01.

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—Buenos días, Hyunjin. Buenos días, Jisung. —les saludo mientras cruzo la puerta del despacho que compartimos.

Estos dos han sido la luz en mis noches oscuras... Bien, eso suena dramático, pero en serio, tenerlos cerca es divertido y reconfortante.

—Buenos días. —responden los dos al unísono, tan energéticos como de costumbre.

Ojalá yo tuviera aunque sea un tercio de sus energías. Llevo tan sólo un mes en este edificio y ya quiero salir corriendo.

Dejo mi bolso sobre mi respectivo escritorio y suspiro mientras tomo asiento para fichar mi hora de entrada.

—¿Minho no ha venido a buscarme?

Los dos niegan simultáneamente, pero tan sólo cinco segundos después de hacer esa pregunta, el recién nombrado aparece por el umbral de la puerta. Parece que lo he invocado. Me muerdo la lengua mientras suspiro con disimulo y entonces él me mira, después a Jisung y por último a Hyunjin.

—Veo que los tres están aquí. ¿Alguno está desocupado?

Jisung levanta la mano, pero Minho lo esquiva con la mirada, la cuál dirige hacia mí y con eso es suficiente para comprender lo que se viene.

—Tú —me señala—. Ven conmigo.

Asiento con la cabeza y me pongo de pie.

—¿Pueden mirar mis cosas si se quedan aquí? —le pido a los chicos antes de salir.

No cargo nada de valor, pero no está de más cuidar mis pocas pertenencias.

—Yo tengo algo rápido que hacer, pero Jisung, tú te quedarás aquí, ¿no?

—Mhm —asiente y después me mira—. No te preocupes, aunque salgamos y la oficina queda sola, nadie más entra.

—Gracias.

No me tardé ni diez segundos en pedirles ese favor, pero ese breve momento de distracción ha sido suficiente para perder a Minho de vista.

Salgo de la oficina y miro de izquierda a derecha en su búsqueda. Dios, si que camina rápido; parece que desconoce el concepto de ser paciente. Apresuro mi paso procurando esquivar a los demás trabajadores y finalmente llego a su lado. Ni siquiera sé a dónde se dirige pero prefiero no preguntarle y, en su lugar, me concentro en sus pasos.

No ha bajado la velocidad en ningún momento. Siempre parece estar apurado y no entiendo porqué. Trabajar con prisa implica más esfuerzo, pero no significa que lo haces mejor.

Tengo ganas de decírselo, pero sé que le entrará por un oído y le saldrá por el otro. Un mes ha sido suficiente para darme cuenta de que él no considera la opinión de sus trabajadores... O más bien de cualquier persona, ya sea dentro o fuera del ámbito laboral.

Despojo mi mente de todo pensamiento y continúo caminando a sus espaldas. Recién me doy cuenta de que estamos yendo hacia una de las alas más ocupadas de la planta; el centro de clasificación.

Entramos, pasamos por entre algunos estantes que contienen toneladas de paquetes y finalmente llegamos a donde se supone que debo hacer el trabajo.

—Toma —me entrega un scanner de barras—. Lo único que tienes que hacer es escanear el código de estos paquetes y después colocarlos en este contenedor.

—Entendido.

—No es una tarea difícil, así que no lo estropees... y si lo haces, te las verás conmigo. —me señala amenazante.

¿Por qué siempre me dice eso? No he cometido ningún error desde que llegué (tropezar con él no cuenta). Lo sé de sobra porque, de haber hecho alguno, él mismo ya me habría llamado la atención.

Grietas del Corazón ; Lee MinhoWhere stories live. Discover now