Capítulo trece: Largo viaje

7 1 0
                                    


Largos y fríos días de viaje les esperaban, haciendo el camino que una vez Boromir hiciera para llegar a Rivendell. Faramir reflexionaba en ello, y no pudo evitar sentirse invadido por la tristeza. Los abrazos de Asphil lo reconfortaban y cuando hablaban por las noches, recordaban al finado... Y se preocupaban por su pequeño hijo: Asphil lo había dejado al cuidado de Celebrian, madre de Arwen.
Finalmente llegó el día en que comenzaron a avanzar por las montañas nubladas, y como empezaba el otoño, la atmósfera se volvía irreal con la bruma. De pronto Arwen disparó una flecha a la derecha:
–¿Qué ocurre? –preguntó Aragorn alarmado.
–Nada amor mío... Lo siento, pero desde que avanzamos por esta bruma sempiterna me parece ver, a ratos una sombra que nos sigue, nunca lo bastante nítida ni el bastante tiempo para asegurarme de haberla visto...
–Excepto ahora.
–Si, tal vez sean solo mis nervios...
–Tal vez. Pero deberíamos mantenernos alerta –Al cabo de un rato Sayah dijo:
–Arwen está en lo cierto, alguien nos sigue. No se que o quien es pero es un ser mágico.
–Tendremos que montar guardias esta noche –todos estuvieron de acuerdo y al anochecer acamparon al lado de un gran árbol que parecía bastante viejo sin embargo reconfortaba.
La primera guardia la hizo Arwen y no ocurrió nada como en las demás siguientes guardias pero a las tres de la madrugada cuando Sayah estaba de guardia, escuchó pasos en la hierba. Sayah agudizó el oído y anduvo unos pasos adelante escondiéndose entre los árboles hasta llegar a un pequeño manantial. Allí vio la silueta de una persona que miraba hacia el agua pero estaba encapuchada y de espaldas. Sayah la miró con mucho entusiasmo ya que de ese ser se desprendía un dulce olor a magia. También vio que de su espalda colgaba un carcaj muy bello que tenía dibujado estrellas doradas y plateadas con las puntas entrelazadas entre sí. Las plumas de sus flechas eran verdes. Entonces Sayah hizo un ruido sin querer y el ser se dio la vuelta pero su rostro quedó en las sombras. Sayah se convirtió en una lechuza y voló al lugar donde habían acampado. La gente ya se había levantado y el amanecer había comenzado para seguir de viaje pero ella no contó nada a nadie y espero a la siguiente noche para ver a ese ser.
Arwen observaba a Sayah muy discretamente, notaba algo raro en ella ese día, y para no empezar a formar ideas erróneas, fue directamente a donde estaba ella y le preguntó:
–Sayah, ¿sucede algo?
–No, ¿a que te refieres?
–Oh, nada malo por supuesto, es solo que te noto diferente el día de hoy, estás mucho más tranquila, ¿sabes algo que nosotros no?
–Eres muy observadora, –sonrió Sayah–pero en realidad no es nada de importancia, es algo que creí ver al igual que tú ayer, así es que no te preocupes, Arwen, que si descubro algo que nos sirva, de inmediato se los haré saber.
Siguieron cabalgando lentamente, poco a poco iban recorriendo las majestuosas montañas nubladas. Arwen seguía dudando de Sayah, pero los demás no habían notado nada extraño en todo el rato. Aragorn que iba en cabeza dijo a todos que debían hacer una pequeña pausa ya que las cantimploras ya no tenían agua.
–Yo misma iré a buscar el agua –dijo Ithlaiä decidida–conozco este lugar y sé donde hay agua.
–¿Quieres que te acompañemos? –se ofrecieron varios.
–No gracias, sé cuidar de mi misma además me apetece ir sola. No os preocupéis por mí, si no vuelvo en 5 minutos, buscadme.
–De acuerdo –dijo Aragorn.
–Ten cuidado–dijo Endereth.
Ithlaiä desapareció tras unas rocas con las cantimploras. Pronto llegó a un limpio y cristalino arroyo que le recordaba a los viejos tiempos, a cuando se despertó sin saber nada de su pasado. Hacía unos pocos años estaba ella en aquel mismo lugar rellenando su cantimplora. Suspiró. De repente oyó como una piedra caía desde un lugar cercano. Ithlaiä notó presencias detrás de ella. Ithlaiä se giró desenfundando sus espadas gemelas y se protegió.
–No puedes beber de estas aguas. Pertenecen al noble que vive en esta montaña que también le pertenece. Si quieres beber, deberás pagar –dijeron tres hombres armados con lanzas y espadas.
–Una montaña no puede pertenecer a ningún hombre, la montaña es de la tierra. ¿Quién es ese señor al que servís y que hace pagar dinero por algo que no es suyo?
–El señor Maldew, noble y dueño de este lugar. Nadie osa pisar sus pertenencias sin su permiso así que o te vas o tendrás que luchar.
–¡¡¡Lucharé por la libertad de estas tierras sin dueño!!!--gritó ella y se lanzó a la batalla. Lanzó unas rápidas estocadas que dejaron fuera al primer hombre, los otros dos lucharon con ella a la vez pero sin buenos resultados porque la extraordinaria elfa dominaba el arte de las espadas gemelas. Cuando los otros dos se cayeron al suelo derrotados, llegaron tres más con un señor gordinflón y ricachón.
–¿Qué está ocurriendo aquí? ¿Quién eres tú para ensuciar mis tierras?
–¿Tus tierras? ¡No me hagas reír! ¡Esto ya es demasiado!¡Me estoy empezando a cansar! –dijo Ithlaiä enfurecida– Cuántas veces tendré que deciros a los nobles que el río no es de nadie, las tierras no tienen dueño más que la naturaleza misma...
–Me temo que esos principios no van conmigo señorita...–dijo el noble ricachón que tenía una cara parecida a la de un cerdo rechoncho. Tenía un espadín bastante ancho pero corto y la señaló con él.
–Lucharé uno contra uno, si pierdo me quedo sin tierras, si gano tú serás mi esclava –Ithlaiä dudó por un momento.
–Acepto–dijo ella.
–¡Lucha!
Empezaron a luchar, al principio la lucha parecía muy igualada, pero más tarde se notaba la superioridad y la fuerza de los golpes de Ithlaiä. El último golpe hizo que la espada de Maldew se hiciera añicos. El noble quedó sorprendido en el suelo sentado e indefenso. Ithlaiä apuntó entre sus dos ojos.
–Nunca me hubieras vencido...–dijo ella burlándose de el noble indefenso. Éste puso cara de malas uvas, pero no dijo nada –Y ahora... –ella tomó un pedrusco lo tiró a un punto clave y un montón de piedras cayeron cerrando el camino de vuelta a la casa del noble.
–¡Me temo que te has quedado sin nada! –dijo burlándose de nuevo. Un nuevo caballo llegó, era Endereth que estaba preocupado. Miro a los heridos y al noble.
–¿Qué ha pasado? –dijo estupefacto.
–Ahora te lo cuento –rió Ithlaiä–Hasta nunca–dijo dirigiéndose al noble. Los dos elfos se fueron de allí y avanzaron con los demás de nuevo en camino. La comunidad de la Vara aplaudió la valentía de Ithlaiä, y Aragorn propuso interrogar al noble gordinflón acerca de las criaturas que vagaban por las montañas nubladas.
–Dijo que había monstruos: lobos, huargos, trolls, gigantes, pero que la mayoría habían sido exterminados en la batalla del Bosque Verde o en la lejana batalla de Gondor.
–¿No sabes nada acerca de una silueta encapuchada, con un hermoso arco? – le preguntó Arwen.
–Se rumorea que hay una bruja renegada o algo así–dijo el hombre encogiéndose de hombros–yo que ustedes, regresaría por donde han venido y salvaría mi vida.
–Si yo fuera un noblete prepotente haría lo mismo–dijo Arwen–pero la reina de Gondor ha de cuidar de los suyos.
Y diciendo eso, la comunidad de la vara prosiguió su marcha.

Un par de noches después, en medio de una llovizna helada, una flecha de plumas verdes se clavó en el suelo, a un palmo del rostro de Ithlaiä.
–¿¡Qué ha sido eso?! –gritó Endereth.
–Me pareció ver la figura encapuchada–dijo Arwen–pero se fue por el oeste antes de que pudiera dispararle...
–¡¿Crees que de verdad es una bruja?! –preguntó Ithlaiä.
–Quizá... Sin embargo... No he sentido que tenga un aura maligna–dijo Endereth–aunque nunca he estado lo bastante cerca de allá para estar totalmente seguro.
–Bien, vigilemos como águilas, entonces.
En los días que siguieron los miembros de la comunidad continuaron creyendo ver a la figura encapuchada siguiéndolos, y una ocasión hubo un derrumbe por donde acababan de pasar. Sentían que el asunto estaba tomando un peligroso cariz. Finalmente, la noche de luna llena un viento helado del norte, ya muy próximo, mantenía el cielo despejado y hacía brillar las estrellas con una claridad asombrosa. Ithlaiä montaba guardia cuando la sombra encapuchada salió de la nada, tendiendo su arco en su dirección y disparando una flecha ligeramente luminosa, la elfa disparó con igual velocidad, hiriendo a la sombra en un hombro.
– "No me dio"–pensó Ithlaiä con alivio, pero al volverse vio a un enorme lobo blanco muerto de un certero flechazo entre los ojos, a un paso detrás de ella. El sonido de los disparos había despertado al resto de la comunidad. Cuidadosamente se acercaron al encapuchado, y descubrieron a una hermosa mujer pálida, de cabellos rojos, vestida de blanco. Aragorn atendió su herida, y le asombró descubrir una cicatriz en forma de estrella en su nuca. La herida que le había hecho Ithlaiä sanaría, y cuando por la mañana la mujer abrió los ojos verdes, Ithlaiä le ofreció una disculpa.
–No es nada–dijo con una voz baja y cansada–Me tomaste por un enemigo, yo habría hecho lo mismo en tu lugar...
–¡Podría haberte matado! –exclamó Ithlaiä.
–No... –la mujer rio bajo–solo hay una forma de matarme, y no es con flechas.
–¿Quién eres? –le preguntó la elfa.
–Mi nombre es Nienor, soy la última descendiente del hechicero Turin, ¡calma! Era un hechicero bueno, era el líder de los 13 hechiceros que purificaron la Vara de Morgoth. –Ithlaiä y sus amigos estaban estupefactos.
–¿¿Cómo??? –preguntó la elfa con un hilo de voz.
–Soy su hija.
–¡No puede ser! ¡Aquello ocurrió hace muchísimos años!
–Lo sé. La destrucción de Angmar fue en el año 1974 de la tercera edad, cuando Earnur, último rey de Gondor, hasta vos, señor Aragorn, acudió tardíamente en nuestro auxilio.
–¿Cómo sabes quién soy? –preguntó Aragorn–¡¿con magia?
–No señor, las noticias me llegan muy pronto, y así os llaman vuestros amigos. Dejadme continuar, que no acostumbro a contarle mi vida a la gente, pero vosotros sois especiales: Venís con el propósito de acabar con el mal.

Magia y Amor en la Tierra Media: Memorias de La Cuarta EdadTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang