sí, pensaba irme, pero la verdad es que ese maldito me atrapó para que vosotros tuvierais que salir. Yo... Lo siento, no pensé que pasaría todo esto. –¿Me estás diciendo que no puedes resolver tus asuntos con Uiniendil y pensabas huir?
–No hay asuntos por resolver, sabe que yo lo amo, pero él no puede amarme a mí y eso le resulta incómodo. Lo único que yo quiero es que esté tranquilo. De todas formas, iba a avisar, pensé en dejar una nota.
–Creo que estás cometiendo un error Merenwen, pero yo no puedo intervenir en eso, solo te deseo que las cosas se solucionen.
Uiniendil regresó en ese momento y Nienor los dejó solos.
–Merenwen, ¿ya te sientes bien?
Ella esbozó una gran sonrisa y le dijo:
–Claro que sí, no soy tan frágil. Dime, ¿qué habéis decidido hacer?
–Es un plan muy bueno, nos vamos a burlar de él como ha tratado de hacerlo con nosotros.
–Eso suena divertido–dijo ella poniéndose de pie.
–No te levantes tan rápido, descansa un poco.
-No necesito descansar, me siento bien, estoy segura de que me pasaste un poco de tu energía, ¿verdad?
–Sí, pero no sabemos si ya estás del todo bien.
Ella comenzó a caminar aparentando una alegría que estaba muy lejos de sentir, pero por nada del mundo le demostraría lo triste que se sentía.
–¡Vamos, quiero saber que pasa! Anda vamos, además tengo mucha hambre.
Empezaba a alejarse un poco cuando él la llamó.
–¡Merenwen!
–¿Sí?
–Te ibas a marchar, ¿verdad?
Ella guardó silencio unos segundos, lo miró a los ojos y contestó:
–Sí–dió la media vuelta y se alejó caminando, dejando a Uiniendil ahí de pie, sumergido en sus pensamientos. Por no por mucho tiempo, pues quebró el silencio un grito de alarma de Asphil:
–¡Detenedlo!
Acudiendo a su llamado Uiniendil vio como el pequeño Morinethar tenía atrapado del cuello a Faramir y se agarraba con todas sus fuerzas del brazo de en el que tenía la Vara, tratando de arrebatársela, pues el cordel se había roto. Nienor mirando con fastidio aquello, le gritó:
–¡Faramir, déjalo que la coja!
–¿¡Estás segura!?
–¡Sí!
Faramir le dejó la Vara al niño, que apenas la cogió la soltó con un grito de rabia y dolor y cayó sin sentido al suelo.
–Ya sabía yo que era demasiado impuro para tocarla–dijo Nienor.
–¡Señor! ¡Mi señor! –gritó Winee mientras corría a su lado.
–¡Oh, pequeño señor, despierta por favor! ¡Malditos! ¿Qué le habéis hecho a mi señor?
–Elfa, ¿no crees que sería mejor preguntar que nos ha hecho tu señor a nosotros? –le preguntó Nienor.
–¡No, porque vosotros nada me importáis, pero mi señor es todo para mí! –Wineee sollozaba mientras abrazaba el cuerpecito–¡Oh señor, yo te vengare!
–¡Cuidado! –gritó Uiniendil y con su campo protector repelió un espíritu maligno que Winee había soltado de una botellita mientras se echaba a correr con su señor en brazos.
–¡Detengámosla! –gritó Uiniendil.
–Déjalo en mis manos –dijo Merenwen, que con el poder del aire creó un viento que mostró con claridad la botellita de dónde había salido el espíritu; era una enorme sombra tenebrosa y horrenda de ver, pero muy débil: bastaba con romper la botella para que se desvaneciera. Kinalath le lanzó un certero rayo y terminó con él , lo más temible de esos espíritus era la oscuridad y el desconcierto que producen.
–¡Allá van! –gritó Kinalath–¡Los detendré!
–No, eso déjamelo a mí–dijo Nienor apuntando con su arco.
De un certero flechazo en la corva, Nienor derribó a Winee y luego le disparó una al niño. A lejos se oyó gritar a Winee y abrazar al pequeño, protegerlo del tercer disparo de Nienor.
–Vayamos donde ellos–dijo ella guardando su arco–yo sé qué hacer con los niños malcriados.
–¡Espera Nienor! –le detuvo Asphil –¿No crees que eres demasiado dura con ellos dos?
–Asphil, mi querida niña Asphil–el tono de Nienor fue sarcástico–con esa actitud no llegarás a ningún lado, además de que creo que ellos se lo merecen mucho.
–Pero esa elfa lo ama...
–Pero él nos quiere eliminar.
–Pero ella lo protege pase lo que pase...
–No tienen una razón de perdón así que deja de defenderlos–Nienor le empujó con autoridad al pasar a su lado y Asphil sólo apretó sus puños. Le había causado pena el ver como esa elfa defendía a su señor, pero Nienor tenía razón: Asphil nunca llegaría a ningún lado si pensaba de esa forma, su idealismo algún día, le jugaría una mala pasada.
–Qué inteligente de parte de Morinethar haberse querido introducir en nuestra comunidad–dijo Aragorn cuando llegaron a donde se encontraban los heridos–los pondremos bajo custodia, desde luego.
–Opino que los liquidemos ahora–dijo Nienor–este sujeto no nos dejará tranquilos.
–Pero... –intentó intervenir Asphil nuevamente.
–¿Qué? ¿Ahora me dirás que tampoco deberíamos hacerlo?
–No es eso, sólo que...
–Asphil, deja que hagan lo que Aragorn dijo, estoy de acuerdo con ello–dijo Faramir tomándole una mano, pues no quería que se iniciara una discusión–tal vez podamos sacarles algo de información sobre.... Algo... Digo...
–Sí, además de que no terminaremos con nadie hasta no haber conocido bien sus propósitos, aun no sabemos muy bien quién es este sujeto en verdad.
–¡Es un maldito! –gritó Ithlaiä recordando lo que había pasado en el castillo del mago–estaría de acuerdo con Nienor, pero aún así creo que es mejor mantenerlos aquí.
–Entonces decidido, traigamos cuerdas para atarlos–dijo Légolas.
Los demás comenzaron a retirarse mientras Légolas, Aragorn, Kinalath y Faramir se encargaban de sujetar a Morinethar y Winee.
–Amor, ¿tienes un poco de tu cuerda? –le preguntó Faramir a Asphil quien se encontraba apartada de todos algo cabizbaja.
–Saca de mi alforja.
–¿Qué sucede? Si es por lo que te dijera Nienor, yo opino que...
–Estás de acuerdo con ella de que soy una ilusa y una estúpida, dilo, me tiene sin cuidado.
–No es eso, jamás diría eso de ti, sólo que ella tiene razón en que Morienethar nos ha hecho daño y bueno...
–Sí, de acuerdo, no diré más nada, sólo me dio pena por el niño... Es que me hizo recordar a Artamir... –unas finas lágrimas salieron de los ojos de Asphil. Faramir sabía que la joven no había hablado mucho de su hijo hasta que viera a Morienethar.
–Ya, debes descansar Asphil, Artamir estará bien y de seguro te extraña mucho.
–No lo creo... No soy una buena madre...
–No digas eso, eres la mejor damita del mundo–Faramir le besó la frente–Iré a ayudar a atar a esos dos y luego vengo contigo.
–Gracias caballero.

En un lugar un poco apartado de todos, Merenwen se sentó bajo la sombra de un árbol. Hizo que una suave brisa se mecieran las hojas de los árboles y rompió con el incómodo silencio, sintió la brisa cerrando los ojos y sintió como su cabello se mecía también con el suave viento. El cansancio hizo que allí se quedase dormida. Uiniendil que la había estado buscando para hablar con ella la encontró y le echó una manta encima. Se quedó unos minutos mirando su bello rostro, pensando y luego se sentó a su lado y también echó una pequeña siesta con esa agradable brisa acariciando su rostro.

Magia y Amor en la Tierra Media: Memorias de La Cuarta EdadWhere stories live. Discover now