Capítulo doce: invocación

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–Escuchadme bien: vamos a invocar el espíritu de Alatar para saber qué tiene exactamente Endereth y quitárselo. Será necesario que él quiera de todo corazón volver a ser un elfo normal. ¿Lo deseas, Endereth, con toda tu alma? Porque si no es así, nada podremos hacer para ayudarte y nos pondrías en peligro... –Endereth lo pensó unos instantes. Vio toda su vida que había transcurrido estática y en cierto modo feliz: su infancia había sido más larga que la de cualquiera y también feliz, pues solo experimentaba cariño, ganas de divertirse, solo sentimientos agradables, limitados, pero agradables. Sin embargo, al ver a Ithlaiä supo que no era suficiente y que aunque sufriera quería llegar a amar a esa elfa tanto o más de lo que su hermano amaba a Elemmire.
–Sí, lo deseo.
–Muy bien. Siris, Sayah y yo realizaremos el ritual mágico. Espero que sus poderes, tan parecidos a los míos, sean suficientes. Si no Ithlaiä, tú nos ayudarás, sabes hacerlo. Créeme, te enseñé mucha magia para que te protegieras de Alatar.
–De acuerdo.
–Cuando logremos la conexión con el mundo espiritual, tú llamarás a Alatar, Ithlaiä.
–¿Por qué yo?
–Porque solo responderá a tu llamada. Eres lo único que le importa. Empecemos. –El mago dibujó una extraña e intrincada figura a base de triángulos y pentágonos en el suelo, tomó de las manos a las humanas hechiceras y comenzaron a cantar en la vieja lengua de los elfos. Al cabo de un rato, cuando el ritmo cautivador de la canción comenzaba a adormilar a Ithlaiä, una luz blanquísima y esférica apareció entre los tres magos. Danzó alrededor de ellos y finalmente se introdujo en Siris. Sayah y Mithrandir la soltaron y la humana brilló con la luz y se elevó por los aires, mientras descendía, la luz se volvía azul. Siris se desplomó en el suelo y Endereth temía que estuviera muerta. Pero Siris se sentó, abrió lo ojos, donde solo se veía luz azul, abrió la boca y su voz, distorsionada y resonante, como si viniera de muy lejos, pronunció estas palabras:
–Vaya vaya, Olorin, no esperaba reencontrarte tan pronto. –Ithlaiä soltó un grito al reconocer el timbre de Alatar.
–Calma –le dijo Mithrandir– Siris está en trance, para permitirnos comunicarnos con Alatar.
–Si no os molesta, tengo cosas mejores que hacer que hablar con vosotros a través de esta inmunda humana. ¿Olorin, tienes idea de lo repugnante que es esta aberración de los dragones?
–Sé que Siris es muy especial. Pero no te he llamado por esto. Quiero saber qué hechizo le pusiste a Endereth, y el modo de quitárselo.
–Como siempre, pides demasiado y no das nada. ¿Por qué habría de decírtelo? –"Cierto, –pensó el mago blanco–pero espero que mi plan salga bien, y que por amor a Ithlaiä nos lo digas viejo Maia".
–Porque yo quiero ser un elfo normal, maestro –dijo Endereth.
–¡Ah, mi pequeño aprendiz! Veo que intentaron librarte con su magia simple y vulgar. Se que no lo lograron.
–Es obvio maestro, sigo petrificándome y por eso le han llamado.
–Aparte de eso: estás creciendo demasiado deprisa –Alatar rio de modo sombrío.
–Claro que está creciendo, Alatar. Ya descongelamos sus sentimientos y su cuerpo y le di una poción nutritiva.
–Si, hecha con todo tu cariño seguramente Olorin. ¿De verdad crees que por eso crece tanto?
–Sí. No hay otra razón –dijo el mago, pensando para sus adentros que provocándolo, el orgulloso Alatar revelaría lo que deseaba saber con tal de lucirse.
–Sigues tan tonto como siempre, viejo amigo. Previniendo el hecho de que este chico podría descongelar sus sentimientos, cambiando de opinión sobre mí y la misión que le confié, lo hechicé para que, en caso de que eso ocurriera, viviera toda su vida en un ciclo lunar: comenzaría crecer en luna nueva y la siguiente moriría, convirtiéndose en guardián eterno de mi libro–Ithlaiä, que hasta entonces había permanecido muda y consternada, mirando con sentimientos encontrados al Maia que tanto la había dañado, dijo:
–Eres malo, Alatar. Deja que Endereth vuelva a vivir. Yo ocuparé su lugar guardando tu libro –lo dijo con determinación y se sorprendió a sí misma de verse dispuesta a dar su vida por la de aquel jovencito.
–Solo eso me faltaba– resopló Alatar a través de Siris–El amor incondicional que lo salva todo, que lo puede todo. ¡De no ser por el maldito amor no estaría yo ahora encerrado en una estancia de Mandos, eligiendo mi suerte, sino que me habría vuelto nada!
–Entonces, ¿Manwe te ha perdonado? –preguntó Mithrandir.
–Claro, el buenazo de Manwe lo perdona todo. Por cierto, están muy contentos de tu desempeño aquí. No así del mío, me ha dado a elegir entre irme al infierno, con Sauron y Melkor hasta el fin del mundo o a reencarnar y remediar todos los males que causé.
–¿Y a dónde irás?
–Al infierno, por supuesto.
–Dime–siguió Mithrandir–¿el amor de Ithlaiä salvará a Endereth? ¿Cómo?
–Cuando nació Ithaliä, vi en cielo el signo de qué era ella y usando mis artes desvelé su futuro. Estaba destinada a pasar la eternidad con Endereth con un mísero príncipe élfico. ¿Te enteras porque tuve que ocupar a este chico para guardar mi libro?
–Claro,–respondió Mitharandir– quitabas de en medio la competencia y asegurabas tu preciado libro. Pero tu plan falló y Endereth e Ithlaiä se han reencontrado.
–Sí, pero no por mucho tiempo. Hace tres días fue la luna nueva, y sólo veinticuatro le quedan de vida a este chico.
–A menos que el amor de Ithlaiä lo salve.
–Sí, pero dudo mucho que encuentres el modo de librarlo.
–¿Y si se libera, ya no se convertirá en piedra?
–No, y mi libro se destruirá. Pero créeme, Mithrandir, no encontrarás el modo, está más allá de tu inteligencia. Así que, adiós Olorin y amada Ithlaiä, estaré esperándote en el infierno. –Sopló un beso a la elfa y luego Siris volvió a elevarse en el aire despidiendo luz azul que se tornaba blanca mientras caía. Cuando tocó el suelo, la esfera de luz salió de ella y Siris quedó desmayada en el suelo. Endereth miraba fijamente a Ithlaiä mientras los otros corrían a atender a Siris, estaba tratando de asimilar todo lo que había escuchado, mientras ella solo miraba al suelo. Mithrandir habló en voz lo suficientemente alta para que lo escucharan todos.
–Basta, no puedo creer que lo que esté viendo en vuestros ojos sea miedo. No estamos vencidos, al contrario, ya sabemos qué es exactamente lo que pasa y entre todos daremos con la solución. Tenemos tiempo suficiente, pero no hay que confiarse, por lo pronto, llevaremos a Siris a que descanse un poco ya que está agotada.
–¿Es que no lo entiendes? –dijo Ithlaiä, aún después de muerto nos sigue haciendo daño, ¿qué sucederá con Endereth ahora? ¿Qué pasará si no damos a tiempo con la solución?
–No te preocupes por mí, –intervino Endereth– lo intentaremos y si no se logra, solo soy un "mísero príncipe élfico", como dijo Alatar. Pero lo que no sabe él es que este Mísero ya entendió quién es él y qué daño me hizo. Si tengo que luchar con él aún después de muerto, lo haré, y se dará cuenta que tuvo un buen alumno, voy a usar lo que me enseñó contra el mismo. –Ithlaiä corrió y se abrazó a Endereth, lloraba desconsolada, no quería que nada malo le sucediera. –Tranquila, le decía dulcemente Endereth mientras le acariciaba el cabello, todo va a salir bien. –Mithrandir los observó y pensó que eso estaba muy bien, más que bien. El amor estaba creciendo entre ellos, y dadas las circunstancias, era justo lo que necesitaban. Sayah que hasta ese momento había estado un tanto callada les dijo:
–Estoy segura de que vamos a lograrlo, no solo tenemos experiencia en estas cosas todos los que aquí estamos, sino las mismas palabras de Alatar, "El amor incondicional que lo salva todo", eso mismo fue lo que lo salvó a él, por eso nos lo dijo.
–Tienes razón, Sayah, pero por ahora llevemos a Siris a un lugar más cómodo–y diciendo eso todos se acercaron a ayudar. Llevaron a Siris a una habitación, después Ithlaiä y Endereth se dirigieron a uno de los salones, ellos también estaban cansados y un poco tensos. En el camino se encontraron con Légolas, quien al ver el estado de ánimo les preguntó:
–¿Sucede algo? Os noto nerviosos. –Ithlaiä le contó lo que había sucedido, y rompió a llorar nuevamente. –Eso no puede ser, no lo permitiremos, te acabo de encontrar y no te voy a perder de nuevo hermano, la solución existe, pues la encontraremos. –Endereth sonrió tristemente:
–Que alegría tener un hermano que se preocupa por mí, aunque también soy consciente de que tengo que pagar mis errores, Légolas.
–Todos cometemos errores, yo mismo lo he hecho y no por ello han dejado de quererme. Voy ha hacer lo que sea por ayudarte, no quiero veros tristes a ninguno de los dos, porque entonces me contagiaran y no podremos hacer nada. Ithlaiä, Endereth quiero ver una sonrisa en vuestros rostros y empezaremos a actuar, ¿de acuerdo?
–Está bien –contestaron los dos al mismo tiempo, cosa que los hizo reír y terminar en un triple abrazo.
Siris, Sayah y Mithrandir se pusieron a buscar por libros como locos hechizos que posiblemente conseguirían destruir la maldición del elfo y mientras, Ithlaiä y él pasaban el posiblemente último día de su vida juntos. Se pasaron la mañana hablando de cosas que harían si no estuviera ocurriendo aquello y de anécdotas del pasado que contaba Endereth.
–Recuerdo que una noche no podía dormir y tú me cantaste una bonita canción con tu voz cantarina... Era tan bella tu voz... –pero Endereth no consiguió seguir hablando porque ella estaba cantando esa misma canción y Endereth se dio cuenta de que algo había cambiado en su interior. Los sentimientos hacia Ithlaiä habían cambiado, antes la veía como una madre y ahora como a una mujer, una bella elfa que no conseguía quitarse de la cabeza. Ahora no hacía más que pensar en ella y si no estaba con ella, se sentía muy mal y le invadía la tristeza. Deseó con todas sus fuerzas seguir vivo para poder estar con ella por siempre. Ella lo miró con el fuego de sus ojos, él también la miró con el hielo de sus ojos... Una profunda tristeza los invadía a los dos. Ithlaiä no podía parar de pensar en lo que le ocurriría si Endereth se iba para siempre. Ella se convertiría en la tristeza en persona, pero alguien la despertó de sus horribles pensamientos con una voz esperanzadora.
–Cada uno de nosotros hemos encontrado un hechizo que podría funcionar –dijo Sayah con Mithrandir a su izquierda y Siris a su derecha– probaremos primero el hechizo de Mithrandir. Adelante.
–Bien, gracias Sayah. Por favor tomaos de la mano –les dijo el mago a Enderth e Ithlaiä que lo miraban con preocupación. Después el mago encendió dos velas: una roja y una azul y mientras vertía la cera de las dos velas en un cuenco pronunció unas palabras extrañas: "esenrel moradol magormol ungaren" el mago cerró los ojos y posó la mano de cada uno alrededor del cuenco pero lo que ocurrió no era lo que estaba previsto: los dos eran una estatua ahora. Una estatua de dos personas rodeando un cuenco.
–¡¡Oh no!! ¡¡El hechizo ha salido invertido!! –gritó Sayah– Ahora perderemos mucho tiempo deshaciendo tu hechizo...
–Cálmate Sayah–dijo Siris que ya estaba recuperada de la posesión–esto seguro que lo hizo Alatar para que no fuera tan fácil.
Entonces los tres tocaron la estatua y pronunciaron unas palabras durante una hora. Era necesaria la absoluta concentración y la gente que pasaba por donde estaban ellos se quedaban maravillados de la luz que desprendían las manos de los tres.
–Vaya, y yo que iba a ver como marchaba todo y está peor de lo que pensé –dijo Aragorn en un susurro cuando pasaba por allí.
–No te preocupes, seguro que lo tiene bajo control, pero si no nos vamos no conseguirán seguir concentrados. Vámonos, ya volveremos luego –dijo Arwen que iba con él.
Cuando consiguieron deshacer el fuerte hechizo de Gandalf, ya estaba poniéndose el sol y cada vez quedaba menos tiempo. Ithlaiä comenzó a ponerse nerviosa y Endereth intentaba calmarla. El próximo hechizo es muy largo... Será nuestra última esperanza... –dijo Siris.
Los tres hicieron un círculo cerrado con sal alrededor de Endereth y después pronunciaron muchas palabras muy concentrados estuvieron pronunciándolo hasta el anochecer y Endereth también concentrado en el hechizo daba todas sus fuerzas pero algo estaban haciendo mal porque no ocurría nada. El temor empezó a crecer rápidamente en el corazón de Ithlaiä mientras contemplaba a los magos concentrados y a Endereth con los ojos cerrados y el cabello largo y castaño caía sobre sus hombros.
Cuando la luna estaba en lo alto del cielo ocurrió algo. Una luz que deshizo la concentración de todos surgió de los pies de Endereth y este comenzó a convertirse en piedra lentamente y para siempre, ya no podía mover los pies. Ithlaiä corrió y lo abrazó:
–No me dejes por favor... –dijo ella entre sollozos mientras agarraba el brazo de Endereth. Ya no podía mover la cadera.
–Pase lo que pase, quédate con mi hermano...
–No digas eso por favor... ¿Qué haré si te vas? –dijo ella desesperada. Él ya no podía mover los brazos. –Te quiero–dijo Ithlaiä mientras se acercó a los labios de Endereth. Éste la besó antes de que ella lo hiciera. El fuego y el hielo se hicieron uno en aquel momento... Y entonces Endereth dejó de convertirse en piedra, ya podía mover todo su cuerpo, pero se quedó petrificado disfrutando de los labios de Ithlaiä. Dejaron de besarse y se miraron a los ojos con ternura.
–Al final el amor ha triunfado de nuevo... –dijo Gandalf con una sonrisa. Sayah y Siris los miraban con alegría de que todo hubiera pasado. Había sido un día muy ajetreado y los hechiceros apenas tenían fuerzas así que se fueron a reposar a sus habitaciones.
–Ves, solo había que llegar un poco más tarde–dijo Arwen que llegó de nuevo con Aragorn para ver cómo marchaban las cosas.
–Veo que lo habéis conseguido, me alegro por vosotros–dijo Aragorn.
–Gracias, mi rey –se limitó a decir Endereth, que aún estaba un poco aturdido por todo lo que había pasado aquel día –creo que debería descansar, me fallan las piernas...
–Endereth, puedes descansar–dijo Ithlaiä sonriente.
–¿Y tú?
–No te preocupes por mí, aún tengo que ir a ver a un amigo.
–Se a que te refieres. Por favor vuelve pronto.
–Lo haré.
Aragron y Arwen notaron el cariño de las palabras y supieron en seguida de que el amor estaba en el aire.
Ithlaiä salió a buscar a Dol-Falas. El noble corcel estaba pastando por un verde prado.
–Dol-Falas... Supongo que ya lo sabrás todo, eres un caballo muy especial–él relinchó–eso no significa que dejaré de quererte–Ithlaiä lo acarició. El caballo cerró los ojos en afecto.
A la mañana siguiente, todos los soldados que habían luchado en la guerra se fueron a sus casas para vivir en paz. Athel se marchó a Dol-Amroth porque tenía cosas urgentes que hacer y aparte de eso no se despidió de Italia, porque se enteró de que ella estaba con Endereth. También los Rohirrim se marcharon a Rohan y los elfos se fueron poco antes.
–¡Tengo algo muy importante que deciros! –gritó Siris desde lejos mientras desmontaba de Yándrak, el dragón rojo. Muchos estaban presentes: Los reyes, Asphil, Faramir, Légolas, Elemmire, Sayah, Gandalf, Endereth e Ithlaiä –es algo que he descubierto mientras sobrevolaba en las cercanías de las tierras enemigas...
–¿A qué viene eso ahora? Acabamos de vencer al enemigo.
–Hemos vencido al enemigo, pero hay una amenaza que no hemos destruido... Es la torre de Angmar. Allí se está concentrando toda la energía maligna posible y cuando hayan conseguido la suficiente lanzarán la oscuridad al planeta y estas tierras serán como el mismísimo infierno. Criaturas malignas brotarán de las tierras, la fauna y la flora desaparecerán y nosotros no seremos más que espectros consumidos por el miedo –todos la miraron con temor, solo Aragorn se atrevió a hablar.
–Pues entonces vayamos a Angmar y destruyamos la torre.
–Es es lo malo Aragorn hijo de Arathorn, no se puede quebrar la torre con simples armas, hay que destruirla con una vara que hace años desapareció y jamás volvió a ser encontrada.
–Allí es donde entráis vosotros,–dijo Mithrandir–sois los que mejor se defienden y luchan y los más listos. Tendréis que recorrer la tierra media todos juntos formando la Comunidad de la Vara. Sin esa Vara estamos perdidos.
–Pero no cualquiera puede tomar la vara, ¿verdad? –dijo Endereth.
–Sí, veo que tú sabes sobre objetos mágicos, Endereth. Uno de los ocho tiene el poder de utilizar la vara pero aún no sabemos quién de vosotros. El enemigo también está buscando la vara, pero no se cuantos espías tiene ni qué clase de criaturas tiene preparadas.
–¿Acaso tú no vas a venir? –le dijo Ithlaiä a Siris.
–No, tengo que hacer cosas importantes en el lejano Rhûn.
–¿Vas a Rhûn? –dijo Ithlaiä interesada.
–Sí, me necesitan a mí y a los dragones allí y yo se la voy a ofrecer. Vosotros tenéis que preocuparos de buscar la vara.
–Pero, ¿por dónde vamos a empezar? Si tenemos que buscar por toda la tierra media vamos a tardar demasiado... –dijo Faramir.
–El viaje puede durar mucho o poco, mi buen Faramir –dijo Gandalf–pero la acumulación de energía maligna es un proceso muy lento así que tendréis suficiente tiempo. Sin embargo la última vez que la vieron, fue en Dol-Amroth, así que os sugiero que vayáis primero allí. Preparad vuestras cosas para viajar los herreros crearán armas para vosotros ya que las vuestras están ya muy manchadas y desgastadas.
–La Comunidad de la Vara... Espero que tengáis éxito en vuestra misión. Mañana partiréis al alba. Enviaré a mis hombres que busquen por Góndor, vosotros ocuparos del exterior. Iréis a caballo –dijo Aragorn.
–Gracias –dijeron todos.
–Ya era hora de que hubieran nuevas aventuras–dijo Ithlaiä.
–¿Cómo puedes decir eso después de una guerra? –dijo Elemmire.
–Lo siento Elemmire, pero siento que mi corazón quiere libertad y aventuras –dijo ella. Los demás rieron.
–Hasta mañana –se dijeron todos contentos pero un poco temerosos de fracasar.
–No debemos precipitarnos –le dijo Enderteh a Ithlaiä.
–Pero no dará tiempo al enemigo de fortalecerse.
–Claro, pero , no hay que buscar a tontas y a locas por toda la Tierra Media, debemos tener un plan.
–¿Siempre tienes un plan para todo?
–No, solo para las cosas de poca importancia.
–¿Destruir Angmar es de poca importancia para ti?
–Más o menos, es algo que vamos a hacer –Ithlaiä lo miró sorprendida– Oye, si hemos vencido a Sauron, a los Nazgûl y a Alatar, la torre de Angmar es una bicoca. Aparte, en mi larga vida he visto que todo termina siempre por resolverse bien.
–¿Cómo? –preguntó Ithlaiä sonriendo.
–No lo sé: es un misterio.
–Jajaja, ¿qué es importante para ti?
–Tú. Esto... –y no dijo más porque la besó.
–Lamento interrumpiros –dijo Mithrandir–pero quería preguntar algo a Endereth.
–Sí, sé dónde podría estar la Vara de Morgoth.
–Sí, ¿cómo lo supiste?
–Pensaba lo mismo. Estabas apuntado en el libro de Alatar.
–¡Pero el libro se rompió! –dijo Ithlaiä– Cuando le dije a Endereth que lo amaba y lo tomé para custodiarlo, para salvarlo a él...
–Sí, pero yo me lo se casi de memoria –el elfo puso cara triste– justo esa parte, que me parecía sin importancia, no logro recordarla bien.
–Vamos Endereth, –le dijo Ithlaiä acariciándole la mejilla–no te preocupes, que lo harás bien, no podemos pedirte que recuperes tantos años en un par de días.
–Lo sé, pero si lo que queda por conocer es tan bueno como todo lo que me ha pasado hasta ahora, estoy impaciente.
–Endereth, también a mi me han pasado cosas buenas, conocerte a tí, amarte y el que hayamos logrado salvarte, en muy poco tiempo te has convertido en algo muy importante en mi vida, te amo.
–Yo también te amo Ithlaiä, no solo te pertenece mi vida por haberla salvado, también mi alma y mi corazón–y diciendo esto volvieron a unirse en un cálido beso.
–Hey, vamos a tener que pasar toda la tarde interrumpiéndolos chicos, –dijo Mithrandir sonriendo–pero como veo que hay varias parejas muy amorosas por aquí vamos a tener que dar un pequeño receso, pero solo unos minutos, ¿eh?! Voy por un pergamino que nos va a ser de mucha ayuda. –Así Mithrandir se alejó y Légolas les dijo riéndose:
–¡Hey! Ithlaiä, deja respirar a mi pobre hermano, se está poniendo morado.
–Calma, que aunque seas mi cuñadito todavía puedo contigo, recuerda nuestras batallas, muchas veces te gané.
–Eso fué porque yo te lo permitía para no hacerte sentir mal.
–Bien, entonces no me concedas ese honor ahora–y diciendo esto, Ithlaiä tomó un libro y empezó a perseguirlo con él para golpearlo.
–Basta, interrumpió Endereth, me pondréis entre la espada y la pared, si alcanzas a Légolas y lo golpeas, tendré que consolarlo porque es mi hermano, y si no lo alcanzas, tendré que consolarte a ti porque perdiste, así que dejemos las cosas así y pensemos que los dos son unos excelentes guerreros–Los dos se quedaron de pie viendo a Endereth muy seriamente, el pensó que se habían molestado, pero después de unos segundos, se fueron contra él persiguiéndolo entre risas y amenazas. Elemmire sonreía viéndolos pero no le daban ganas de unirse al juego, prefería estar ahí parada admirando a Légolas, le encantaba observarlo. Lo amaba tanto... En ese momento Légolas se unió a ella y le dijo:
–Vamos floja, si alguno de los dos me atrapa, acaba conmigo y tú ni me defiendes –y le dió un pequeño beso en la nariz.
–Por eso no voy, amor, si alguno toca aunque sea uno solo de tus cabellos le arrancaré la cabeza.
–Amor, –dijo Légolas abrazándola–vamos a emprender una nueva misión, y no sabemos qué peligros nos esperan, prométeme que me dejarás protegerte.
–Claro, lo haré si tú me prometes lo mismo, te amo Légolas.
–Yo también te amo –y empezaron a besarse. En esos momentos llegó Endereth por sus espaldas y les gritó:
–¡¿Ahora quien asfixia a quién?! -Y la carrera comenzó nuevamente. Poco más tarde llegó Mithrandir con un amarillento y polvoriento pergamino viejo con letras rojas.
-Os leeré lo que pone: "La vara de Morgoth fue construida por "los trece", para destruir la torre de Animar por si el rey hechicero osaba usarla para fines maléficos. "Los trece" existieron durante la segunda era, pero ellos desaparecieron por completo dejando la vara de Morgoth escondida en algún lugar. Solo la persona digna de usarla puede encontrarla. La persona que es la única que puede usar vara es una entre mil, una persona que nace sólo cada mil años en luna llena en un mes de invierno."
–Aquí la tinta está borrosa y no se puede leer por desgracia–inmediatamente se empezaron a escuchar comentarios.
–Bueno, ahora ya sabemos con seguridad que solo uno podrá tomar la vara, pero ¿qué sucederá si la toma alguien más? ¿Le pasará algo malo? ¿O si entre esta comunidad no se encuentra el elegido? –preguntó Faramir.
–¿No crees en el destino, Faramir? –dijo Sayah siempre enigmática–, por algo nosotros hemos formado la comunidad, además, no olvides que estamos buscando el bien de la Tierra Media. Los mayores obstáculos se le conceden al mal, no quiero decir con esto que será fácil, pero contamos con la ayuda y protección de los Valar.
–No estoy siendo pesimista Sayah, solo estoy usando toda la lógica posible. Recuerda que todos aquí tienen algún poder especial, y yo tengo que basarme en mi capacidad de acción.
–Lo sé. Pero tú también debes tener algo de magia amigo, por algo eres elegido también.
–Sayah tiene razón, –intervino Mithrandir–, todos vosotros habéis sido elegidos no por casualidad, ha sido el destino quien os a elegido y unido para esta misión, cada uno de vosotros tiene un don especial que no precisamente se hace constar en forma de magia, y nadie podría reemplazar a ninguno –Mithrandir siguió hablando con ellos, dándoles consejos e indicaciones de lo que él suponía podrían encontrar en el camino. –Así es que chicos, no creo que pueda decirles más al respecto, pero estoy seguro de que podrán solucionar cualquier cosa que surja, ahora yo les recomiendo que empecéis a preparar vuestras cosas para el viaje, y que descanséis, confío en vosotros, todos confiamos en vosotros.–Todos asintieron y fueron retirándose. Asphil, que caminaba con Faramir le dijo a este:
–¿Sabes? Me gusta la idea de que tengamos una nueva misión y que sea tan importante, pero lo que más me agrada de todo esto, es que vamos a ir juntos.
–No eres la única, hace un rato yo estaba pensando en eso, qué más puedo pedir, que mi razón de vivir me acompañe... Algo tengo que haber hecho bien para que Eru me dé este regalo–le contestó él mientras la atraía hacia sí.
–Claro que has hecho muchas cosas buenas y a propósito, quisiera hacerte una pregunta, ¿te sientes de alguna forma inferior a alguno de nosotros?
–No se te escapa nada. No, no me siento inferior, solo que me da un poco de temor no poder proteger a alguno de ustedes si necesitan de mi ayuda, como sucedió contigo cuando Sayah te hizo volver, eso es lo que temo.
–Entonces no temas mi amor, porque como han dicho ella y Mithrandir, por alguna razón tú también estás incluido en esto.
–Pero yo tengo una misión extra Asphil.
–¿Cómo? ¿De qué hablas?
–Abrir bien los ojos, porque te juro que yo cuidaré de ti y de que nada malo te pase. Te amo Asphil. –Se unieron en un apasionado beso.
No lejos de ahí había otra pareja, Elemmire y Légolas, quienes también estaban disfrutando de su amor.
–Elemmire, qué bien que los dos estemos en esto, no me hubiera gustado haberte dejado sola aquí, o en su caso, haberte dejado ir sola.
–Légolas, si me hubiera quedado, no habría sido sola, hay miles de personas en el palacio. Si hubiera ido, los demás lo harían conmigo.
–Lo sé, pero sola es sin mí, –le dijo él besándole la frente–ya te extraño cada segundo que no estás conmigo.
–Mi amor, eres tan dulce, es una de las cosas que más amo de ti, nunca dudes de mi, porque ya formas parte de mi ser, y sin ti, yo no existiría.
Légolas la abrazaba y ella estaba recargada en su hombro.
–No lo dudo, estoy seguro de tu amor y también del mío, y estar contigo es lo más que puedo pedirle a Eru.
Mientras Ithlaiä y Endereth se habían quedado un rato más con Mithrandir, estaban comentando todo lo sucedido.
–Pero dime Endereth, ¿cómo te has sentido con todo esto? Debes pensar que estás viviendo muy de prisa –dijo Mithrandir.
–Así es, en realidad, absolutamente todo es nuevo para mí. Hace tan poco que era yo una simple piedra, y ahora estoy aquí, rodeado de amigos, de amor, y participando en todo lo que compartís vosotros. Realmente me siento muy afortunado y muy agradecido también. A veces me pongo a pensar que podría haber sido de mi vida si yo continuara bajo el hechizo de Alatar.
–Pero estás aquí y eso es lo que cuenta. –dijo el mago–Ahora ya no debes preocuparte por lo que pudo haber pasado y debes dedicarte a recuperar el tiempo que perdiste en tu vida. Es curioso, pero has notado que parece que siempre hubieras estado aquí, todos te han acogido en una forma tan tranquila que no parece que han dejado de verte por tantos años. Eso es bueno y me incluyo, porque quiere decir que siempre has existido en nuestros corazones, ¿o no Ithlaiä?
–Así es, Mithrandir, ¿cómo podría yo objetar alguna de tus palabras si yo soy la principal sorprendida en todo esto, amo tanto a Endereth, que siento como si llevara toda mi vida haciéndolo.
–Bueno, os dejo, porque ya quiero ir a descansar un poco. Además, insisto, ver tanto amor a mi alrededor me hace sentir cierta tranquilidad, –y diciendo esto les guiñó un ojo y se marchó.
–Ithlaiä, ven junto a mi, abrázame, en realidad, esto es lo que más me ha gustado de mi nueva vida.
–No solo tú Endereth, en el momento que has llegado, también ha empezado una nueva vida para mí, nunca imaginé que yo sería capaz de enamorarme así. Ya estaba pensando que tendría que pasarme la vida inventando batallas para tener que ir a luchar, pero ahora solo quiero estar a tu lado, –y lo besó en los labios.
–Puedo entender a Alatar, ahora sé porque estaba enamorado de ti... Porque no solo eres la más bella, tienes el don de apoderarte de los corazones. ya me has robado el mío... Dime, ¿qué clase de hechizo es ese?
–Lo aprendí de ti, mi amor, tú tienes mi corazón en tu poder, y jamás pertenecerá a alguien más. Y ahora Endereth, ¿a qué esperas para besarme?
–¡ACABO DE RECORDAR ALGO! –gritó el elfo. Ithlaiä se sobresaltó–¡Mithrandir!
–¿Qué ocurre?- el mago llegó a la carrera cuando lo oyó.
–¡Acabo de recordar de qué estaba hecha la vara de Morgoth!
–¡Pues dilo! –gritó el mago alzando los brazos.
–Cuando Finarfin batalló en singular combate contra Morgoth, en las puertas de su Fortaleza de hierro, le inflingió tres heridas antes de morir en manos del negro enemigo de los elfos. La sangre de Morgoth, al caer en tierra, se convirtió en una piedra preciosa color rojo quemado, la cual posee un gran poder espiritual, porque Morgoth fue el único Valar que vertió su sangre.
–¿Y ese poder es bueno? –preguntó Ithlaiä, a quien casi habían dejado sorda los gritos de los otros.
–Depende–respondió el mago– sabes que la sangre es la forma tangible de la esencia, y la esencia de un valar, como se confirmó en Morgoth, puede dirigirse tanto al bien como al mal. Depende de cómo elija usarla su dueño.
–Por ejemplo–siguió Endereth– "Los trece" eran hechiceros humanos buenos y ellos tallaron una de las tres piedras que se formaron de las tres heridas de Morgoth, creo que la única que sigue en la Tierra Media. Decía que la tallaron en forma de vara, y usando su poder purificaron la joya, de modo que su poder era benéfico...
–Sin embargo,–explicó Mithrandir–cuando el rey brujo fue expulsado de Angmar y sus brujas exterminadas, la vara y Los Trece desaparecieron de los relatos élficos y seguramente de los humanos también...
–Vaya–Ithlaiä miraba asombrada a su amado, sin poder comprender cómo podía poseer tanto conocimiento–¿por qué no verificamos que los humanos no sepan nada? ¿No sabrá algo Aragorn? –Aragorn fue bruscamente interrumpido de su conversación con Arwen.
–Amigo, dime, ¿sabes algo de la destrucción de Angmar? –preguntó el mago y Aragorn se quedó pensando. Fue Arwen la que habló.
–Según me contó mi padre, la torre fue destruida por trece hechiceros humanos con ayuda de una vara mágica, con la que también vencieron a los brujos y magos que los atacaban.
–Sí, sabes lo mismo que yo. –dijo Aragorn–Una vez pase por los cimientos de la Torre de Angmar de noche y de prisa y me pareció ver una escultura que representaba personas que unían sus manos en lo alto, debajo había muchos escombros.
–No eran escombros,–dijo Endereth–eran los brujos y criaturas malignas que los atacaban. Alatar me llevó allí. Ahora recuerdo, quería apoderarse de esa vara, pero no fue capaz de retirarla de las manos de los 13 hechiceros que la sostenían. Entonces la selló con un hechizo y partió en busca de... De ti, mi amor.
–Cuando yo pasé por allí, ya no había ninguna vara –declaró Aragorn.
–Es posible que no la vieras–dijo Mithrandir.
–Quizá... Pero más bien creo que la vara ya ha sido tomada, desde hace tiempo y que debemos darnos prisa en ir a Angmar.
–Quizá mi madre sepa algo... –dijo Arwen y todos fueron a ver a Celebrian, quien al ser interrogada les dijo:
–Antes de escapar con Sayah oí rumores de que el dueño de Angmar se fortalecía con un nuevo objeto mágico... Quizá sea eso de lo que hablan...
–Quizá, madre...–dijo Arwen abrazándola–Aragorn, deseo ir contigo. No quiero separarme de ti hasta que la muerte me lleve o a ti, y entonces quiero estar a tu lado. Y no solo por amor a ti deseo ir, la sabiduría que me heredaron mis padres podría ayudaros. ¿Qué decides?
–Está bien Arwen, tú y yo iremos también a esta importante misión, entonces seremos los nueve de la comunidad de la vara. Gandalf, te dejo el puesto de mando de la ciudad en mi ausencia –dijo Aragorn. Gandalf asintió–Preparemos nuestras monturas y nuestras vestimentas y provisiones.
–Las armas que han creado los grandes herreros están hechas ya, ahora nos las darán en la ceremonia de despedida.
–Apresuraos, cuanto antes empecemos con esta misión, mejor –todos asintieron y se vistieron con ropas cómodas para cabalgar y quizá también luchar. Todos vistieron con más o menos el mismo tipo de ropa con una cota de mithril debajo que había sido forjada de los mejores enanos menos Sayah que una vez más llevaba el extraño vestido largo y grueso sobretodo muy voluminosa en las piernas, un vestido plateado y con una letra arcana negra.
–¿Estás segura que te podrás mover con eso? –dijo Ithlaiä un poco extrañada al verla.
–Sí, así es como estoy más cómoda, no os preocupéis por mí–se limitó a decir ella.
–¿Tampoco tendrás frío? Es que tienes los hombros al descubierto y quizá enfermes...
–Ya te he dicho que así estoy bien–sonrió ella.
Las chicas llevaban ropas azules y grises y los chicos verdes y marrones. Las ropas eran ligeras por eso le extrañó a Ithlaiä que ella llevara ese vestido tan voluptuoso. Ithlaiä se había hecho una coleta alta con su fino cabello, Asphil se hizo una trenza al igual que Elemmire, Arwen llevaba un moño y Sayah llevaba el pelo suelto. Endereth y Légolas se hicieron el mismo peinado (una pequeña trencita recogiendo los cabellos que caían en la cara) y los demás pudieron ver lo mucho que se parecían los hermanos. Faramir y Aragorn no cambiaron nada.
Más tarde fueron llamados a la ceremonia de despedida.
–Bien: vosotros formáis la Comunidad de la Vara. vuestro objetivo es... –Gandalf parecía contrariado– Bueno, ni yo lo sé. Encontrad un objetivo y cumplirlo. Yo me quedaré aquí, ya que de la vara se tanto como vosotros, con la excepción de Endereth.
–No lo recuerdo –dijo el elfo.
–Pero lo sabes, que es lo que importa. También permanezco porque puede que esto solo sea un ardid para atacar la ciudad. Que los Valar os acompañen.
Todos se despidieron afectuosamente y partieron al galope hacia el norte. 

Magia y Amor en la Tierra Media: Memorias de La Cuarta EdadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora