25.

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Me desperté por el sonido incesante de mi celular. ¿Quién demonios llama a buena mañana? Tanteo la cama en busca del aparato y cuando lo atrapo, descuelgo la llamada sin fijarme quién es.

—¿Hola?

—Buenos días. ¿Cómo amaneció tu rodilla?

Minho... ¿El Lee Minho me ha llamado para preguntar cómo amanecí? Ayer me trajo a casa y ahora llama preocupado. Esto no es bueno para mí corazón, me dará algo.

—Mhm, ¿te preocupas por mí?

—No, tonta, lo pregunto porque soy metiche.

Sus respuestas sarcásticas no fallan en hacerme reír.

—Duele un poco, pero estoy segura de que ya se me quitará.

—Te llevaré cremas para que te apliques.

—¿Ahorita?

—Pues sí, mira la hora que es. Eres La única que sigue durmiendo.

—No es tan tarde.

—Te veo en media hora.

—Aquí te espero.

¿Media hora? Puedo dormir por otros veinte minutos más y alistarme en diez. Configuro la alarma para que suene en veinte minutos, tiro el teléfono debajo de la almohada y vuelvo a dormir.

(...)

—¡¿Cómo que te volviste a dormir?! —grita y aparto el teléfono de mi oreja por el molesto ruido.

—Perdón —alargo con voz ronca—. Ya voy a abrirte.

—Apúrate.

Bajo con dificultad de la cama y me coloco mis sandalias para salir de la habitación, arrastrando mis pasos en todo el recorrido. Estoy hecha un desastre de pies a cabeza pero ya qué, me irá peor si no me apresuro a recibirlo.

—Agh, este golpe duele —me quejo en voz baja—. Puse la alarma, pero creo que me dormí.

—¡¿Crees?! —entona incrédulo— ¿Quién puede dormir tanto?

—Yo... Supongo. Estaba cansada, llevo días pensando en tonterías porque a alguien —hago énfasis— le gusta jugar con mis sentimientos.

—La audacia de esa persona... Qué barbaridad.

—¿Verdad que sí? Es tan insoportable.

—¡¿A quién llamas insoportable?!

Justo en ese momento, llego a la puerta y cuelgo la llamada antes de abrir.

—A ti, insoportable.

—Déjame ver tu rodilla.

—Primero entra y vamos al mueble.

Minho se adentra a la sala y se dirige al sofá. Yo, por otro lado, aseguro la puerta y me quedo de pie mirándolo; él frunce el ceño al percatarse de mi inmovilidad.

—¿Por qué te quedas ahí? Ven para acá.

Yo hago un puchero y extiendo los brazos, logrando incrementar su confusión.

—Cárgame. Ayer lo hiciste con facilidad y me sentí en una película.

—No soy tu burro —pone los ojos en blanco y se acerca a tomar mi mano para halarme—. Déjate de juegos y ven para acá.

Suelto una risilla traviesa y me acomodo en el mueble. Minho pone mi pierna sobre la suya y comienza a quitar la gasa que protege el golpe con sumo cuidado para no lastimarme. 

Grietas del Corazón ; Lee MinhoWhere stories live. Discover now