—No, sólo un poco desanimada.

—¿Por qué?

—Tonterías. —sonrío encogiendo los hombros.

—¿Alguien te está molestando?

—Para nada.

—¿Entonces?

—Es que no he recibido ningún mensaje de mi mamá.

—Oh... Es eso.

—Sí, pero no importa —sacudo mis manos—. Ha sido un día muy bueno, así que estoy mayormente contenta.

—Mhm... —me mira con recelo, sin creer mis palabras— ¿Quieres ir a un lugar muy bonito?

—¿Adónde?

—No te lo diré a menos que me regales una sonrisa.

Mis comisuras se elevan en una pequeña (pero honesta) sonrisa y él asiente satisfecho.

—Ahora dime a dónde me llevarás.

—Es secreto.

—Ash, ahora me dejarás con las ansias.

—No será por mucho —mira el reloj en su muñeca—. Ya casi nos vamos, pero eso sí, quiero que te pongas una falda o un vestido. Creo que un pantalón no es adecuado para el lugar.

¿Un vestido o falda? ¿Acaso me llevará a comer a algún restaurante lujoso? No creo, él no es muy fan de lugares concurridos.

—¿Tiene que ser fino?

—Nada extravagante, ponte algo sencillo.

—De acuerdo.

Luego de atender los últimos asuntos en su agenda, Minho me lleva a casa y regresa a la suya para arreglarse también. Básicamente, él eligió mi atuendo y quizás soy muy despistada porque aún no logro descubrir a dónde iremos basándome en el estilo. Una falda, blusa de tirantes y sandalias... ¡Hay un sinfín de lugares que puedo visitar usando esto!

Ni siquiera en el trayecto puedo adivinar hacia dónde nos dirigimos. Sólo veo árboles, terrenos baldíos, carretera y más árboles. Casi me doy por vencido, hasta que veo un manto azul que, desde aquí, da la impresión de que se conecta al cielo anaranjado y una emoción instantánea recorre mi cuerpo. ¡Estamos en la playa!

Jadeo entre una sonrisa y miro a Minho.

De acuerdo, tal vez tenía razón cuando dijo que su sorpresa sería mejor.

—Sorpresa. —canturrea en voz baja.

En cuanto aparca el coche (ni muy lejos ni cerca de la orilla) me quito las sandalias y bajo para contemplar el precioso espectáculo que monta el sol al esconderse. Él se para a mi lado, mirándome sonriente mientras mis ojos vagan por el vasto panorama. Es igual de magnífico como lo muestran en las películas.

—¡Qué bonito!

—¿Te gusta?

—Mhm. —afirmo. Mi sonrisa es imposible de borrar.

—¿Entonces estás de acuerdo con que mi sorpresa es mejor que los regalos que recibiste hoy?

—Estoy de acuerdo.

Tras oír mi respuesta, sus labios exhiben una sonrisa presuntuosa, como diciendo «lo sabía». Es un engreído.

—Perfecto. Espérame aquí, iré por la manta al carro para que estés más cómoda.

Asiento sin dejar de observar el vaivén de las olas. El sonido que emiten al romperse en orilla es muy relajante y ni hablar del viento fresco que me arropa de pies a cabeza o la fina textura de la arena cálida.

Grietas del Corazón ; Lee MinhoWhere stories live. Discover now